Recuerdo algunas de las frases del extraordinario personaje de Star Trek, mitad humano, mitad vulcano, el señor Spock: “Los hechos insuficientes siempre invitan al peligro”. “Sin seguidores, el mal no puede propagarse”. “Una vez que hayas eliminado lo imposible, lo que quede, por improbable que sea, debe ser la verdad”. “¿Puedo decir que no he disfrutado mucho sirviendo a los humanos? Sus emociones ilógicas y tontas me irritan constantemente”.
Antes de morir, en 2015, a los 83 años, Leonard Nimoy, el legendario actor que interpretó al señor Spock en Star Trek, decía que muchas personas se identificaron con Spock porque “reconocieron en sí mismos este deseo de poder ser lógicos y evitar el dolor de la ira y la confrontación”.
Frente a la aparente irracionalidad que vemos hoy en el ámbito político, en muchas naciones, necesitamos volver la mirada a los argumentos de la racionalidad. Nuestro compromiso debería ser siempre con la razón y la verdad. Pero hemos sido testigos, recientemente, de todo tipo de discursos, etiquetas, creencias y análisis extravagantes.
En su libro publicado en 2021, “Rationality: What It Is, Why It Seems Scarce, Why It Matters”, Steven Pinker, profesor de Psicología en Harvard, explora lo que se interpone entre nosotros y el logro de la racionalidad. La falta de racionalidad es una crisis que debe ser atendida porque causa todo tipo de perjuicios en un país que está en transformación.
Me llamó la atención el encabezado del capítulo diez del libro: “¿Qué le pasa a la gente?” Yo me preguntaría aquí: ¿Qué le pasa a los políticos? Los políticos, en todos los países, deberían ser racionales. Y no lo son lo suficiente. La falta de racionalidad es una crisis que debe ser atendida con urgencia. No podríamos aceptar que los líderes pierdan la cabeza.
Cuando se acercan las elecciones en cualquier país, nos cuesta más trabajo comprender a la gente. Algunas personas actúan de forma irracional y hostil. Aparecen teorías de la conspiración, los posicionamientos políticos son extremos, las noticias falsas abundan. Todo esto nos lleva a un entorno de polarización, agresividad y poca convivencia social.
Parecería que los políticos están perdiendo su capacidad para reflexionar, para empatizar y ser receptivos a nuevas ideas, enfoques y perspectivas. Hace falta lucidez y eficiencia cognitiva. Lo peor de todo es que parecería que los políticos no son conscientes de que están actuando de ese modo.
Creo que en el entorno actual, la racionalidad sí debería importarnos. Ante la incertidumbre, necesitamos sensatez y equilibrio. Ante los sesgos cognitivos, se requiere sentido del juicio, racionalidad, normalidad, respeto y lógica.
Steven Pinker explica en su libro que la conducta irracional está medida por tres sesgos:
- Razonamiento motivado. Es el rechazo a los razonamientos lógicos porque las conclusiones no se ajustan a nuestros deseos. Algunas personas rechazan una secuencia de razonamientos porque les conduce a una conclusión que no les gusta. Hacen acopio de recursos retóricos para alcanzar la conclusión a la que quieren llegar.
- Sesgo del equipo propio. Sólo se aceptan las ideas y los pensamientos que sintonizan con las propias ideologías. No importa que algo tenga mayor validez o veracidad; sólo importa lo que se ajusta a nuestras creencias (aunque sean irracionales). Algunos individuos son mucho más sensibles a los argumentos del grupo con el que se identifican y se oponen siempre a los de los grupos rivales.
- Mentalidad mitológica. Hay creencias sobre el mundo real, comprobable y otras de carácter mitológico. La mentalidad realista permite que las personas se relacionen con su entorno, intentando contrastar y validar sus convicciones. La mentalidad mitológica da validez a ideas no porque sean lógicas y verídicas, sino porque se ajustan a las propias narrativas morales, religiosas o de una ideología política concreta. Tienen una función que cumplir.
