“Levantarle la voz a un hombre”, “no hacerle el lunch en la mañana” y no querer tener relaciones sexuales con la pareja sentimental pretextando dolor de cabeza, deberían considerarse microviolencia, según la óptica del diputado morenista Marte Alejandro Ruiz Nava.
Y es que cuando se supondría que el machismo se va quedando en el pasado siempre hay quien pone la cereza en el pastel con comentarios ofensivos y misóginos que denigran a la mujer tanto en el ámbito doméstico como en el social, económico y laboral.
Marte Alejandro, diputado local en Tamaulipas, dijo lo anterior a la prensa añadiendo que no existe una dependencia como el Instituto del Hombre (en analogía al Instituto de la Mujer) para atender la violencia que ejercen algunas mujeres contra su marido, por ejemplo, recalcó, no tener relaciones íntimas cuando él lo desee.
Si no fuera trágico, sería cómico, pero por desgracia las barbaridades que dijo Ruiz Nava es un reflejo de lo que opinan un buen número de hombres en nuestra sociedad, cuyo subconsciente no logra desprenderse la idea de ver a la mujer como objeto sexual, llegando a cosificarla y considerarla como algo de su propiedad, confinada a lo doméstico. Pésimo que lo haya dicho un funcionario público, de quien se espera empatía y no agresión.
Violentar a una mujer en forma verbal se ha normalizado en nuestro país y aún existen personajes de la vida pública que en medios digitales y redes sociales siguen perpetuando la misoginia. Ahí tenemos a Adrián Marcelo, en La Casa de los Famosos, quien aprovechando una plataforma con altísima audiencia, ha exhibido una masculinidad tóxica que, lo crea o no, le gusta a muchas personas que aplauden su “humor negro” y hasta se ríen de sus comentarios sexistas.
El tamaulipeco Marte Alejandro Ruiz Nava no es famoso como Adrián Marcelo, pero sí tuvo sus cinco minutos de mala fama. Le costarán muy caros, sin duda, pero sus tonterías lo hicieron tendencia.
A veces a los políticos hay que tratar de descifrarlos o de plano ponerles traductor.
La idea que quiso expresar lo hizo mal y en un pésimo momento. El término “microviolencia” siempre me ha parecido inadecuado. Al decir micro de inmediato pensamos en poquito, poco, diminuto y la violencia daña siempre, no “tantito”, mucho menos cuando escala y puede terminar en bullying, agresión física o psicológica o incluso en tragedia, por ejemplo un homicidio.
Marte Alejandro quiso decir que hay hombres violentados, lo cual es una realidad, pero los ejemplo que usó lejos de concientizar o visibilizar esa violencia causan indignación.
Pensar en una dependencia que atienda a los hombres víctimas de violencia doméstica no es una idea tan descabellada, pero aquellos varones que sufren agresiones dirán “no me ayudes, compadre”.
De manera cercana conocí a un hombre que casi es asesinado por su pareja, quien pasó de las ofensas, los celos, los gritos, y minimizarlo (¿Microviolencia?) hasta clavarle un cuchillo mientras dormía pues pensaba que le era infiel. Gracias a que despertó durante el ataque, sobrevivió, pero el periplo que vivió esta persona fue tremendo y cuando quiso denunciar, en el Ministerio Público se rieron de él y los amigos lo tacharon de “marica” (el término lo detesto, lo dejo claro). De plano el señor desistió en su intento de denunciar y cuando le preguntaban que por qué andaba herido, dijo que lo asaltaron. Posteriormente abandonó la ciudad.
En casos como este, que repito, no son pocos, es la misma sociedad machista la que invisibiliza esta dolorosa realidad que viven algunos varones, pero poco se podrá avanzar si seguimos normalizando la violencia doméstica, en mayor número hacia la mujer, aunque los hombres no están exentos.
Lo grave, insisto, son los señalamientos absurdos hacia la mujer que no prepara un lunch o no desea tener sexo.
No justificaré y espero que nadie lo haga, que el diputado tamaulipeco se haya quejado de esas “microviolencias” cosificando a la mujer y denigrándola a un objeto sexual, pero en una sociedad que pretende ser igualitaria la atención hacia quien sufre violencia debe darse por igual, sin importar su preferencia sexual o su género.
Construir una sociedad más justa es tarea de todos y todas. Ojalá Marte Alejandro lo piense dos veces antes de hablar.