Más de 30 años después, el asesinato de Luis Donaldo Colosio sigue siendo una herida abierta en la historia política de México. La sospecha persiste ¿hasta dónde llegó la complicidad dentro del sistema? ¿Fue Mario Aburto un asesino solitario o un instrumento más de una maquinaria ensayada, eficaz, diseñada para eliminar obstáculos?

En aquel momento la narrativa oficial fue inmediata e impecable, en cosa de minutos se identificó, capturó y presentó al responsable.

¿Coreografía previamente ensayada?

Colombia ha sido sacudida por dos importantes sucesos, el asesinato de la directora de la Unidad Nacional de Protección, Luz Marina Gil, que, en tiempo récord, ya hay “culpable” y explicación, y el atentado en contra del precandidato presidencial de derecha y senador Miguel Uribe Turbay, atacado a balazos en medio de un evento público. Los reportes señalan que recibió tres impactos, dos en la cabeza y uno en su pierna izquierda y que habría sido sorprendido de espaldas en medio de la multitud.

El político está hospitalizado. Su esposa, Lina Moreno a través de la cuenta de X del precandidato pidió a la Fundación Santa Fe, donde le brindan atención: “que sean ellos y solamente ellos, quienes informen a los colombianos sobre la evolución de Miguel. Les ruego acepten y respeten nuestro silencio. Gracias por sus oraciones”.

En este caso las autoridades reaccionaron con rapidez y dispararon a una de las piernas del atacante. El director de la Policía Nacional informó que el presunto sicario capturado es un menor de 14 años, identificado como Juan Sebastián Rodríguez Casallas.

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La miseria de Petro

Por su parte el presidente Gustavo Petro difundió en redes sociales un llamado a “cuidar del menor” porque es responsabilidad del Estado y sus instituciones: “es un niño y, aunque parezca terrible, los niños se cuidan en Colombia”.

Un niño sicario que vociferaba mientras lo llevaban detenido que diría los números telefónicos de los que le pagaron.

Encontrar las similitudes, no es difícil, pero lo que no hay, —ni habrá— es confianza.

Petro ha polarizado tanto a su país que el escepticismo es inevitable. Nadie cree en el Estado, porque el Estado ya eligió un bando.

El verdadero espejo

Comparar a Petro con López Obrador es automático. Y sí, comparten el discurso de la justicia popular, anti-elitismo y victimización. Pero la comparación más incómoda —y más certera— es entre Andrés Manuel López Obrador y Carlos Salinas de Gortari.

Ambos, aunque con palabras distintas, han hecho lo mismo:

Salinas con su liberalismo de papel hablaba de apertura y modernización, mientras repartía el país entre sus aliados. Concentró la riqueza, institucionalizó la impunidad y operó desde la sombra de la mano de su hermano mayor, Raúl.

AMLO habló de pueblo, justicia y austeridad, mientras duplicaba las fortunas de los empresarios más poderosos, los mismos que empoderó y enriqueció Salinas, y como él, también configuró una nueva clase, la de sus aliados, que benefició con contratos y cargos, perdonó corruptos y polarizó al país.

La diferencia no está en los resultados, sino en el relato.

Salinas creó la oligarquía mexicana moderna y AMLO la fortaleció. Uno vendió el Estado a sus amigos, el otro les regaló el presupuesto y les cerró la competencia y ambos comparten la ambición de perpetuarse en el poder.

Con Salinas se registró el mayor número asesinatos de oposición, particularmente del PRD y algunos personajes del PAN. La investigadora Helen Combes documentó 265 militantes del PRD asesinados entre 1989 y 1994.

A Salinas lo responsabilizaron por una campaña de represión violenta contra la oposición, con los asesinatos de dos figuras del perredismo, Javier Ovando y Román Gil, luego del ex candidato del PAN Manuel J. Clouthier y, al final, dos magnicidios, el de Luis Donaldo Colosio y de José Francisco Ruiz Massieu.

Después de Salinas, el sexenio de AMLO fue donde más crímenes políticos se registraron, hasta octubre de 2023, al menos 87 alcaldes habían sido asesinados, según la Plataforma Nacional de Transparencia (cuando aún medio funcionaba), una cifra casi tres veces mayor a la registrada durante la administración de Peña Nieto que tuvo 30 y mayor a la Calderón con 47.

Como presidentes ambos concentraron poder y aliados políticos. Salinas creó dos partidos satélites, mismos que hoy son pieza fundamental para AMLO y Morena, el PT y el PVEM.

Los dos se caracterizaron por vínculos con el crimen organizado. Raúl Salinas se reunía en Las Mendocinas con los líderes del narco y AMLO se reunió públicamente confamiliares del Chapo.

En Colombia

Petro por el mismo camino: destruyó la estabilidad fiscal, rompió puentes con el sector productivo, su país perdió oportunidades y dinamitó la institucionalidad. Se le vincula también con el crimen organizado.

Y como con Salinas y Colosio, como con AMLO y la violencia electoral, hoy todo queda en sospecha y especulación.

Lo que une a estos tres personajes no es su ideología —que es flexible y funcional—, sino su ambición de control. Creen que el Estado es una extensión de su voluntad y cuando algo o alguien se atraviesa, la maquinaria se activa. Rápida. Precisa. Eficiente. Y, si hace falta, letal.

¿Quién mató a Colosio? ¿Quién mató a Luz Marina? ¿Quién contrató al niño sicario? Tal vez nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que el poder, cuando es absoluto, no necesita pruebas. Sólo necesita una narrativa.

Y esa, ya la tienen muy ensayada.

X: @diaz_manuel