Cada quien tiene en mente su estrategia y lo que más le convenga a futuro, sin embargo, caer en el exceso de confianza y considerar que tienen todo para ganar es apostarle a la derrota anticipada. Me explico: Claudia Sheinbaum y Adán Augusto no quieren debatir, al menos no en los próximos meses. Seguramente lo hacen pensando que, en este momento, eso puede significar un revés para ellos.

Pero adolecer en el exceso de confianza es fomentar una debilidad política. Cada quien toma sus determinaciones, sin embargo, la población civil es quién califica la expresión de cada uno de los presidenciables de Morena que, por cierto, son cuatro en los perfiles de Adán Augusto, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.

Y, para que la ciudadanía tenga una mayor percepción de cada uno de los aspirantes a la silla presidencial, lo mejor es propiciar espacios de intercambio de opinión y debates. De hecho, el propio presidente de la República -que se ha convertido casi casi en el mediador y el árbitro de la contienda interna de Morena- avaló la propuesta.

Tal vez recordó que, en 2006, era clave debatir con Felipe Calderón en cualquier escenario. Eso significó una pérdida de intención del voto cuando no asistió a un ejercicio. Claro, todos sabemos que, en aquella fecha, lo que predominó fue el fraude electoral. Pero a lo que voy es que -en aquella ocasión- el mandatario dejó escapar una oportunidad de mantener un porcentaje a su favor, incluso pudo acrecentarlo para no dejar margen a la suspicacia y al gran momento que vivía la izquierda.

Eso le puede pasar a Claudia Sheinbaum que pone sus condiciones pensando que -estratégicamente- hace bien. Lo cierto es que, con esa actitud, la misma sociedad califica a quienes se rehúsan a debatir tal vez porque se siente incapaz de encarar cara a cara a Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.

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Pero más allá de usarlo como una estrategia política quienes no tienen intención -al menos ahora- de debatir, caerán en el mismo error del presidente en 2006, especialmente para efectos de popularidad. De hecho, sí comparamos ese precedente con el presente puede haber similitudes porque- el debate- es esencial en una sociedad que ha superado la enajenación.

No asistir a un debate o rehusarse a realizarlo es como evadir una realidad ante los enormes desafíos que existen en el país, sobre todo porque la ciudadanía necesita comparar propuestas y visiones. Además, no hay nada que pueda frenar esa situación sí ya existe, en este momento, una descarada campaña a favor de algunos presidenciables a través de espectaculares y pintas que son, a la vista de todos, proselitismo fuera de la ley.

Asimismo, hay giras por todo el país con cargadas y acarreo de los propios gobiernos estatales a favor de una de las corcholatas preferidas de Palacio Nacional. Eso es una precampaña abierta. Quien no lo vea así es tal vez porque el vendaje en los ojos está supeditado a la línea del poder gubernamental.

El pretexto es que, en este momento, no son los tiempos para debatir, sin embargo, cualquier espacio es ideal para realizarlo a fin de abordar criterios dominantes de la agenda pública. En otras palabras, no quieren fijar reglas ni mecanismos claros para el debate, pero sí quieren seguir haciendo activismo en los estados. Es lo mismo, ¿no?

Qué se aplique la misma regla para todos. Sí no hay debates, entonces que no haya proselitismo disfrazado de ponencias, ni mucho menos pintas ni espectaculares por todo el país. Sin embargo, como bien lo señalan: no hay voluntad ni señales para realizarlo.

Sería muy bueno -sí Claudia Sheinbaum pasa por alto el debate- que el propio canciller Marcelo Ebrard y el coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, lo llevaran a cabo. En una de esas se une el mismo secretario de Gobierno, Adán Augusto, que tiene una buena comunicación con ambos, especialmente porque lo qué se necesita es voluntad política para recurrir a estos ejercicios democráticos.

Hay que reconocer que, en este momento, sólo Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal tienen la intención de debatir. Entonces, que lo hagan ellos dos; ambos son presidenciables de Morena y, un escenario de esa naturaleza, lograría ser sumamente atractivo para la militancia y simpatía de Morena.

A final de cuentas, la gente es la que va a decidir; qué mejor que sea a través de un debate.