“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas.”

ANÓNIMO

Desde luego, Peniley Ramírez no es Julián Assange. Empiezo así porque a la columnista de Reforma se le ha comparado con el fundador de WikiLeaks. Para bien y para mal, por supuesto. Para defenderla y para lincharla.

¿Linchar a una periodista? En sentido figurado, desde luego. Eso está ocurriendo precisamente con ella en las redes sociales mexicanas; esos linchamientos nos son aceptables. Punto.

No politizaré este asunto cuestionando de más a tantos simpatizantes de la 4T que se han lanzado contra ella por el único delito de hacer su trabajo, pero eso exactamente es lo que hemos presenciado en estos días. La libertad de expresión no debe limitarse, por supuesto que no.

Ahora bien, la comparación con Assange partió de que ella respondió en Twitter al subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas.

Dijo Peniley, en efecto: “El mismo gobierno que defiende a Julian Assange”. Se refería a un tuit de Encinas en el que este solicitó a la Fiscalía General de la República “inicie una indagatoria para identificar y castigar a quien resulte responsable de esta grave filtración”.

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La grave filtración fue un artículo de Peniley Ramírez en el diario Reforma en el que, simple y sencillamente, presentó sin censura —esto es, completo, sin párrafos borrados o testados— parte del informe que le hicieron llegar, este elaborado por Encinas acerca del caso Ayotzinapa. Al subsecretario de Derechos humanos el hecho le pareció “absolutamente irresponsable y una falta de respeto a los padres y madres de los estudiantes desaparecidos”.

En efecto, lo revelado por Peniley es desgarrador y lastima a las familias de las víctimas. Pero, inclusive en el peor de los casos, ella solo hizo lo que hace un periodista.

Repitamos el epígrafe de esta columna: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”.

La frase se ha atribuido a George Orwell y a William Randolph Hearst, pero también a Lord Rothermere y a Lord Northcliffe. Con tantas posibilidades acerca de la posible autoría, tal vez habría que considerarla anónima, tal como lo dijo un analista español, Gil Toll. Como quiera que sea, es cierto que el periodismo se dedica a publicar lo que alguien no quiere que se publique y todo lo demás son relaciones públicas.

¿Que Peniley le hizo el trabajo a alguien? Es una manera de juzgar su columna sobre el informe Ayotzinapa. Pero no es la única manera de hacerlo. También podríamos decir que ella ha fortalecido la nueva investigación sobre la tragedia de Iguala. Como casi siempre ocurre en los debates sociales, con el paso del tiempo todo ocupará el lugar que le corresponde.

¿Que Peniley vulnera el debido proceso y da a conocer un informe preliminar? Pues ni tan preliminar dado que con base en ese informe se aprendió al ex procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, y se liberaron a muchos de los detenidos por el caso.

Por lo pronto, me quedo con lo dicho por Peniley Ramírez: “El periodismo cuenta la realidad. A veces, como en esta ocasión, la realidad es que existe ese informe y lo que revela es terrible. Contarlo provoca dolor en quien lo escribe y en quien lo lee. El periodismo existe para contar y ayudar a entender nuestra sociedad, aunque duela”.

En fin, a Peniley se le podrá decir cualquier cosa en la 4T —no dudo que AMLO la descalifique feamente en sus mañaneras—, pero no se le podrá (no se le deberá) incluir en la sección de las mentiras de Liz Vilchis. Porque la periodista, guste o no lo que hizo, de ninguna manera mintió.

Nota: esta columna (en principio) ha dejado de publicarse unos días —si bien ahora interrumpí esa pausa pues estimé el tema es muy relevante. Reinicio el viernes 30 de septiembre.