Ayer Enrique Krauze basó su artículo del diario Reforma en conceptos tomados de un libro del filólogo danés fallecido el año pasado, Mogens Herman Hansen, The Athenian democracy in the age of Demosthenes. Structure, principles, and ideology, que hasta donde sé no ha sido traducido al español. Krauze recurrió a tal obra para explicar qué es el ostracismo.
Hace 50 años, en un libro mucho menos académico, aunque quizá más interesante, leí por primera vez acerca del destierro político que de vez en cuando se aplicaba en Atenas. Hablo de Historia de los griegos, del periodista italiano Indro Montanelli. Lo cito:
√ Clístenes “inauguró aquel sistema de autodefensa de las instituciones democráticas que se llama ostracismo. Cada miembro de la asamblea popular, de la que formaban parte seis mil personas, o sea prácticamente todos los cabezas de familia de la ciudad, podía inscribir en una pizarra el nombre del ciudadano que, según él, constituyese una amenaza para el Estado. Si esta anónima denuncia venía avalada por tres mil colegas, el denunciado se veía mandado al destierro por diez años sin necesidad de un proceso que testificase sus culpas”.
√ “Era un principio injusto y por lo demás peligroso, pues se prestaba a toda clase de abusos. Pero los atenienses lo practicaron con moderación, si bien no siempre atinadamente, pues en los casi cien años que estuvo en uso, fue aplicado tan solo en diez casos. Y el colmo de la sabiduría acaso la pusieron de manifiesto haciendo blanco de ello precisamente a quien lo había inventado”.
√ “Un día en que el presidente de la asamblea, según el enjuiciamiento habitual, preguntó a la asistencia; ‘¿Se halla entre ustedes alguno que consideren peligroso para el Estado? Y si está, ¿quién es?’, muchas voces respondieron: ‘Clístenes’. La denuncia reunió los tres mil sufragios exigidos por la ley, con lo que el inventor del ostracismo fue ostracizado por aquel pueblo al que había devuelto la libertad y que, con sabia ingratitud, la usó para librarse de él”.
Enrique Krauze propone el ostracismo, no por diez años, “sino de aquí a la eternidad” a toda la gente de Morena, supongo que especialmente al expresidente Andrés Manuel López Obrador y a la presidenta Claudia Sheinbaum. Merecen el destierro eterno, dice el colaborador de Reforma, porque “con una actitud soberbia, cínica, malsana y cruel, han engañado al pueblo y abusado del poder como nunca antes en nuestra historia”. Órale.
Soy admirador de Enrique Krauze y lo aprecio bastante. A pesar de su erudición y apasionada búsqueda de la objetividad en sus análisis políticos, tiene defectos, como todas las personas. El principal, no encuentra el tono ecuánime que se necesita para intentar entender correctamente a la 4T. Esta deficiencia metodológica se explica —desde luego, lo comprendo— porque Andrés Manuel fue durante todo su gobierno un crítico muy duro del trabajo de Enrique.
En su artículo de Reforma de ayer domingo, Krauze afirma que en México no hay democracia: “Lo que el régimen (la 4T) representa es una combinación de monocracia (el gobierno de uno), kakistocracia (kàkisto = el peor), término utilizado en la Inglaterra del siglo XVII para designar el gobierno de los peores, y oclocracia (de oclos = muchedumbre), concepto acuñado por el historiador griego Polibio en sus Historias (200 a. C.) para describir la extrema degeneración de la democracia provocada por la demagogia (demos = pueblo, ágo = yo conduzco)”.
De las tres palabras utilizadas por Krauze para calificar de mala manera a la 4T —monocracia, kakistocracia y oclocracia—, la última ha estado circulando bastante, desde ayer, en mensajes de WhatsApps que mandan personas conservadoras de clases medias y altas. Les encantó, por clasista, la expresión “oclocracia (de oclos = muchedumbre)”. Me ha llegado varias veces esta imagen:
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Esto es, según la oposición la 4T no representa al pueblo, sino a la muchedumbre, que en el contexto del escrito de Krauze —y de tantos otros que denuncian el supuesto fin de las instituciones democráticas y del Estado de derecho— es sinónimo de naquiza, definida en el Diccionario del español de México como “conjunto de nacos”, y a su vez, naco como “indio, ignorante, torpe, de mal gusto y sin clase”.
Hoy, en Milenio, Héctor Aguilar Camín, también un escritor resentido porque AMLO lo cuestionaba fuertemente, habla del “adiós al Estado de derecho”. Los argumentos de Aguilar Camín son los de un ministro de la SCJN, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, que pronto dejará su puesto en el llamado alto tribunal y que recientemente redactó una especie de sentencia, inspirada no en el amor a las leyes, sino en el puro despecho —a cualquiera le duele que lo vayan a correr de la chamba, desde luego que sí—.
Hasta pareciera que antes de 2018 México era como Suiza o Noruega. Digo, es lo que tendríamos que concluir después de leer a gente culta como Krauze, Aguilar Camín y Gutiérrez Ortiz Mena cuando les da por insultar a la 4T —no me parece que diagnostiquen objetivamente, sino que nada más expresan frustración porque les ha ido mal o se les ha criticado con energía desde las mañaneras de AMLO y Sheinbaum—.
Pero no vivíamos en Suiza ni en Noruega, sino en el México del PRI y del PAN, en el que hubo grandes fraudes electorales, como el de 2006; una nación en la que nadie verdaderamente apoyaba a millones de personas pobres; un país, el priista y panista, en el que era deporte nacional comprar jueces y fiscales; el México que era el reino de la corrupción…, por cierto, esta empezaba con las relaciones de la prensa y sus intelectuales con el gobierno.
La 4T ha pretendido acabar con tales vicios. No lo ha logrado, o no del todo, pero se sigue intentando. Claudia Sheinbaum, para entregar buenas cuentas, además de atender lo urgente —lidiar a Donald Trump—, deberá limpiar Morena de impresentables como Miguel Yunes, Pedro Haces y muchos otros, y desde luego asegurarse, no sé cómo, de que lleguen al nuevo poder judicial especialistas en derecho con verdadero conocimiento y de reconocida honestidad y no personajes que respondan a intereses de dirigentes del partido de izquierda.
Lo cierto es que en México gobierna quien ganó las elecciones, y con facilidad. Si hay a quienes no les gusta la 4T, harían bien en trabajar para ganar el siguiente proceso electoral. Si admiten un consejo, no les ayuda, sino les estorba, insultar al gobierno que prefiere la mayoría.
Una pregunta a Krauze y Aguilar Camín: ¿No les parece que actúan como el lunático del Periférico cuando ven la aprobación de Sheinbaum tan elevada, ayer en el tracking diario ClaudiaMetrics de 81.3%? El lunático del Periférico, en efecto, el del chiste contado desde la antigua Grecia cuyos sabios todos lo anticiparon: el conductor de coche que va en sentido contrario pensando, encabronado, por qué carajos miles de automóviles, excepto el suyo, no entienden el correcto sentido de la congestionada vía.