“What if we just fall?

I’m not goin’ without you

(And you’re not goin’ alone)

I fell so far ‘til I found you

(But you know what you know, when you know)

So I’m not goin’ without you

(And you’re not goin’ alone)

‘Cause you know when you know

Close your eyes and leave it all behind

Go where love is on our side

It’s a trust fall, baby

It’s a trust fall, baby”

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PINK

Alegres sí, triunfales no

Podemos estar alegres, esperanzados. La Suprema Corte de Justicia de la Nación concedió la suspensión provisional al INE en contra del Plan B electoral.

Mas no es motivo para echar las campanas al vuelo. Empezando porque esta no es una decisión sustantiva y definitiva del cuerpo colegiado. Es un primer paso pero no el último ni definitivo.

También porque AMLO sabe cómo hacer lo amarres de mil otras maneras y el peligro de tener un INE capturado y unas elecciones comprometidas es inminente. El plan de asirse al poder continúa y la esencia de la democracia, que exista la genuina posibilidad de ganar o de perder en una contienda, poco a poco se extingue.

Pero, sobre todo, este no es triunfo de la ciudadanía, aunque así lo queramos ver. Y ello porque la SCJN NO tiene como mandato escuchar a la población. Pensar lo contrario es caer en la trampa que la 4T ha tendido a los mexicanos.

Entendamos: el tribunal máximo de la nación no es un cuerpo de representación popular o ciudadana, ni tiene por qué serlo. Es el poder de la Unión que interpreta la ley y la hace valer. Y en ese sentido es un error ver la determinación que la corte hizo el viernes como producto de que la SCJN escuchara a los mexicanos. Interpretarlo así solo vulnera la actuación de los ministros que la presiden. La oposición política no puede adjudicarse victorias.

Confiar es renunciar al control

La resolución que ha manifestado la Suprema Corte en voz del ministro Javier Laynez —y antes la de su colega Alberto Pérez Dayán con la primera parte del Plan B— es positiva por otra importante razón. Veamos: en México se ha perdido la confianza en las instituciones y a las autoridades. Es más, tenemos autoridades muy populares, pero en las que no se confía puedan sacar adelante al país. Y esta esta suspensión mejora la confianza que se puede tener en la separación de poderes y la que se puede depositar en el Poder Judicial mismo.

Nuevamente, esta confianza no implica —ni debe implicar— que haya seguridad y control de la ciudadanía sobre este cuerpo e institución, ya que un ingrediente fundamental de la confianza es la “inseguridad” ante el desenlace. La sociedad mexicana debe madurar en su relación con el tribunal superior y fortalecer “su fe” —sí, esa parte intangible de la confianza— hacia sus determinaciones, independientemente del sentido que tengan estas. Parte de lo que enriquece la confianza hacia la autoridad es no tener control sobre ella.

Y en ese sentido, en mi opinión el papel de la ciudadanía —particularmente la que se identifica como oposición política al obradorismo— debe ser confiar ciegamente en la SCJN, no importando lo que esta defina al final en torno al Plan B o cualquier otro asunto. Esto es, independientemente de si nos gusta o no lo que resuelvan.

Reconociendo lo que está analizando la Suprema Corte, esta es una oportunidad para que crezca la confianza de los ciudadanos hacia su autoridad, en este caso hacia el tribunal superior.

Las sospechas

Ahora bien, ¿qué están encontrando en el Plan B los ministros que les hace pensar que se trata de normatividad que contraviene los preceptos constitucionales?

Considero podemos mencionar estos elementos:

A) El principio de no alterar “las reglas del juego” a mitad o en el transcurso de la partida. En principio ello no es democrático; vulnera las garantías individuales porque vuelve disparejo el tablero del juego y eso lastima a un grupo de la población.

B) La hechura de las reformas debió incluir la participación de todos los grupos políticos, aunque al final imperara el voto de la mayoría. El Plan B no consideroó. a todos Los diputados aprobaron su iniciativa de manera expedita, tanto que no se permitió el debate con las demás fracciones parlamentarias. Ello fue contrario a los requisitos mínimos que debe cumplir el proceso legislativo, máxime tratándose de una reforma de fondo al sistema electoral. Esto en automático se convierte en un signo de alarma para un constitucionalista; se violaron los derechos políticos de los representantes y sus representados.

C) La parte sustantiva de las reformas podría estar vulnerando la eficiente y correcta actuación de la autoridad electoral. Y ello pudiera tener repercusiones en el ámbito electoral: comicios parciales y que vulneren los derechos políticos de los ciudadanos.

Una lección de unidad

La SCJN está actuando como un cuerpo cohesionado, y así debiera ser. Por supuesto ello no significa que los ministros voten o deban de pronunciarse en unanimidad.

El trabajo es el que se hace en unidad y hay signos —afortunadamente— de que el tribunal, mismo con todas las dificultades internas y originadas también desde fuera (traídas en general desde Palacio Nacional), así se está conduciendo. Esa es una magnífica noticia.

En lo personal sigo sin estar de acuerdo con que Yasmín Esquivel continúe en funciones, pero debo reconocer que pareciera que la corte ha atinado al mantenerla pues con ello ha logrado generar esa suerte de cohesión de la que hablaba antes. Esto es, ha sabido no agregar un elemento que de otra forma habría sido motivo de enorme ruptura dentro de la misma SCJN.

A Esquivel no le ha quedado más remedio que acusar recibo de dicho gesto, y esto último ha permitido que las deliberaciones, las sesiones y las reuniones del máximo tribunal se conduzcan en orden y en paz.

Independientemente de la resolución definitiva en torno al Plan B, en este momento dicho elemento es fundamental para la salud pública del país.

Lo que se atestiguó fue algo que se tenía olvidado: la autonomía de los poderes de la Unión. El tribunal da esperanza a México en el sentido de resarcirle poder a la ley.

La SCJN, la verdadera esperanza de México.