El poder tiende a nublar la vista de los gobernantes y de las personas que los acompañan, cobijados por la abundancia y respaldados por un aparato que trabaja a su favor, creen ingenuamente que las cosas siempre seguirán iguales; por eso bien dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena.

Los resultados de la revocación de mandato del pasado domingo, deberían ser una señal de alerta para Morena, sin embargo, con su nula capacidad de autocrítica, prefieren tratar de manipular y sacar del contexto los números para que estos funcionen a su favor; acusar a los contrarios, al arbitro y a quien sea, con tal de no asumir sus responsabilidades y seguir dormitando en este sueño efímero que al menos que algo cambie, pronto va a terminar.

El derroche fue evidente, hubo propaganda a la vista de todo el país en espectaculares, lonas, viniles en el transporte público, playeras y demás; pero también hubo un uso descarado del aparato de gobierno para operar la elección y movilizar votantes, sobre todo aquellos que en situación de vulnerabilidad reciben actualmente algún programa social del gobierno.

A pesar de todo lo anterior, quedó exhibido que el voto duro del Presidente y su partido, en su plena plenitud del poder, es de 15 millones de votos, la mitad de lo que obtuvo en 2018, y eso a pesar de que hoy cuenta con más de la mitad de los gobiernos estatales y todo el aparato del gobierno federal a su favor.

Está claro que la otra mitad que ya no votó por él, es un sector de la población que no es ferviente seguidora de AMLO y su proyecto, y son ciudadanos que de un momento a otro podrían decantarse por otra alternativa política en la elección de 2024.

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Morena debe entender eso, los votos que han perdido pueden ser tomados por otro candidato, pero también deben de entender que en los dos años que restan antes de la sucesión presidencial, el gobierno seguirá teniendo desgaste, y conforme se acerque la elección y se cierre el marcador, las lealtades serán puestas a prueba y tal como ha ocurrido antes, habrá quienes decidan abandonar el barco antes de que se hunda, y más aún, si la tierra está ya a la vista; es decir, si el tiempo del actual gobierno es tan corto, que ya no teman por las represalias que hoy día si pueden llegar a tener.

Por eso sorprende el triunfalismo desmedido, sorprende que festejen con un respaldo real del 17% del padrón electoral, que no alcanzaría si en la elección del 2024 la sociedad civil encabezara un proyecto de unidad que lograra una participación igual o mayor al 60% de la lista nominal.

Pero a pesar de esto, a pesar de los errores, las pifias, la soberbia y la falta de resultados del actual gobierno, no todo esta perdido para ellos, porque en la acera de enfrente, en la oposición, tampoco parecen entenderle. A poco más de 2 años de que se decida el futuro del país, los partidos contrarios al Presidente no parecen tampoco encontrar el rumbo; no han logrado captar a la sociedad que se ha desencantado del actual gobierno, no hay un proyecto propositivo que no pelee con los programas sociales ni con sus beneficiarios, que recorra el país a pie, que se sensibilice y se comprometa a estar cerca de la gente, que no caiga en el juego de la polarización. Pareciera que creen que en automático, cada voto que pierda AMLO les caerá directamente.

Así la realidad política en nuestro país, donde cada propuesta política se fortalece por los errores de su contrario y no por los aciertos de ellos mismos. No hay apertura, autocrítica, ni se está escuchando a la ciudadanía. Por eso está claro que Morena no entiende, pero parece que la oposición tampoco.