El título de la columna es muy familiar. Desde niño fui asiduo seguidor de las películas de Cantinflas. Lo seguí, en prácticamente la totalidad de sus interpretaciones en cine; todas me dejaron un aprendizaje porque Mario Moreno fue un excelente ser humano.

Quizá eso me recordó las declaraciones de” Alito”, Alejando Moreno, quien hace poco aseguró que para el 2024 estará listo, porque lo respalda una larga trayectoria política.

Francamente la postura me causó asombro; hubo quien lo tomó con un chiste de mal gusto.

En fin, cada quien tendrá una respuesta si el punto se llegara a tocar de nuevo que, evidentemente, dudo que vuelva a ocurrir, al menos que siga aprovechando los medios y mecanismos de comunicación como lo hizo en asamblea del PRI.

Por ello, de esta declaración viene el concepto que nos acerca a la trama de ¡Si yo fuera diputado!, película que se rodó dentro de una etapa política que surgió, originalmente, cuando la sociedad opta por buscar los espacios de participación política para intentar, al menos de buena fe, acabar con la corrupción y el trinquete.

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En principio, es curioso que alguna clase política pretenda, desde los espacios de información, vendernos un concepto que no es real. El PRI como partido político sigue siendo, históricamente, la expresión pragmática tradicional que ha dedicado su pasado y su presente a cultivar y alimentar una idea amorfa.

Para comprobar esa concepción hay que echarles un vistazo a muchas décadas donde el desenlace ha sido fatal.

Eso no significa que los priistas no tengan futuro. Claro que pueden gobernar, pero el programa que han usado es, hasta este momento, una mezcla de autoritarismo, corrupción, opulencia y precariedad.

Alejandro Moreno no sé si será candidato del PRI. Es cierto que actúa como cacique y dueño de la toma de decisiones, pero de allí a qué represente un verdadero proyecto democrático, hay una distancia abismal. Hay una gran diferencia entre querer y poder; él pretende, aunque no lo logrará jamás.

En general, no atrae ni a los propios cuadros del PRI que lo ven con recelo. Eso parece, máxime cuando arrastran una profunda crisis y han dejado, de acuerdo al potencial que alguna vez tuvieron, grandes territorios que eran considerados bastiones del Revolucionario Institucional.

En 2018 y 2021 no ganaron prácticamente nada. Por ello, nadie tomó en serio las declaraciones de “Alito”. En primera, porque ha pasado por encima de la militancia; de nada sirvió la experiencia política que acumuló el priismo si, a fin de cuentas, sigue siendo un partido reaccionario.

Tal vez en algún momento el oficio hacía posible la eficiencia desde el gobierno en el poder. Sin embargo, el PRI brincó de la institucionalidad a la corrupción. A pesar de que se han declarado de centro izquierda y han echado andar una estrategia para ello, es difícil resarcir la historia.

“Alito” logró la nota en algunos titulares, pero será incapaz de ser, en un futuro, presidente de nuestro país. A pesar de que en sus manos tiene el control de la dirigencia nacional, ha pasado algo similar o, tal vez, una historia que ocurrió con Roberto Madrazo y Ricardo Anaya, que desde la cúpula se hicieron del poder para ser candidatos de sus partidos.

No obstante, dado que la situación empeoró para el PRI, la cosa se visualiza aún más complicada. A bordo de una alianza con el PRD y PAN han tenido complicaciones; les cuesta mucho trabajo ponerse de acuerdo porque el PRI está acostumbrado, desde sus inicios, a moverse cómo una expresión pragmática.

Y eso que según cambiaron. Por ello resulta aún más fantasioso el modo o la forma en cómo enfrenta desde las arengas el presidente nacional del PRI su posicionamiento en 2024. Tal vez su carrera sea larga; empero, cómo para alimentar la esperanza de una candidatura presidencial, el camino es inmenso, quizá utópico.

Para finalizar: aunque Alito se empecine no logrará, al menos en 2024, ser el candidato de la alianza va por México. Si esto llegase a ocurrir, sin duda le facilita el camino al presidente Obrador para ganar nuevamente la elección federal.