“Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es-coja”. Francisco de Quevedo diciéndole un calambur a la reina Isabel de Borbón (no confundir con la Católica).

Anécdota

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Nel. La propuesta de escultura para ocupar el lugar de Colón en la Ciudad de México es hórrida.

De hecho, tal ha sido el clamor popular que Claudia Sheinbaum tuvo que salir un día después a decir que no se sabe aún si la imagen que se dio a conocer horas antes será el diseño definitivo para la estatua. Olmeca o no, alienígena o no, indígena o no, africana o no, felina o no, la única verdad es que la escultura es horripilante —con el perdón del artista.

En una machincuepa cuatreteísta, en el gobierno capitalino quizá piensan que con una escultura tan espantosa pueden ahuyentar terremotos. Mas seguro la misma tierra donde la asienten (su nombre, Tlali, que significa tierra en Náhuatl, ya lo anuncia), tiembla al doble solo para sacudírsela de encima.

El escultor dice que está basada en las cabezas olmecas. Curioso, ninguna de las mismas es tan fea ni aparece con un perno en la nariz. Una vez más, el propio equipo de Claudia Sheinbaum sobresale en su mal tino para golpear lo que anuncia, pues el “adorno” del perno evoca la tragedia de la Línea 12 del Metro.

La misma escultura es una muestra de misoginia y de desprecio por la mujer indígena.

No hay una sola cabeza olmeca de mujer, pero sí hay esculturas de mujeres de dicha cultura y todas son más bellas que este adefesio que se anuncia. ¿Por qué basarse en una escultura masculina para hacer una femenina? ¿Por qué no encargarle el diseño y elaboración a una artista? ¿Acaso no hay buenas escultoras mexicanas? La razón es machismo puro y una muestra más de lo poco o nada que al lopezobradorismo le importa la mujer. Por no decir la idea monstruosa que tiene el hombre de la mujer indígena.

Como señala Eufrosina Cruz, ella sí indígena oaxaqueña y hoy diputada federal: si el gobierno quiere demostrar interés en la mujer en general y en la indígena en lo particular, debe aumentar el presupuesto al Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (IMPI), disponiendo adecuadamente de este, claro está. Cuando el Instituto fue creado en el sexenio de Fox (llevaba otro nombre) su presupuesto anual era de 6,000 millones de pesos. En el sexenio de Peña Nieto alcanzó un máximo de 15,000 millones de pesos. En los tres años de la administración 4T el presupuesto ha disminuido hasta los 3,600 millones (2021).

Dicho por la misma diputada: “decir que en un eje transversal están etiquetados no sé, cien mil millones de pesos para indígenas, es una falacia que no garantiza que esos recursos vayan de verdad al desarrollo de los pueblos indígenas, claro que no”. Pero como todo en la Cuarta Transformación, lo que verdaderamente importa son las fachadas, la superficialidad y las apariencias. Lo real pasa a un segundo plano.

La espantosa escultura representa también una burla infinita cuando en la administración de López Obrador los feminicidios sobrepasan los 2,400 (cifra oficial a junio de este año), cuando se decretó la desaparición de las guarderías al quitarles el presupuesto federal y cuando la última sentencia dictada en la SCJN sobre el aborto fue la ponencia de un ministro y no provino de una ministra. Habiendo mujeres, ¿no eran ellas, por simple congruencia, las que tenían que haber realizado un dictamen que impacta en primer término a las mujeres?

El cinismo no termina ahí.

Hablan de la importancia de la mujer indígena, pero tanto el artista, como quienes aplauden el esperpento ese, demuestran un microcosmos aún más pequeño que el conocido por el genovés o los pueblos originarios. Usan un nombre náhuatl para definir una escultura “olmeca”… ¿Es en serio? Habiendo en México alrededor de 65 pueblos indígenas que hablan igual número de idiomas (más otros dialectos), utilizar la lengua del pueblo opresor azteca no solo es incongruente, es aplaudir lo que dicen condenar.

Entre los grupos étnicos en México tenemos a los zapotecos, mayas, nahuas, purépechas, mixtecos, yaquis, kikapúes y otomíes. Sin olvidar a los chatinos oaxaqueños, a los rarámuris y yaquis de Chihuahua, a los seri de Sonora o los tepehanes de Durango.

Por qué no utilizar un nombre tarasco o purépecha, tan musical como todos los rincones de Michoacán y ponerle Ireri que es reina o Erendinari que significa alegría… sería la única alegría dada por la 4T.

Las mujeres indígenas son tan distintas como una huave, una maya, una wixárika. ¿Por qué no usar una muki (mujer en rarámuri) de modelo? ¿O una yaqui, como María Félix, cuyo padre era mitad judío y mitad yaqui? Mujeres indígenas con soberbia belleza e inteligencia hay muchas.

El gobierno capitalino —ya no se diga el federal— también debiera saber a qué mujer indígena está ensalzando en razón de la cultura que representa. ¿A la que no tiene derecho a nada, a la que duerme en el piso o a la que casan a la fuerza a los doce años? ¿A la totonaca de Cuetzalan, las cuales deben caminar dos pasos detrás de su marido y llevar toda la carga? ¿O bien, a la emancipada yaqui que corre tan rauda como el viento?

El significado dado por el propio escultor de que está representando a la “pachamama” en la obra es desconocer la historia. Dicho vocablo es incaico y solo es propio de la cultura inca. Si hablamos de las culturas originarias de nuestro país, el término correcto sería Qanan Ulew en maya quiché o Tlali Nantli en náhuatl.

Sin duda, la escultura es una muestra más de cómo este gobierno deforma la historia, la identidad propia de las mujeres. ¿Así de feas se ven las féminas de la Cuarta Transformación que celebran esta escultura?

El gasto de mover (quien sabe a dónde) la escultura de Colón, de destruir la obra en el proceso —se separó de su basamento— y de producir este adefesio del que hablo es dinero que podía haber sido destinado para atender mujeres, para pagar guarderías. ¡Pero no!, aquí el criterio es el boato, lo más detestable, lo más corriente y la obtusa necedad de querer maquillar la historia. Como si por cambiar una escultura, Colón (quien, por cierto, no era español, nunca pisó territorio de lo que ahora es México, ni participó en colonización alguna) no hubiese llegado a América…

Los asesores culturales e históricos de Claudia Sheinbaum muestran solo su resentimiento y se aprovechan de los lugares comunes insertados en el psique social. Sin lugar a dudas, nadie como la 4T ha devengado tanto la ignorancia del pueblo. Han de estar muy agradecidos de la pésima educación que durante décadas ha tenido la población; se aprovechan de ella y se regodean en su cinismo.

Si de verdad quieren apoyar a los pueblos originarios de nuestro país, podrían idear e implementar programas reales y no esos de corte clientelar que les encanta recetar a la población indígena de Oaxaca que no sueña con otra cosa que no sea emigrar. ¿O será que esperan que otro zapoteco como Juárez con su 1.37 metros de estatura llegue a cobijar a López Obrador, quien ciertamente por mérito propio nunca llegará a tener la altura del oaxaqueño?

Como sea, mientras tanto el esperpento de Reforma ni es Tlali, ni es mujer. Es la incoherencia hecha gobierno, el resentimiento mostrado en piedra, la fealdad ensalzada y, por supuesto, como siempre, el resultado es la mujer indígena mexicana humillada.