Sonora Power
Ni duda cabe que una de las declaraciones más polémicas que ha ofrecido el presidente Andrés Manuel López Obrador es esta de que México tendrá un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, país nórdico que implementó un sistema de acceso universal a la salud, que parte de la lógica del llamado Estado de bienestar.
Hay muchas diferencias de fondo entre México y ese país, en especial por el volumen de población, ya que nuestro país es el décimo más poblado del mundo con 128 millones de habitantes, mientras que Dinamarca tiene solo 5 millones de habitantes, además de que el territorio mexicano es enorme en comparación con el danes.
Pero más que ese “pequeño detalle” con fuertes implicaciones respecto a los costos y la logística que esto representa, en términos de instalaciones, personal médico, medicamentos y demás, creo que es evidente que uno de los efectos más notorios del persistente saqueo de que fue efecto nuestro país por décadas, es justamente esto de que se heredó un sistema de salud en ruinas.
Esto es sin hospitales, sin medicinas, con equipo obsoleto y más importante que cualquier otra situación, sin médicos.
El abandono de los sistemas de salud, comenzando por el Instituto Mexicano del Seguro Social, el ISSSTE y los sistemas estatales fue una situación más que evidente, la población derecho habiente de la salud institucional, o peor aún, quienes no tenían cobertura, sabían que enfermar era sinónimo de una crisis para ellos y para sus familias, y que muy seguramente un padecimiento grave, podría acabar con las finanzas familiares y personales, con su patrimonio y muy probablemente con sus vidas.
La salud se convirtió en un lujo, una ventaja para aquellos que tuvieran los suficientes recursos, dinero para pagarse un hospital privado, consultas con médicos particulares y tratamientos incluso en el extranjero.
Atenderse en el IMSS o cualquier institución del Estado mexicano, implicaba esperas interminables, el pago de costos ocultos ilegales, porque todos los servicios especializados estaban subrogados y la necesidad de comprar las medicinas —que nunca había— en farmacias privadas. Todo esto con las consecuencias patrimoniales ya descritas.
En muchos casos (me incluyo en este ejemplo con la experiencia familiar que pasamos con la enfermedad y posterior muerte de mi padre) las familias debieron encontrar los caminos para atender la salud de sus seres queridos, con los costos que esto implica para su patrimonio, lo que no deja de ser paradójico, pues se supone que un derechohabiente de los servicios de salud debía ser atendido.
Lo más indignante es que de acuerdo con la Constitución en México el derecho a la salud es un derecho universal y gratuito, el detalle es que nada de eso fue cierto hasta ahora.
Está claro que el sistema de salud fue recibido en ruinas por el gobierno de López Obrador, como ya describí aquí no había instalaciones, equipo, personal, ni medicamentos.
Lo que había era simulación, el famoso “Seguro Popular” no era más que un engaño, y quien se haya atendido en uno de los hospitales de ese instrumento, recordará que ahí al usuario le cobraban todo, las medicinas, los turnos, los análisis, los servicios especializados y todo lo demás.
Había también negocios millonarios, se gastaban cantidades fabulosas de dinero, 80 mil millones de pesos al año en medicinas, que nunca se surtían a los pacientes.
Es muy interesante lo que sucede hoy en día con el sistema de salud, porque para comenzar hay una visión de parte del gobierno de la República de cumplir con el mandato constitucional de que la salud sea universal y gratuita, pero se han debido enfrentar retos formidables.
En Sonora por ejemplo a mitad del gobierno priista de Claudia Pavlovich se anunció la construcción de un hospital de especialidades, con un costo de mil millones de pesos, el hospital se dejó en obra negra, los recursos se los robaron, tanto los que eran para la obra física, como los del equipamiento, el gobierno de López Obrador debió tomar el proyecto y terminarlo y hace 7 meses que ya inició un lento proceso de transición, sin embargo es ya un nosocomio completo, con equipo, personal médico y auxiliar suficiente e instalaciones de primera.
Lo más importante es que ahí ningún servicio cuesta un centavo.
Esa es la visión de la 4T cuando habla de un sistema de salud igual o mejor que el Dinamarca.
El proceso por supuesto es largo y tortuoso, además de instalaciones de primera como el hospital al que hago referencia, hace falta personal médico, el tiempo para formar nuevos médicos es largo y por eso es que se han planteado estrategias como traer médicos especialistas de otros países como Cuba, también el recontratar a Médicos jubilados para que en un plazo de 5 años ofrezcan el soporte médico y esto dé el espacio a que nuevas generaciones de especialistas médicos egresen de las universidades y se integren al servicio.
El presidente me dijo ayer que ya se compraron medicinas suficientes para los próximo 2 años y que poco a poco se avanza.
Faltan trechos enormes, pero el presidente ha hecho el compromiso de que eventualmente México podrá tener un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, el reto es mayúsculo, insisto por las dimensiones de México, su enorme población y las grandes carencias.
Pero al día de hoy, ya existen diferencias tangibles.
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