Debo aclarar que no estoy justificando a los hombres que asesinan mujeres, pero parece que tienen un tipo de derecho histórico. Viene a mi mente, la imagen del cavernícola con un mazo en una mano y con la otra arrastrando a una mujer por el pelo. Hemos crecido con ese tipo de imágenes o con adjetivos calificativos muy agresivos para aquellas mujeres que son libres con su sexualidad.

El feminicidio es la punta del iceberg, es la terrible culminación de una serie de conductas que tienen como resultado la pérdida de la vida de una mujer.

Para muchos hombres y mujeres es complicado controlar los celos, respetar la libertad y decisiones del otro. Tampoco saben cómo lidiar con la frustración, con la soledad o pérdidas. No saben cómo lidiar con las emociones ni con el abandono. A lo anterior, debemos sumar el contexto familiar, la situación económica y cultural de cada sujeto.

Quiero pensar que, lamentablemente o no, nuestras conductas son consecuencia de lo que observamos, leemos y de las personas con las que nos juntamos o con quienes compartimos nuestro tiempo. Los seres humanos repetimos conductas. Es por esto que debemos cuidar nuestro entorno, lo que vemos, escuchamos y con quién hablamos o nos juntamos (todo se pega). Cuando somos adultos y conscientes de lo anterior, podemos controlarlo. Sin embargo, cuando somos niños o muy jóvenes, hay situaciones que para bien o para mal, nos condicionan. De forma consciente o no, repetimos conductas. También tenemos pensamientos, creencias de nuestros padres o tutores que condicionan nuestra vida. Por ejemplo, familias enteras que le van al América, Chivas o cualquier otro equipo de fútbol.

Muchas veces, las formas de lidiar con los conflictos se repiten generación tras generación. Las creencias, la educación, posiciones políticas, la forma de vivir o de sufrir se transmiten de los padres (cuidadores) a los hijos. Todos hemos escuchado “de tal palo, tal astilla” o “¿hijo de tigre?...pintito”. El problema es que si “el tigre” es violento, es muy probable que los hijos normalicen esta situación y más adelante lo repitan con sus parejas.

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Todos los mexicanos, hemos escuchado la muy famosa frase: “a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa”, pero la realidad es otra, parece que se nos toca con todo menos con rosas. Vivimos en un ambiente de mucha violencia

Está de más decir que combatir un problema tan grave y profundo como el machismo, es complejo y que se debe combatir desde diversos frentes. Mejorar el sistema de justicia, así como la prevención del delito es fundamental. Pero ¿por qué los hombres matan a las mujeres? los hombres matan a las mujeres porque pueden. En México, el 94% de los delitos no se denuncian y menos del 1% son resueltos. En nuestro país es muy fácil delinquir y no tener consecuencias. La impunidad es enorme y la mejor aliada de los feminicidas.