Precisamente ayer, a través de este espacio de opinión, hicimos énfasis en la crisis que actualmente vive el PAN. Llevamos a cabo, de hecho, una interpretación de lo que puede llegar a pasar si las encuestas confirman lo que han ido esbozando. A la par de ello, de igual manera, puntualizamos como ha venido desvaneciéndose esa idea absurda de que los gobiernos estatales, en estos tiempos actuales, tienen injerencia para entregar el gobierno. Se acabaron aquellas épocas autoritarias y hegemónicas donde el poder centralizaba la toma de decisiones. El único poder actual de esa democracia, que ha ido fortaleciéndose, es la determinación de la población en su inmensa mayoría. En efecto, pusimos el ejemplo del gobernador de Querétaro, que, ante los ojos de la militancia, dijo que no entregará el gobierno a Morena, sino al propio panismo.

Cualquier esfuerzo por pretender tener injerencia en una elección gubernamental, será insuficiente. Muchos aseguraban que el PRI, que construyó un dominio a lo largo y ancho del país, jamás perdería el Estado de México. Con esa misma narrativa, el PAN juraba que ganaría nuevamente Yucatán. Hubo, a nuestro juicio, dos elementos claves que los llevaron a la derrota. El primero, queda claro, el momento histórico que vivió el movimiento con el triunfo arrollador de Andrés Manuel López Obrador en 2018. Eso, como tal, marcó un hito para ofrecer un programa de nación que, con esa gama de prioridades, atendiera las necesidades de la ciudadanía. Y vaya que la oposición dejó un desaseo en la rendición de cuentas. A la par, de igual forma, otro elemento que permeó para que la sociedad saliera a ondear la bandera de la esperanza, fue el hartazgo que reinaba hacia el conservadurismo.

Por esa y por muchas razones se ratificó el triunfo de Claudia Sheinbaum el pasado 2 de junio. De hecho, la población volvió a mostrar su cariño por el proyecto que ahora heredó la presidenta actual. Ya hemos hablado que esa situación, en sí, ha hecho aumentar la simpatía en la causa del lopezobradorismo. Si hoy fueran las elecciones intermedias, Morena, en todas las entidades donde habría relevo del ejecutivo, tiene inmensas posibilidades de ganar. La coalición Seguimos Haciendo Historia, por ejemplo, no solo acortó la brecha en Chihuahua y Querétaro, sino que hay datos que, en ese vaivén de números, muestran que Morena superó en intención del voto a estas alturas.

Ya sé que dirán que Aguascalientes fue la única entidad que ganó Xóchitl Gálvez; sin embargo, la distancia, a comparación de otras entidades, fue sumamente mínima en el margen que los separó. Eso, de entrada, pasó hace casi diez meses. Son muchos elementos los que, de manera clara, juegan a favor para que el mosaico electoral se mueva de un polo a otro. Morena, en ese punto, se ha ido consolidando como una fuerza muy competitiva. Ha crecido y, de paso, fortalece el trabajo territorial y de base. Eso lo comprobamos en entidades como Estado de México y Yucatán, donde soplan aires del proyecto de transformación. Esa misma esperanza, a propósito de ello, se respira en Aguascalientes. Esa tendencia, al menos en las encuestas que se han publicado, hablan de un empate técnico e, incluso, de un paso adelante del lopezobradorismo. Eso ocurre, evidentemente, en el momento de mayor apogeo de la presidenta constitucional que, por cierto, fue ovacionada en su visita a ese territorio.

Esa apreciación que tuvimos, sumado a los datos que han desembocado en las redes sociales, son elementos que nos pueden llevar a concluir que Morena, en un par de años, tiene posibilidades inmensas de ganar la elección en Aguascalientes. El tema, como pasará en la mayoría de gubernaturas, será la designación del género. Siendo así, que no nos extrañe que esa responsabilidad recaiga en un hombre. De hecho, esa concepción se nutre con el salto que ha tenido uno de los diputados con mayor dinamismo y activismo en las mesas de análisis. Hablo de Arturo Ávila, pieza clave del engranaje de las reformas constitucionales en San Lázaro. Y no solamente viene en pleno despegue, sino que su liderazgo, en este preciso momento, lo colocan como el mayor activo político de Morena en aquel punto crucial para el lopezobradorismo.

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Después de todo, esa debacle que vive el PAN, al final de cuentas, terminará por cobrarles factura en las tres entidades que, con esa lógica, pasarán a manos de Morena. Una de ellas, evidentemente, es Aguascalientes. Eso, de hecho, comienza a sentirse en los propios discursos de los dirigentes de oposición, que solo se quejan de la presidenta constitucional de México en lugar de ponerse a trabajar con la población. Estamos hablando de una situación inexorable; no hay nada que detenga ese paso contundente que ha colocado a Morena en la cima. Todo ello, desde luego, se debe a la congruencia política de un movimiento que, en décadas, ha sabido cumplir al pueblo. En lo social, naturalmente, podemos asociarlo a todas las políticas públicas que han ido aterrizando para mejorar la calidad de vida de la gente.

Ocho de cada diez mexicanos confían plenamente en la presidenta constitucional. Eso habla, en cierta forma, que las críticas de la oposición no importan ni mucho menos cobran mayor sentido. Por eso Morena, en ese momento inmejorable, aspira a ganar todas las gubernaturas que estarán en juego, incluyendo Aguascalientes donde ha cerrado la brecha y, dicen los que saben, hay relevo generacional que pondrán, primero, toda esa capacidad que muestran en las mesas de análisis y entrevistas para ganar la encuesta. Después, queda claro, hay que coronar ese liderazgo con la joya de la corona: la gubernatura de aquel estado.