En el pavoroso caso del rancho Izaguirre la 4T luce decidida a algo: deslindar lo más que se pueda a los responsables. Si bien no tendrán reparo en lanzarse contra Enrique Alfaro o cualquier funcionario de MC, harán lo que esté en sus manos para salvar del oprobio a cualquier miembro de la autoproclamada 4T.

También han insistido estos días en evitar llamar al sitio un “campo de exterminio”. Así lo reportó el fiscal Gertz Manero, y ha sido reproducido por los feligreses del régimen con la idea de buscar sacudirse la culpabilidad ante la inacción del gobierno de AMLO en materia de combate contra el crimen organizado.

Omar García Harfuch, por su parte, quien parece tener mayor grado de credibilidad pública que el propio fiscal general , declaró el lunes por la mañana que el rancho sí que había servido como campo de entrenamiento forzado y que sí se habían cometido crímenes tales como la privación de la vida de los internos.

Vamos a ver. Se comprende la bien que lo sucedido en Teuchitlán no es ni remotamente comparable a los campos de concentración nazis en términos del número de vidas humanas cercenadas; y se sabe bien que comparar el rancho Izaguirre con Auschwitz y Treblinka resulta bastante desproporcionado.

Sin embargo, el régimen y sus voceros han utilizado la exageración narrativa de los medios para pretender pintar los sucesos como menores, y si se quiere, con el propósito de que pronto sean dejados atrás y olvidados por la opinión pública.

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La realidad apunta hacia otro escenario. A la luz de las revelaciones iniciales anunciadas por parte de los miembros de Guerreros Buscadores de Jalisco, sumado a las propias declaraciones de García Harfuch, puede concluirse que el rancho Izaguirre sí que fue escenario de asesinatos masivos.

En este contexto, poco importa si los cuerpos de los desafortunados fueron incinerados in situ en hornos crematorios, o si fueron llevados a sitios cercanos. De ser verdaderos los dichos del fiscal en torno a la ausencia de aquellos, el dramatismo del suceso se mantendría en los mismos niveles de terror e indignación.

La realidad es una: el rancho Izaguirre es el reflejo de un México putrefacto cuya responsabilidad sí que cae en parte sobre Felipe Calderón y su guerra, pero también sobre el ex presidente AMLO y los que irresponsablemente participaron en la fallida estrategia de seguridad del macuspano.