Hay gente que vive del miedo. Literal. Y no, no me refiero solo al narco (aunque también).
Me refiero a todo un ecosistema de empresas, políticos, medios y hasta vecinos paranoicos que han hecho de la inseguridad un negocio redondo.
Y tú, mientras tanto, viendo cómo suben las rejas de tu colonia mientras baja la esperanza.
La violencia ya no solo mata, factura.
Cámaras, alarmas, cercas, vigilantes privados que más bien parecen adorno. Escuelas con botones de pánico, apps de seguridad ciudadana que nadie revisa, cursos de defensa personal. Y por supuesto, seguros contra secuestro (sí, existen). Todo eso cuesta. Y mucho.
Pero el miedo se vende fácil.
Y como en este país todo mundo está asustado, todo mundo compra lo que puede para sentirse aunque sea un poco “seguros”.
¿Y el Estado? Pues ahí anda, dizque arreglando las cosas
Mientras tú cooperas con los vecinos para pagarle a un guardia que ni portación legal tiene, el gobierno militariza las calles. Mientras tú blindas tu coche (los que pueden), ellos recortan al Poder Judicial.
Y mientras tú solo quieres que tu hija regrese viva de la escuela, las instituciones son cada día más y más debilitadas.
Foucault ya lo había dicho (pero no sé quién lo recuerde o a quién le importe..)
El poder no siempre se impone con fuerza. A veces basta con que tengas miedo. Miedo de hablar, de salir, de confiar, de protestar. En México, el miedo funciona como método de control. Y lo peor es que ya lo normalizamos. Vivimos en modo supervivencia y paranoico como si fuera lo lógico.
Hoy la seguridad es como el WiFi: mejor si pagas más. Los ricos viven en burbujas blindadas. Los pobres se encomiendan a Dios y a la suerte, van con brujos, se hacen limpias.
La clase media hace lo que puede. A veces funciona. A veces no (también van con brujos y se hacen limpias)
La seguridad dejó de ser un derecho y ahora es un servicio premium.
Y eso, digan lo que digan, no es democracia ni de gobiernos progresistas.
¿Entonces por qué no se acaba la violencia?
Fácil! Porque si se acaba, también se acaba el negocio. Y a nadie le gusta perder clientes. Menos cuando el miedo se vende solo.
Moraleja: en México, el miedo se lucra. Y todos somos clientes.
Así que sí, el narco hace lo suyo. Pero el verdadero sistema es el que factura mientras nos escondemos.
Y mientras no lo veamos, seguiremos viviendo en un país donde tener miedo deja más dinero que vender gasolina.