Tres ejemplos de los movimientos sociales de 1968, son Checoslovaquia, Paris y México, cada uno con matices distintos, en Praga se representaba la lucha por la liberación del yugo impuesto por la Unión Soviética, con la bandera de un “socialismo con rostro humano”, en Francia la causa era menos clara y objetiva, representaba la insatisfacción con el orden conservador y los excesos del capitalismo y el consumismo, que había olvidado, a su juicio, la promesa humanista de la lucha contra el fascismo, con vagas consignas cómo “la imaginación al poder” o “prohibido prohibir” se lanzaron a las calles, detonando otros movimientos estudiantiles en el mundo, como el de México, donde los estudiantes veían prácticas autoritarias, represivas y antipopulares. Lo que no ponderaban los estudiantes mexicanos de entonces era la indudable estabilidad política en las últimas décadas, dónde, si se le comparaba a México con el resto de Latinoamérica era (cómo lo llego a decir más tarde Porfirio Muñoz Ledo) una “isla de democracia y paz social en América latina”, y tampoco valoraban en su justa dimensión los logros económicos, que precisamente, una REVOLUCIÓN verdadera y profunda había engendrado: un crecimiento económico que dio lugar al llamado internacionalmente “milagro mexicano”, salarios que se incrementaban (en términos reales) en más del 6% anual, mucho menor corrupción a la actual, confianza económica por las nubes, una clase media cada vez más amplia y con acceso a todo tipo de bienes, una balanza comercial equilibrada, tipo de cambio estable frente al dólar desde 1954, inversión extranjera fluyendo, bajísima inflación, deuda externa completamente manejable, y en fIn, finanzas públicas sanas, todo esto daba a los estudiantes, y jóvenes en general, un inmejorable horizonte de oportunidades, declarando incluso el Presidente Diaz Ordaz: “los jóvenes reciben cada vez mejores oportunidades de preparación, son pues en mayor grado, deudores de la Nación”. Basta leer el pliego petitorio de aquel movimiento en México: nada en concreto, peticiones vagas y absurdas, e incluso algunas, inviables y hasta de plano ilegales.

El movimiento del 68 en México, está pues, sobredimensionado en cuánto a su impacto y logros, su carencia generalizada de una base social real: al día siguiente de la brutal matanza (en la cuál no “murieron miles” cómo reza la leyenda urbana), todo el país siguió su marcha habitual y cotidiana, como si absolutamente nada hubiera pasado, ¿por qué creció tanto el movimiento, y por qué Díaz Ordaz reaccionó asi?, una versión (cada día más creíble), es que el entonces Secretario de Gobernación, y luego Presidente de la República, Luis EcheverrÍa Alvarez (que el día de hoy cumple 100 años de edad), conociendo como nadie los entretelones del poder y los sótanos del sistema, al estar por varios sexenios dentro de la burocracia de la SEGOB, alimentó el movimiento, creó e infiltró líderes al tiempo que (des)informó al entonces Presidente, aprovechándose de su personalidad paranoica, moviendo a sus dobles agentes entre los manifestantes, que no sólo agitaron de más y radicalizaron a los estudiantes, sino que dispararon contra el Ejército, haciendo que este arremetiera contra los indefensos estudiantes y población civil congregados aquel 2 de Octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, ganándose Echeverria así, el favor del dedo sucesorio de Diaz Ordaz, al “resolver de forma efectiva” el problema, a unos días (12) de ser México sede de los Juegos Olímpicos. ¿Que logró el movimiento del 68 en estos tres países?, fueron sí, un factor y un eslabón (pero no más que eso) que ayudó a abrir paso al camino de una mejor democracia y la crítica social por las vías institucionales; al 68 siguieron en México las guerrillas rurales y urbanas que con una UTOPÍA en mente y con el ejemplo de la Revolución cubana quieren cambiar al país por la vía armada, provocándola represión dentro de la llamada “guerra sucia” en la década de los setenta. Con la Reforma política integral y su ley LOPE, impulsada por Don Jesús Reyes Heroles (Secretario de Gobernación de López Portillo) en 1977, se empezó a canalizar de una forma mucho más civilizada el pluralismo de ideas.

Pero eso si, que no quede duda: más, mucho más influyó el terremoto de 1985 en la Ciudad de México para impulsar una nueva cultura ciudadana, con el establecimiento de un verdadero esfuerzo comunitario, de solidaridad y autogestión, que vino derivando después en una gradual transición, aún hoy inacabada y dolorosamente pausada durante 18 años, pero el día de hoy, con más avances que nunca, hacia una consolidación democrática.

Enrique Peña Nieto y Luis Echeverría Álvarez