Las imágenes del genocidio (no hay otra forma de calificarlo a estas alturas) en Palestina han alcanzado una nueva cuota de brutalidad e inhumanidad.
En imágenes terribles, que recomiendo busquen evitarlas a toda costa, pacientes, incluyendo niños, mujeres y ancianos, fueron incinerados en el campamento y hospital de Al-Aqsa, lugar en donde se habían concentrado un número importante de refugiados de la masacre sionista contra civiles palestinos.
Pese a los intentos de darle “spin” a estas noticias y el cerco informativo efectivo que existe sobre el tema en medios tradicionales, la campaña de exterminio contra la nación palestina ha permeado incluso entre parte de los ciudadanos estadounidenses, quizás la población más a merced de propaganda en el mundo.
Más allá de los mediocres resultados del “gobierno” del senil Joe Biden, el muy poco democrático método de elección mediante votos del colegio electoral puede ser, nuevamente, la diferencia entre la sucesión en manos de Kamala Harris –otro personaje que, a mi juicio, no gobernaría– y el regreso de un Trump aún más furioso y vengativo que el de 2016.
La realidad es que varios estados de los denominados “bisagra”, en especial Michigan, cuentan con una importante comunidad de personas de origen palestino, libanés y en general, parte de la comunidad musulmana.
En un país polarizado como lo son los Estados Unidos, unos cuantos cientos o miles de votos pueden hacer la diferencia y “voltearle” uno o dos estados a los republicanos y por ende, a Trump. Eso es innegable.
Palestina bien le podrá costar la presidencia a Kamala, al senil Biden y al gris candidato a vicepresidente Tim Walz. Sobre aviso no hay engaño.