Continuidad y excelencia con cercanía y seguridad, la ambiciosa oferta que García Harfuch, bajo liderazgo y luz propia, pone en jaque a la oposición, aún con las comparaciones sin lugar.
El destape de quien fuera jefe de la Policía, Omar García Harfuch, que anuncia su participación en los procesos internos de Morena para coordinar los Comités de defensa de la Cuarta Transformación en la Ciudad han sido caldo de cultivo para un sinfín de comparaciones y críticas ad hominem. Es lógico que a uno de los funcionarios con los mejores resultados en materia de seguridad y un comportamiento público intachable, ante la ausencia de negativos, le sean cargados hechos que no tienen que ver con sí mismo, como su linaje familiar o historial laboral.
En una de las comparaciones, en mi opinión, más desproporcionadas se critica que García Harfuch aspire a gobernar después de ser <<policía>> al tiempo que las críticas parten de la premisa que, si Miguel Ángel Mancera llegó por la izquierda y gobernó con la derecha con una popularidad a la baja, por lo tanto, de llegar al Gobierno capitalino, la fórmula del desastre se podría repetir con Omar García. Sus puntos de partida, así como el razonamiento son equívocos por varias razones, entre las principales:
- Sobre las distintas personalidades. Proyecto VS Traición. Miguel Ángel Mancera fue heredero de la gestión gubernamental de Marcelo Ebrard. Es decir, más que votar por él cómo político o funcionario, el voto capitalino se volcó en aquel entonces por el Movimiento Progresista construido por López Obrador, Marcelo Ebrard, la izquierda capitalina agrupada en el PRD y las fuerzas federales que comenzaban a deslindarse del “Pacto por México”. Además de nunca haberse definido en la izquierda. Mancera quedó marcado por la ambición de la traición que le llevó a perseguir a quien lo hubiese impulsado, en un cuestionado acuerdo con Enrique Peña Nieto, que en aquel momento ya guardaba una estrategia de acercamiento a cambio de poder. Contrario a los efluvios pragmáticos de Mancera, en el caso de Omar García Harfuch el momento es totalmente histórico y diverso pues desde el Movimiento de la Cuarta Transformación a través del proyecto de continuidad que abandera Claudia Sheinbaum, se esperan dos cosas: una candidatura que integra un proyecto de país comandado por la primera mujer de izquierda que podría convertirse en Presidenta, y que de continuar la tendencia en las encuestas, seguramente lo será y un movimiento orgánico, integrado, mayoritario que implica, a su vez, una exigencia de proyecto humanista para la Ciudad. Mancera gobernó solo y sin proyecto claro, alineado hacia la etapa más decadente del priísmo y con un daltonismo de indecisión que nos recuerda que hoy, un Jefe de Gobierno postulado por la izquierda mexicana – que jamás se asumió de izquierda- es Senador propuesto por la ultraderecha conservadora del Partido Acción Nacional. Algo impensable para Omar García Harfuch: policía de carrera que sirvió en la tropa de las calles y que tiene un solo proyecto, transparente y en la izquierda con Claudia Sheinbaum. En una esencia que él mismo enmarca dentro de la lealtad y no de la ambición.
- Trayectorias sin comparación. Procurador de escritorio y litigante VS policía de calle, popular y disciplinado. Mancera fue Procurador después de litigar, o sea, el cargo que hoy tendría la Fiscal Ernestina Godoy. Omar García Harfuch ha sido policía y secretario de Seguridad Ciudadana, o sea, el cargo que en algún momento desempeñó Marcelo Ebrard de 2002 a 2004 con López Obrador como jefe de Gobierno. La diferencia es brutal pues mientras que Omar García Harfuch tiene una trayectoria que se enfoca en el trabajo de campo, en las calles del país, en lugares de necesidad alta como Guerrero o de complejidad como Michoacán, Mancera ha sido un hombre de escritorio que nunca fue policía y que tampoco guardó cercanía popular. El papel de Mancera en Seguridad Ciudadana se limitó a un par de direcciones y una asesoría, Investigaciones y Procedimientos en (2002); Seguimiento de Policías Complementarias (2002), director ejecutivo de la Subsecretaría (2003) y asesor del secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal (2004). Antes de eso, fue litigante y varios de los negocios en su despacho tuvieron suerte con su llegada al poder.
