La Universidad Nacional Autónoma de México continúa siendo un referente de la educación superior en México. A pesar del auge de un creciente de universidades privadas, la UNAM mantiene un prestigio inigualable, tanto a nivel nacional como en el plano internacional.
Derivado de esta razón, un gran número de jóvenes residentes en el interior que terminan sus estudios de bachillerato optan por buscar trasladarse a la Ciudad de México para iniciar sus estudios superiores en la máxima casa de estudios del país. Este hecho, sin embargo, no es un fenómeno nuevo.
A pesar de la calidad ofrecida por la UPES (Unidades públicas estatales) tales como la Universidad de Guadalajara, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la Universidad de Nuevo León, la Universidad Veracruzana, entre otras, el nombre de la UNAM y de los premios Nobel surgidos de sus aulas atrae a miles de estudiantes.
Derivado de este fenómeno, la UNAM no es capaz, en términos de aceptación en sus aulas, de dar espacio a todos los postulantes. Por ello, al igual que lo hacen la mayoría de las universidades públicas mexicanas (con la clara excepción de instituciones como la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, la cual no cuenta ni con los mínimos niveles de rigurosidad académica) la UNAM ha históricamente establecido un examen de admisión para que sean los mejores estudiantes los que puedan tener un espacio en las grandes facultades de la Ciudad de México.
Vale señalar que los criterios de admisión de la UNAM, basados en los puntos obtenidos en el examen, están directamente relacionados con las facultades objetivo, así como las modalidades de estudio, es decir, presencial, abierta o a distancia. En este tenor, solamente los alumnos con los mejores resultados en los exámenes de admisión tendrán acceso a facultades como Medicina o Ciencias Políticas.
A diferencia de lo que algunos golpeadores políticos han asegurado en relación con un supuesto criterio “elitista” de la UNAM, lo cual dista enormemente de ser verdadero, lo que subyace en el problema de los rechazados es la incapacidad del Estado mexicano de facilitar que la Universidad Nacional acepte a la mayoría de los postulantes.
Para ello se necesitaría un verdadero esfuerzo del Estado para aumentar la inversión pública en educación superior de calidad, lo que se traduciría, invariablemente, en la construcción de nuevas aulas, la remodelación de los laboratorios y la contratación de un mayor número de profesores que puedan brindar una oferta educativa de calidad.
Desafortunadamente, las prioridades de la administración de AMLO en materia de educación superior han estado dirigidas a la ampliación de una red de instituciones que no ofrecen calidad, y que, por el contrario, al igual que lo hizo con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México cuando fue jefe de Gobierno, buscan crear redes clientelares, sin brindar, en respuesta, los mínimos estándares de calidad educativa. Mientras el gobierno favorece a las universidades del bienestar, la UNAM languidece y rechaza postulantes. Todo ha sido, desde luego, en detrimento de las esperanzas de los jóvenes de México.