Evocando de manera distorsionada la frase “poca política y mucha administración” con la que Porfirio Díaz pretendía sintetizar los logros de su gobierno. Para la Cuarta Transformación aplica la del titular. El presidente López Obrador ejerce de manera satisfactoria el quehacer político. Un arte que para su dominio requiere disciplina, liderazgo, y ciertas habilidades.

AMLO es un genio de la política. Ha logrado una base social importante, que logró la cúspide con más de 30 millones de votos el 2018. Esa misma base social ha logrado arrasar en todas las elecciones y consultas hasta hoy. El mandatario privilegia la política por encima de todo o de casi todo.

Con el devenir de su actuación, el Presidente se asió de importantes aliados. Con el control del poder legislativo, ha logrado hacerse de camaradas en el poder judicial. Incluso partidos políticos que sirvieron al régimen anterior, ahora tienen rol de aliados y/|o son satélites de Morena. Pareciera que estamos viendo una nueva versión del antiguo corporativismo del PRI más fuerte.

Todo ello no ha sido otra cosa que la habilidad de hacer política de Andrés Manuel López Obrador. Quien continúa imponiendo su narrativa y sostiene una aprobación inusitada para la serie de problemas y obstáculos que ha tenido que sortear.

Esos logros no pueden ser bajo ningún criterio por éxitos de su gobierno. La inflación en índices superiores históricos. Proyectos estratégicos que dividen la opinión de diversos sectores. Políticas de austeridad que han resultado en consecuencias graves. En materia de seguridad, el tramo sigue siendo larguísimo por recorrer. En definitiva, poco gobierno.

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El andamiaje federal ha dejado mucho que desear en materia de políticas públicas.

Es menester de AMLO valorar así a su gabinete y amigos. Por resultados políticos. De Palacio Nacional nos cuentan que al Gobernador Rubén Rocha Moya le va bien en ambos apartados.

El mandatario sinaloense siempre le ha cumplido a López Obrador. Desde que este era dirigente del PRD en los años 90, Rocha le entregó la votación más alta para su partido. La amistad era de antes, pero ahí comenzó el idilio de resultados.

En esta ocasión no ha sido la excepción. La reciente elección de consejeros de Morena resultó positiva. En el estado, fueron más de 80 mil militantes los que ofrecieron su sufragio. Una jornada tranquila, en contraste con otros estados.

El partido en el poder comienza a tomar pies y cabeza. Se aleja de ese partido de movimientos y grupúsculos de diversas corrientes de izquierda, con AMLO como común denominador.

Ahora parece haber permeado en la base la idea de que el consenso y la organización no están peleadas con los ideales. Del dedazo y tómbolas, ahora Morena migra la democratización de sus procesos. La mejor forma de describir la lista de consejeros electos, es la pluralidad. Perfiles antagónicos resultaron electos en el mismo distrito. Nada para nadie en lo local.

Diversos grupos representados, la fuerza de los alcaldes manifiesta. Sobre todo, el liderazgo del gobernador, que se refrenda como jefe político en el estado.

Otra arista para valorar, es la nueva clase política en el estado de los once ríos. En mesas de café, mesas de análisis, columnistas y en la sociedad misma se ha hablado mucho de que “siempre los mismos”.

Ahora aparecen muchos nuevos cuadros. Llevan en su unción la responsabilidad de mejorar el quehacer político y de gobierno quienes tengan la oportunidad.

A nivel federal puede parecer que la 4T se convulsiona más seguido de lo que debería. Pero el Presidente López Obrador sabe que en el “Granero de México” se le dan resultados. Sinaloa es un problema menos para AMLO. El gobernador, navega en aguas tranquilas.

Para él sí, mucha política y mucho gobierno.

Vanessa Félix | Twitter: @vanessafelixmx