Me llamo Maryfer Centeno. Soy grafóloga.

Los últimos meses han sido muy duros para mí y me estresa escribir esto mientras me siento rodeada de amenazas y de insultos en las redes sociales.

Uno debe empezar por el principio, y la historia empieza en julio, cuando un señor empezó a sacar una serie de videos sobre mí donde se me dijo “perra”, que me iban a enseñar su “ese” (señalando su miembro sexual), después dijo que yo había estafado a una señora de nombre Rosalinda en el año 2003, lo cual es imposible debido a que en el 2003 yo tenia 12 años.

Siempre han existido críticas al trabajo y son absolutamente válidas, incluso necesarias, sin embargo, sin fundamentos ni conocimientos se ha pretendido agredir y desacreditar a todo un gremio de estudiosos de la grafología. Y lo que no es necesario ni debe ser permitido es la violencia, la humillación y la denostación, hoy por hoy, es importante entender que hay diferentes tipos de violencia y también es importante darle voz a los estereotipos que tanto daño nos han hecho como sociedad.

Después de muchos, muchos videos, alentada por diversos grupos feministas y amigos, decidí denunciar. Pensé que de esta manera le pondría un alto a esta persona, es decir, pensé que al menos me dejaría de molestar. Sin embargo, no fue así, al contrario, las agresiones siguen y siguen creciendo todos los días en mi contra, haciendo más videos e incluso invitando a sus seguidores a que me odien, lo cual sonaría no tan grave, pero ha llegado el punto donde me quieren arrojar ácido en la cara, porque supuestamente la grafología es un engaño.

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Para mí es importante mencionar que en este camino de la denuncia he encontrado a otras mujeres que también lo han denunciado, inclusive una de ellas, que debido a su origen judío, nuestro agresor se atrevió a decirle “que la envíen a campos de concentración”, haciendo referencia a “un señor de bigotito”, refiriéndose a Hitler, situación que incluso llegó a la Conapred.

Hay más datos del agresor, donde se le ha señalado en notas acerca de como esta misma persona aparentemente filtraba fotos íntimas de estudiantes de la BUAP . Todo lo anterior consta en autos, en carpetas de investigación y en artículos de la prensa escrita.

En realidad, la denuncia va por discriminación por amenazas y mis abogados piensan que también se configura acoso sexual debido a que en más de una ocasión dijo que me iba a enseñar su “ese”, conducta que está tipificada dentro de la ley. Por otro lado, hoy por hoy, contamos con más espacios para mujeres, también con leyes más eficaces.

Es impresionante la cantidad de ofensas y de insultos que me han dicho en las redes sociales. Se inventa información al grado ridículo de decir que que mi mamá trabaja en la Fiscalía número 50, cuando evidentemente no es así.

Hemos llegado a normalizar de tal forma la violencia psicológica, mediática, verbal y digital que no nos damos cuenta que expresiones como: “te voy a jalar de los pelos, perra, no has visto mi S, monógama aburrida” son tan violentas y dañinas que el odio se transmite en una sociedad que no necesita ese tipo de contenidos, que resultan peligrosos para las mujeres y la sociedad en general.

Pienso que al ser una persona pública, debe servir de algo alzar la voz. Ojalá que en esta ocasión sirva para que otras mujeres que en sus trabajos o en sus casas, que son víctimas de violencia psicológica o de violencia digital o laboral, se sientan con las herramientas suficientes, pero sobre todo con el amparo de leyes justas que procuren la igualdad y el respeto mutuo.

Todo este proceso me ha llevado también a una gran autocrítica. Estoy segura que todo esto nos va a servir tanto a mí como a otros comunicadores para ser conscientes que la violencia digital psicológica y mediática es tan grave como la violencia física, solamente que una no te deja moretones visibles.

A partir de este hecho, por supuesto que seré más sorora, más empática y más respetuosa con otras mujeres. Pero también me gustaría que de alguna forma se hiciera justicia en mi caso y que se le pusiera un alto a la violencia que ejerce sobre mí aquella persona que se dedica a monetizar sus redes a costa de lo que sea; a lucrar sin medida y opinando de temas que desconoce, que no tiene estudios y que altera la información a su conveniencia, pero sobre todo, a través de la humillación a mi persona y a la de muchas más que ahora alzan la voz.

Escribo estas líneas con el corazón en la mano y la frente en alto, porque mi intención es detener a un violentador.