En la ciudad y puerto de Acapulco, otrora meca del turismo internacional (décadas de los años 50, 60, 70 y una ‘colita’ de los 80) ha venido en caída libre. Y enternece el ver cómo la gente que hoy vive ahí, que ya no son los que vieron en Acapulco en sus tiempos de gloria, sea porque son ya finados o porque de manera sabía se supieron largar a tiempo, caen en el autoengaño de creer que porque el cantante hispano Luis Miguel ofreció un par de conciertos en el puerto es que ya Acapulco ‘renació y vuelve a brillar como destino turístico.

Veamos, Acapulco (aún antes de los huracanes) ya languidecía, se limitaba a ser (que no era poca cosa) la playa de la llamada “megalópolis”, es decir, la mancha urbana que constituyen no solo la Ciudad de México, sino estados circunvecinos de la zona centro del país, como Puebla, Edomex e Hidalgo, entre algunos otros, con la particularidad, luego de los inmensos daños, permamentes ya no pocos, infringidos por el bestial mega huracán Otis en condominios, hoteles, yates y casas, que la mayoría de estos propiedad de gente de altos recursos económicos, fenómeno por el cual ya Acapulco sí continúa siendo la playa de esa parte ya citada del país, pero con la diferencia que ahora es la playa y el antro de lugares como Ecatepec, Iztapalapa, Ciudad Neza y Cuautitlán Izcalli. Que obvio son ahí bienvenidos y generan riqueza por medio de la redistribución nacional del ingreso, pero dejan ya por completo al margen a Acapulco de cualquier resabio ó atisbo de glamour.

Volviendo al tema Luis Miguel, el señor (gran cantante, pero muy lejos ya de su ‘prime’ no ha logrado llenar plazas del interior del país, como Irapuato y Morelia) y donde el otrora personaje con aura de inalcanzable y etéreo es anunciado ahora para asistir a sus conciertos hasta en pueblos aledaños a donde se va a presentar, por medio de perifoneo u otras tácticas publicitarias hace décadas impensables en torno a su figura, como en la localidad de Maravatio, por ejemplo. Vamos, que es un cantante ya del pasado, que lo que hace ya es exprimir lo que él sabe son sus últimos años con su excelente voz (así no saque material nuevo desde hace más de 20 años), sumado que no se supo administrar en lo económico y amigos suyos tuvieron que acudir a su rescate financiero produciendo una serie televisiva en donde fue preciso el mostrar algunos episodios patéticos de su tristísima vida íntima y familiar; o sea que, el que eventualmente se presenten en Acapulco Quico y/o La Chilindrina y sus respectivos shows no distan gran cosa del caso Luis Miguel.

Que avisen cuándo pise Acapulco una Katy Perry, por ejemplo, o una Taylor Swift, una Lana del Rey o una Angelita Aguilar y familia con su espectáculo de clase mundial. No, señores acapulqueños, siento decirles que ese destino turístico es ya una ciudad cadáver, con un aeropuerto cada día más en el abandono, cuando la llegada de un crucero es motivo de algarabía (en sitios como Cozumel se llegan a juntar cinco en un día), y con una situación de miseria generalizada, no sólo material, sino que también ética, moral, espiritual, intelectual, cultural, de infraestructura y de toda índole, donde ya los gobiernos están rebasados y a lo único que apuntan es a intentar y parchando lo fundamental para que, no vaya a ser el diablo, deje un día de ser el destino de playa favorito del populacho mexicano, que viene a las tiendas de conveniencia a surtirse de licores corrientes para, acto seguido, irse a la playa a ensuciar y hacer desfiguros.