Pocos escenarios veían en la llegada de López Obrador a la silla presidencial una copia tan fiel en el fondo pero burda en las formas del presidencialismo priista de mediados de los 70, del priismo servil y casi humillante que respondía “la hora que usted quiera” a la pregunta del ejecutivo federal ¿Qué hora es?

Mitos y leyendas entorno a las llegadas al poder envuelven a muchos de los grandes políticos de la época moderna del siglo pasado: esperas prolongadas afuera de oficinas, centenas de invitaciones o favores para obtener la atención y el favor del de arriba y así poder ser considerado, son solo algunas de las más comunes y humanas que se han contado.

Con la Cuarta Transformación estamos viviendo un copy paste de situaciones parecidas pero en extremos casi humillantes y además completamente inesperados.

El actual sistema político del partido en el poder no se guía por el favor que puedan obtener de la ciudadanía gracias a una buena gestión de gobierno o al cumplimiento de promesas y compromisos de campaña, casi todos los militantes y aún los gobernantes del movimiento buscan captar la atención y las buenas miradas del presidente Obrador, casi al punto de olvidar que ya están en el poder.

Uno de los ejemplos que mejor evidencian este extraño fenómeno es el que ocurre en Campeche con Layda Sansores, quien fuera de las peores alcaldesas en la historia de la CDMX (logro nada sencillo de romper pero que le merece bombo y tarola), hoy se enfrasca cada martes en ser una vocería de lo que parecieran los caprichos del emperador con su “programa informativo” que más bien parece un Ventaneando mezclado con Sabadazo, Martes de Jaguar, donde se ha enfrascado ya en una batalla contra Alejandro Moreno, actual dirigente del PRI y ahora en un intento fallido por demeritar la imagen de Ricardo Monreal dentro de Morena; pero donde consigue reflector gracias a lo chusco y no a la calidad de contenidos, ya ni qué decir de la calidad de un buen gobierno.

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Otro ejemplo es el de las recientes video columnas de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, quien intenta usar sus plataformas digitales de comunicación por internet para golpetear a Felipe Calderón, el ex presidente que todo Morena se encarga de ofender cada segundo pero que el gobierno no ha tocado para nada, o donde se posiciona al igual que su jefe, que habita en el edificio contiguo, en contra de los mismos medios y de las mismas notas que el de arriba menciona en sus mañaneras.

Por si fuera poco y aunque parezca difícil de comprender, si los gobernantes están dispuestos a este tipo de exposiciones, los militantes, algunos, pero sobre todos los que habitan en las plataformas de las redes sociales, están aún más dispuestos a perder la poca dignidad que aún les queda con el fin de mantener un hueso, por pequeño que este sea o por no dejar de pertenecer al cada vez más grande club de Toby cuatroteista.

Esta subordinación de malos bailarines resulta en una danza imposible de ignorar, en un morboso espectáculo que provoca sensaciones un tanto desagradables, más por las muchas expectativas que se tenían de un show con calidad que por el ridículo que las y los participantes causan en los espectadores.

Es normal que las filias y fobias generen desbordes pasionales que nos hagan caer en situaciones fuera de lo común, es normal que una conversación por defender al que creemos es el mejor equipo de fútbol el mejor futbolista pueda provocar exaltaciones, lo que no debería ser normal es que estas sensaciones humanas, que rayan en el límite de lo respetable, generen gastos a los erarios públicos y conviertan a los servidores públicos en serviles peones al placer y humor del quemas poder tiene.

Twitter:@PepeGalaviz