Ni un solo año dio la batalla por la seguridad como García Harfuch, que además del carisma y sencillez propio de un joven que quiso construir la utopía de ser la excelencia policiaca, si tiene un historial permanente de servicio, y a pesar de ser abogado, no guardó espacio para el litigio con compadres o asuntos inmobiliarios, como si mancha el historial del panista. Además de las obvias distinciones por carrera y trayectoria que ensalzan en el perfil de Omar haberse desempeñado como policía federal operativo, jefe de departamento de la Coordinación de Inteligencia para la Prevención del Delito, algo tiene la carrera policiaca que no tienen los cargos administrativos: disciplina, valores formativos y códigos de honor. Me atrevo a anticipar que difícilmente, el nombre de García Harfuch podría relacionarse a la corrupción pues su integridad es probada. Fue condecorado en dos ocasiones por la Policía Federal, la primera en el año 2012, al Mérito Policial Segunda Clase y en 2014 al Mérito Policial Primera Clase. Entre diciembre se 2012 a agosto de 2014, fue Coordinador Estatal de la Policía Federal en el estado de Guerrero. Estuvo asignado a la División de Gendarmería para apoyar en el diseño del despliegue de dicha corporación y la puesta en marcha de sus operaciones. Su cuestionada participación en el caso Ayotzinapa no fue como autoridad responsable sino como una de las autoridades que participó en la búsqueda de los 43 normalistas, una de las causas abrazadas por la 4T que sigue pendiente de verdad y justicia. Probablemente, si Mancera hubiese tenido la mitad de disciplina que ha guardado Omar García Harfuch, no sería recordado por el pragmatismo que diluyó al PRD, partido que, por cierto, lo impulsó a la presidencia después de la estadística más alta de desaprobación para un Jefe de Gobierno, que alcanzó en aquel entonces hasta 66%.
- Fue primero el huevo, luego la gallina. El liderazgo y el carisma no se hereda, no se impone y no se fabrica. Omar García Harfuch se convirtió en una leyenda con nombre propio tras sobrevivir a un ataque armado brutal que fue orquestado por los grupos del crimen organizado y cárteles que invadieron la Ciudad de México. La memoria nos permitirá recordar que Miguel Ángel Mancera, como jefe de Gobierno, negó la presencia de cárteles. Aquellos que supuestamente no operaban en la Ciudad fueron quienes intentaron emboscar al aspirante a candidato en un día en que además de que le fue marcada la vida, la popularidad lo igualó a una especie de “Batman” en Ciudad Gótica. La esperanza en medio de la cruel avanzada que sumió a México en el miedo. Propios y opositores lo reconocieron, lo admiraron, celebraron su vida y desde aquel momento, en las encuestas hubo un nuevo nombre: Omar Hamid García Harfuch. Claro que Mancera y Harfuch no son iguales. Miguel Ángel Mancera, como inicio esta columna, fue heredero de Ebrard. Era un liderazgo creado e impulsado por el ahora excanciller. La ausencia de Marcelo derrumbó a Mancera mientras que el liderazgo propio de García Harfuch, adicionado a su eficacia y eficiencia al mando de seguridad, brilla con luz propia y le permite ser ahora uno de los activos políticos más destacados de Claudia Sheinbaum.
García Harfuch ofrece brindar continuidad al proyecto humanista de Claudia Sheinbaum y como el hombre de instituciones que es, se aventura en una tarea cobijado bajo el proyecto de nación más grande de la historia moderna de México. Su aspiración es una esperanza contra la tendencia militar pues ha demostrado fórmulas basadas en la cercanía, la atención a las causas del delito, la compasión hacia las víctimas, rescate de animales y la dureza contra la corrupción y el crimen con un mensaje que insiste en que las policías civiles sirven y son capaces de construir popularidad. Que hay proyecto y que inclusive, la aspiración de un funcionario que no tuvo interés en la política para enfocarse en su trabajo es un signo de obediencia. ¿a quién? Al pueblo que lo colocó en la punta de las encuestas.