De la ultraderecha en la que se situó este sexenio, el periódico Reforma se va a ir, si no al centro —no es para tanto—, sí a la derecha alejada del fanatismo.

Ha dejado el diario de la familia Junco el conocido fanático conservador Juan Pardinas, quien había sido reclutado como estratega para destruir a la 4T. No pudo, por lo tanto ya no sirve. Así, ha sido desechado. Otro kleenex lleno de suciedad que se va a la basura.

Los dueños de Reforma han sacado la bandera blanca en señal de rendición. Admiten que AMLO les venció y, sin Pardinas como cabeza editorial, don Alejandro Junco y sus socios suplicarán a la 4T parlamentar para un cese de hostilidades que no les humille.

En 2019, cuando el sexenio de Andrés Manuel iniciaba, Reforma declaró la guerra al primer presidente de izquierda. Para eso contrataron a don Juan Pardinas. Mal cálculo el de los dueños de tal periódico.

El puesto de Pardinas como director editorial lo ocupará un periodista mucho más serio, bastante más sensato, y evidentemente más liberal —hasta un poquito de izquierda—, Roberto Zamarripa, quien no deberá tener ningún problema para dialogar con Claudia Sheinbaum, con quien evidentemente no quieren pelear los accionistas de Reforma.

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Pardinas se irá a trabajar a la Universidad Internacional de La Rioja, ubicada en la ciudad de Logroño y muy cercana al Partido Popular de España, uno de los institutos políticos controlados por la ultraderecha de ese país —el otro es Vox—.

Investigué un poco y encontré que la Universidad Internacional de La Rioja no es precisamente una universidad. Es más un negocio que inclusive cotiza en una bolsa de valores española alternativa, la BME Growth, que se supone está orientada a las Pymes de gran crecimiento.

Pardinas, en España, podrá convivir con un paisano famoso, Felipe Calderón, quien anda por allá en plan de huido —y enfermo de espanto porque cualquier día Genaro García Luna, en sus juicios en Estados Unidos, podría señalarlo como cómplice en la protección al narco—.

Calderón consiguió su visa española porque le dio empleo algún instituto o fundación del expresidente del gobierno José María Aznar, principal ideólogo del PP y de otras fuerzas políticas conservadoras.

Un hecho garantiza que Calderón visitará frecuentemente a Pardinas en Logroño, capital de la Rioja, comunidad autónoma de España famosa por sus excelentes vinos. No es difícil entender: los vinos de la Rioja fortalecerán la amistad entre ellos.

Lo más notable de la biografía de don Felipe es su fama de gran consumidor de vinos y licores de calidad —y también sin calidad: lo importante es entrarle a la canija peda con olímpica alegría—. Por cierto, eso de la canija peda de Calderón lo tomé de un cartón del monero Rafael El Fisgón Barajas en La Jornada, en el que este artista atribuyó a una borrachera espectacular la puntada del esposo de Margarita Zavala de invitar a la derecha mexicana a acudir a Estados Unidos por refuerzos —sin duda pensaba en apoyo militar— para empezar a reducir la desventaja, enorme, de Xóchitl Gálvez en las encuestas, en las que Claudia Sheinbaum tiene diferencias a su favor de entre 30 y 50 puntos.

Más allá de las pedas en la Rioja entre el señor Pardinas y el licenciado Calderón, no es mala noticia que a un diario tan relevante como Reforma ahora lo dirija, en lo editorial, un periodista de verdad como Roberto Zamarripa.

Queda claro que Reforma está haciendo lo que debe hacer para sobrevivir como empresa. Sus propietarios están lanzando un mensaje claro a la 4T: la guerra se va a acabar porque los Junco la perdieron.

Y es que no hay diario capaz de aguantar dos sexenios seguidos peleando a muerte contra un proyecto político de izquierda que, como AMLO demostró, ha podido ganar las batallas electorales no solo sin medios, sino contra los medios.

Ya había habido otra renuncia sensible en Reforma, la de Lorena Becerra, la encuestadora que pasará a las filas de la familia Madrazo, patrocinadora de Carlos Loret de Mola en el sitio de internet ultraderechista llamado Latinus.

Ojalá en Latinus no echen a perder a doña Lorena. Y ojalá Pardinas no arruine el buen negocio que es la medianona —académicamente hablando— Universidad Internacional de La Rioja.