Tanto la Secretaría de Seguridad Ciudadana como el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación, Copred, condenaron las agresiones que sufrió Lady Racista al finalizar una audiencia judicial: “La discriminación debe enfrentarse con la fuerza de la ley y las vías institucionales, no con linchamientos públicos. La violencia nunca puede ser el camino para combatir la violencia”.

La gente en México está harta del racismo, pero también —y sobre todo— de que no se castigue tal delito. La ira social crecerá si no se sanciona fuertemente a Ximena Pichel, y como enseña la historia, nada es más desestabilizador que un pueblo indignado hasta el extremo de dejar de respetar los códigos de convivencia. En este caso la cárcel es la única medida disciplinaria que robustecerá la fe de la sociedad en sus instituciones. Lo que hizo Lady Racista fue más que insultar a un policía que solo hacía su trabajo —“Pinche negro. Culero. Odio a los negros como tú. Los odio. Los odio por nacos”—. Ella, ni duda cabe, ofendió a todo México.

Más allá de la letra de la legislación penal, las leyes deben aplicarse con criterio social. Cualquier pena distinta a la prisión sería duplicar y, por lo tanto, agravar la ofensa que tanto ha lastimado a la sociedad mexicana.

Las leyes y los juicios deben servir, muy especialmente, para garantizar que las relaciones sociales sean equitativas y justas, basadas en el respeto y la tolerancia. Si se permitiera a Lady Racista llevar su proceso en libertad se reforzaría la convicción de demasiadas personas de que la justicia no es posible en nuestra nación.

Sobra creatividad y talento jurídicos en el poder judicial y en la fiscalía de la Ciudad de México. El más que justificado encierro no solo le permitiría a Ximena Pichel reflexionar acerca de su mala conducta, sino que convencería a nuestra sociedad de que un México no racista es posible.