Los demonios todavía no andan sueltos, pero hay demasiada gente interesada en sacarlos de la jaula.

En México, si algo complica la tarea de gobernar es la sucesión presidencial anticipada. Este es el espíritu absolutamente maligno. Por fortuna, se le mantiene bien atado de pies y manos —la presidenta Sheinbaum ha hecho la tarea frenando a los acelerados… y a la acelerada—, pero resulta imposible negar la realidad: son muy fuertes las presiones para decidir, desde ahora mismo, lo que se debería empezar a discutir, cuando muy temprano, en el verano de 2029.

Sabina Berman no hace muchos días entrevistó a la jefa de gobierno, Clara Brugada. La periodista, sin venir al caso —o quizá de eso se trataba: como en el bolero, uno no sabe nunca nada—, Sabina, pues, le dijo a la funcionaria más o menos lo siguiente: “Cuando la gente habla de quién gobernará a México en 2030 se mencionan nada más tres nombres, el de Brugada, el de Marcelo Ebrard y el de Omar García Harfuch”.

La jefa de gobierno de la capital mexicana respondió con la frase hecha preferida de quienes tienen poder y trabajan —y gastan— para llegar a la posición más importante de la política: Brugada replicó al comentario de Berman con lo típico, que está concentrada en su actual responsabilidad y no piensa en nada más, pero… apuntaría don Pancho González, el de Milenio: esa mentira de ninguna manera es verdad.

No sé con quiénes platique de política la escritora Sabina Berman. Exageró bastante, me parece, al decir: para el 2030 la gente menciona a tres personas, Brugada, García Harfuch y Ebrard. En mi experiencia, los demonios de la sucesión anticipadísima sí están dando bastante cuerda a Ebrard y García Harfuch, pero nadie —nadie distinto a Sabina— incluye a la jefa de gobierno Brugada entre quienes tienen posibilidades reales.

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Por lo tanto, pienso, el destape apadrinado por Sabina Berman es sospechoso de haber sido promovido por seguidores de Brugada —quienes, así se ven a sí mismos, monopolizan la virtud de ser ciento por ciento morenistas—, e inclusive tal destape pudo haber sido alentado por la propia Brugada.

No estoy diciendo que Sabina sea una periodista manipulable: creo que ella es una persona experimentada que no se deja enredar ni permite que se le utilice, pero lo cierto es que a todos y a todas se nos puede, no tanto engañar, sino conducir a que hagamos lo que alguien más desea se realice para conseguir sus muy personales objetivos.

En cualquier caso, gracias a la entrevista con Sabina Berman, la jefa de gobierno Clara Brugada ya logró que los demonios de la sucesión anticipadísima la incluyan detrás del dúo puntero —ni hablar: a Clara le falta muchísimo para alcanzar, en el apresuramiento de la comentocracia, a los fugados—.

Ese espíritu del mal que cada sexenio nos acelera excesivamente a todos y a todas, debe tener en la más terrible depresión a los hombres y a las mujeres de Morena que sí son, y no han sido otra cosa en sus vidas políticas, más que militantes de los movimientos de izquierda.

Es explicable la profunda tristeza que seguramente sienten quienes no vienen del PRI ni del PAN —o no cuentan con linajes de primer orden en el viejo sistema político—: el sentimiento de total desamparo obedece a que, analicemos las cosas con seriedad, la comentocracia que coquetea con el 2030 solo ve a dos competidores fuertes, García Harfuch y Ebrard.

Es decir, la izquierda, excepto Brugada, que en mi opinión es bastante débil o impopular comparada con los otros dos, no tiene a nadie que ahora mismo se vea con la personalidad que se necesita para gobernar a México. Es una pena, pero no hay en el actual sexenio una figura puramente de izquierda capaz de competir con los dos fifís del gabinete presidencial.

¿Dije que son fifís García Harfuch y Ebrard? Lo dije porque lo son. Crecieron en ambientes sociales de clase media alta, lo que en México tiene la ventaja de que permite desarrollar amistades, desde la escuela primaria, con nuestros potentados.

Han hecho un buen trabajo tanto Ebrard como García Harfuch —más eficiente Omar que Marcelo, la verdad sea dicha—. Si la ideología del segundo piso de la 4T fuera el neoliberalismo moderado o, como bautizó Carlos Salinas de Gortari a su régimen, el liberalismo social, no habría duda acerca de que Marcelo Ebrard y Omar García Harfuch serían las personas ideales para darle continuidad al proyecto, pero…

Es otro el proyecto de la presidenta Claudia Sheinbaum y del expresidente López Obrador, y de millones de personas que creen en la Cuarta Transformación. Así que, indudablemente, el gran reto de la 4T será encontrar una persona, hombre o mujer, plenamente comprometida con los valores de Morena y que posea la eficacia, la capacidad de trabajo y el carácter que se necesita para sentarse en la siempre impresionante y temible Silla del águila.

Alguna vez leí que alguien especulaba acerca de quién habría ganado entre el ejército de Alejandro Magno y las legiones romanas. La respuesta más sensata a esta pregunta, realmente muy interesante, fue la de que, en los primeros enfrentamientos, Alejandro por su genio militar insuperable, habría aplastado a los romanos, pero estos, con paciencia y disciplina, habrían encontrado la manera de reorganizarse después de cada derrota para volver a la batalla e insistir —una y otra, y otra vez— hasta conseguir la victoria final.

Esto es, en un choque entre el genio y el sistema bien organizado, por más éxitos que tenga el gran general en los combates iniciales, al final se impondrá la organización si es capaz de mantenerse disciplinadamente unida en torno al mismo ideal. El método, aplicado por el equipo bien coordinado, siempre termina por ser más poderoso que la sola creatividad individual.

En las encuestas de MetricsMx está claro que las personas más populares en la política del presente sexenio son Omar García Harfuch y Marcelo Ebrard. Pero cuando los hemos careado con la secretaria del Bienestar, ¡¡¡esta los vence!!!

Que quede claro, solo el nombre de Ariadna Montiel sin el cargo (Bienestar) ni siquiera se acerca a Ebrard y a García Harfuch, pero ella crece muchísimo si a la gente entrevistada se le informa que encabeza la dependencia que tanto beneficia a la sociedad mexicana de menores ingresos, ni más ni menos que la institución que gestiona los programas sociales y a la que corresponde mucho del mérito de la admirable disminución en el número de personas pobres registrado en los dos gobiernos de la 4T.

La comentocracia, como bien sabemos muy identificada con las clases fifís de México, desde hace tres sexenios ha empujado a Marcelo Ebrard como el mejor candidato presidencial de izquierda. Los y las columnistas habrían celebrado con vino de más de mil pesos si en 2012 el abanderado del desaparecido PRD hubiera sido el hoy Secretario de Economía en vez de AMLO.

En 2018, Marcelo no estaba en forma y no sonó en los medios como rival de Andrés Manuel: lo tenían en la lona fuertes acusaciones de corrupción —justas o injustas, este no es ahora el tema—.

El pasado sexenio, Ebrard se recuperó y rápidamente se convirtió en el preferido de los medios, que inclusive lo ponían casi a la altura de AMLO llamándolo vicepresidente. No llegó a su meta porque, en el primer piso de la 4T, la izquierda verdadera sí tenía a una figura poderosísima, además del presidente, Claudia Sheinbaum.

En el actual sexenio Ebrard sigue gozando de las preferencias de la comentocracia fifí, pero ya no es el gran favorito de las élites. García Harfuch lo ha desplazado. La razón es muy sencilla: la gente de derecha no quiere apostar otra vez a un aspirante perdedor —Marcelo en 2024 ofendió de más a Sheinbaum y esto lo descalifica—.

No es el caso de García Harfuch, quien goza de todo el aprecio de Claudia Sheinbaum no solo por su comprobada eficacia, sino porque ha sido leal a la presidenta de México.

De ahí columnas como las de ayer y hoy de Raymundo Riva Palacio en El Financiero. Más allá de si fue cierto un espeluznante, y de película, atentado contra Omar García Harfuch, la narración de que los malos lo quieren destruir —y con él a la gobernabilidad de la 4T— parece una bien diseñada campaña de imagen para presentarlo como el héroe imprescindible. El siguiente párrafo de Riva Palacio no me dejará mentir:

“García Harfuch, al igual que Sheinbaum, son los únicos nombres de políticos mexicanos que interesan en Washington. El secretario, con el amplio respaldo de la presidenta, es la figura técnica que proyecta credibilidad ante inversionistas, aliados extranjeros y una ciudadanía que exige orden más que discursos. Su verdadero valor estratégico no radica en lo que dice, sino en lo que representa: una promesa de control en medio de la incertidumbre”.

Ojalá no se la crea el secretario de Seguridad. Conste, no me molesta la posibilidad de que García Harfuch sea presidente de México —no soy fifí, pero tampoco estoy entre los puros de Morena, así que me inclino más por el mérito que por la ideología—. Si pido que no se la crea es porque, si lo marean, perderá eficacia y adicionalmente estorbará a la presidenta.

Por lo demás, ya en lógica competitiva: si la carrera sucesoria es como una competencia ciclista de 260 kilómetros montañosos, los y las contendientes ni siquiera han recorrido los primeros 50. Nadie en el Tour de Francia aguanta en solitario más de 200 kilómetros, menos aún si debe pasar numerosos y difíciles puertos de montaña. Las escapadas más largas han sido de 140 kilómetros y no ha habido en el Tour más de dos.