“Lo que hoy es una herejía se suele convertir en la ortodoxia de mañana.”

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN

“En determinadas circunstancias, la ortodoxia es apenas el rostro deformado de la parálisis intelectual.”

EDUARDO ANGELOZ

Desatada en una cruzada santa contra el INE y a favor de la consulta de revocación de mandato. Así, tal cual, anda la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum. El de ella y su equipo de trabajo es exactamente el mismo comportamiento del presidente López Obrador. Copia calca.

Ni duda cabe, en términos de la lógica de la 4T —cualquiera que sea esta lógica—, Claudia es absolutamente ortodoxa. En su camino no hay desviaciones y triunfará o perecerá de la mano de Andrés Manuel.

La ruta de Marcelo Ebrard, en cambio, es muy distinta. No se ocupa de pelear con el INE—tampoco con AMLO, no está loco el canciller— y no parece importarle gran cosa la revocación de mandato. Pero —y es que siempre hay un pero— en la gira por Medio Oriente está coqueteando abiertamente con el retorno a la vieja ortodoxia, la que era vigente en el sistema político mexicano antes de que López Obrador lo pusiera cabeza abajo. A mí, en lo personal, ambas me parecen malos preceptos, pero eso ya es otra cosa…

Vuelvo al secretario de Relaciones Exteriores. Él está realizando una gira allá tan lejos con comitiva presidencial, muy en el estilo de lo que hacían el PRI y del PAN, que cargaban con cuanto hombre y mujer de negocios se dejaba invitar.

Darío Celis ha informado en su columna en El Financiero, que Ebrard llevó a Arabia Saudita a “Gibrán Chapur, del grupo hotelero Palace Resort; Borja Escalada, el CEO de RLH Properties, y Tania Ortiz Mena, directora de Sempra”. Y en Qatar formaron parte de la comitiva del canciller “Sergio Alcalde, de Fortius Electromecánica; Cole Frates, de Renewable Resources Group RRG; Aurora García de León, de Derex Residential Development; José Carlos Mastretta Guzmán, de Arietis SAPI; Carlos Robles Gil, de Mexico Infrastructure Partners, y Héctor Sepúlveda, de Mountain Nazca”.

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Gilbert Keith Chesterton

Una obra maestra del pensamiento es Ortodoxia, de Chesterton. (Dato interesante: la edición que Borges tenía en su biblioteca la tradujo el regio Alfonso Reyes, lo que no es poca cosa ni para Borges ni para Chesteron ni para Reyes.) Menciono este libro para argumentar acerca de que ser ortodoxo puede ser muy positivo.

Para el escritor británico la ortodoxia es creativa y evita el caos. Leí en alguna parte que, para el citado pensador, la ortodoxia es la combinación de un misterio —el de la fe— y la cordura. La fe es fundamental para un creyente como Gilbert Keith Chesterton, pero mismo él no puede prescindir de la lógica, de la razón.

Es la fe la que mueve a Sheinbaum a estar absolutamente con AMLO, pero también es la razón la que le dicta que ese es el camino a seguir: la candidatura presidencial de Morena la decidirá una encuesta, pero exactamente la que se aplique en los términos que le parezcan más adecuados a López Obrador. ¿Ya me entienden?…

Es la lógica, sin duda, la que lleva a Ebrard a organizar comitivas presidenciales al estilo Peña Nieto, Salinas, Calderón, Fox, y si bien esto debería generarle temores —como el caer de la gracia de Andrés Manuel— tiene fe en que el presidente termine por rendirse ante la realidad tal como el canciller la ve: la de que el sucesor en Palacio Nacional deberá estar mucho más en el centro, ya que nuestro país no admite tanta izquierda en el poder.

¿Qué ortodoxia vencerá? ¿La que AMLO ha tratado de imponer a fuerza de mañaneras y de índices de popularidad? ¿La que, a pesar de López Obrador, modere el proyecto para que este no estalle junto con la nación entera?

Si me preguntaran, quizá votaría por la ortodoxia de antes, pero —y este no es un pero irrelevante— jamás lo haría por Ebrard.

Creo que, en general, el tiempo pasado estaba avanzando lentamente en el sentido correcto, mas algunos —demasiados— personajes de antes son malos, igual de malos que los más lamentables de la actual izquierda mexicana que, por puro sentido común, rechazo. Uno de ellos es el actual canciller, quien tuvo una larga trayectoria en el priismo salinista y no brilló precisamente por su ética en el servicio público.

Por Sheinbaum no puedo votar. No comparto en lo absoluto su proyecto de país. Si bien virtudes tiene, como es su formación científica, eso en mi opinión no ha servido de nada. Lo que es más, no entiendo ni acepto su decisión tan férrea de imitar en todo a López Obrador.

En cualquier caso, no soy yo quien decidirá la candidatura de Morena. Eso se hará mediante un proceso que será particularmente conflictivo. Podría terminar en el tribunal electoral, si la medición la hace la encuestadora de AMLO, que nadie conoce, o si las preguntas, sobre todo el peso de cada una de ellas, las sugiere el presidente.

Ahora mismo en las encuestas de MetricsMx, en lo relacionado con las preferencias acerca de quién debe ser el candidato o la candidata de Morena, Claudia lleva algo de ventaja sobre Marcelo. Es lógico: el electorado morenista quiere continuidad, que es la ortodoxia por la que apuesta la jefa de gobierno.

Pero el proceso electoral presidencial de 2024 ni siquiera ha empezado. La contienda comicial más relevante del sexenio enfrentará al proyecto morenista con las figuras, o la figura a secas, de la oposición. Y, si hay racionalidad —y fe en la leyenda que sigue tan viva—, el PRI, el PAN y MC tendrán que unirse en torno a alguien que representa el regreso a una ortodoxia que no pudo ser, la de Colosio. En las encuestas queda claro que el hijo del candidato asesinado, Luis Donaldo Colosio Riojas, es una esperanza, tal vez la única, de volver a lo de antes pero sin lo peor de aquellos sexenios. Ya se verá…