Así como en el Apocalipsis, Pinker describe “los cuatro jinetes de la irracionalidad”:
- Falta de reflexión. Las personas optan cada vez más por un pensamiento rígido que es producto de una mente cerrada, que se niega a aprender. No se interesan por otras opciones. No leen ni analizan la información que les llega. No aplican el razonamiento lógico, ni el enfoque crítico, ni los métodos experimentales.
- Ecología de la información deficiente. Desafortunadamente, la mente humana se está habituando cada vez más a no pensar. Permitimos que las redes sociales y los teléfonos celulares piensen por nosotros. No filtramos la información que nos llega, damos veracidad a las noticias falsas, creemos en la opinión sesgada, en los datos que otros manipulan. Dejamos que otros influyan en nuestras emociones.
- Tribalismo. En pleno siglo XXI, todavía son muchos los que siguen aplicando una mente primitiva y cavernaria orientada al tribalismo. Es el amor por el grupo cerrado. Quien opine diferente es un enemigo. El que no sea como nosotros se convierte en persona amenazante de la que hay que defenderse. Nuestras mentes están adaptadas a un mundo pleistoceno de recolección y caza, un mundo en el que mantener un lugar en un grupo unido e interdependiente era de suma importancia. Ahora que vivimos en un mundo complejo y fluido, nuestras mentes de la edad de piedra buscan seguridades tribales que se vuelven cada vez más efímeras.
- Moralismo. Engendra un pensamiento motivado, egoísta y que sirve a un determinado grupo o ideología. Es una tendencia tóxica y negativa, por la que se tiende a juzgar o criticar a los demás, o a sus razonamientos, sólo porque no encajan con el propio sistema de valores de uno mismo. El moralismo se ocupa de los absolutos y abrevia el pensamiento crítico. Engendra un pensamiento motivado, egoísta y al servicio del grupo. El moralismo ofrece las calorías vacías de sentirse bien con uno mismo mientras se falla en hacer el arduo trabajo de pensar en las implicaciones de los propios juicios.
Pinker dice que no es cierto que las redes sociales -que son instrumentos excelentes para la propagación de noticias falsas- sean las responsables de la irracionalidad. Son personas, no algoritmos, quienes compiten en las elecciones y dirigen a las naciones. “Creo que si los políticos fueran más racionales en sus decisiones nos harían más felices”. Argumenta que “las democracias están abiertas a la retroalimentación del mundo. Las autocracias no”. Pinker cita a Upton Sinclair: “Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.
En una entrevista reciente en el Financial Times (octubre 23, 2022), Pinker argumenta que “los humanos tienen una ‘mentalidad de mitología’ cuando se trata de cosas fuera de su experiencia personal: estamos felices de creer cosas de las que no hay evidencia. Por lo tanto, a menudo es racional complacer la irracionalidad de los demás: los políticos republicanos deben fingir que no creen en el resultado de las elecciones de 2020. Es por eso que tenemos instituciones: como la ciencia, el periodismo responsable, la democracia liberal, un sistema judicial. Así que el problema de la racionalidad es en realidad un problema político de defensa de las instituciones y disminución del partidismo”.
Steven Pinker concluye que la racionalidad paradójica de la emoción irracional, la lógica de lo ilógico, es infinitamente estimulante y ha inspirado muchas películas como “El halcón maltés”, de 1941, protagonizada por Humphrey Bogart y Mary Astor. Cuando el detective Sam Spade desafía a los secuaces de Kasper Gutman a matarlo, sabiendo que lo necesitan para encontrar el halcón con joyas incrustadas. Gutman responde: “esa es una actitud, señor, que exige el juicio más delicado de ambas partes, porque como usted sabe, señor, en el fragor de la acción es probable que los hombres olviden dónde están sus mejores intereses y se dejen llevar por sus emociones”.
Tristemente, parecería que, en muchos países, la política en época de elecciones es todo un monumento a la irracionalidad.
Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino