Al cuarto año del gobierno de AMLO uno se pregunta dónde ha quedado toda esa gente que por años cuestionaron los privilegios de la nomenclatura de poder. ¿Qué pasó con las voces que acompañaron durante años a Andrés Manuel y que hacían eco a sus propuestas? ¿Por qué callan ahora en lugar de exigir que este gobierno cumpla con los compromisos y con las promesas del supuesto cambio, en el que muchos creímos?

Simulación y justicia selectiva

Tal parece que los privilegios solamente cambiaron de manos. Ahora vemos un problema serio y que es cada vez más evidente, la falta de aplicación de la ley contra los más corruptos y contra la delincuencia que aparentemente se mueve libre a lo largo y ancho del territorio nacional.

¿En qué momento la devoción y la fe ciega por un candidato se convirtió en sumisión? No hay que cuestionar nada, de lo que se trata es de creer en la palabra de un líder que define arbitrariamente quiénes son los buenos y quienes los malos.

La purificación de los corruptos

Vemos que al cerrar filas y unirse a Morena, el más corrupto se redime y el más aberrante pasado político se purifica. Entonces el “pueblo bueno” lo acepta o más bien acata lo que AMLO decida, como representante de todo.

Desde que asumió el poder, él y su grupo de críticos, que antes todo cuestionaban, en unos minutos se olvidaron de ejercer la autocrítica.

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Dónde quedó la calidad moral en un gobierno de buenos y malos que prefiere polarizar que conciliar a sus gobernados, cómo se puede presumir de “superioridad moral” si apenas llegaron se olvidaron de las promesas, que de tanto repetirse se quedaron vacías. Es un discurso hueco y monótono que cada mañana repite lo mismo y ya es el cuarto año, con nulos resultados y uno tras otro tropiezo.

¿Diferentes?

¿Dónde quedó el interés que pregonaban por ser diferentes? Si no hemos visto una sola propuesta que surja de la reflexión y del análisis, que se encamine realmente a mejorar, que solucione un problema. No, por el contrario, hemos visto el desmantelamiento, la destrucción y debilitamiento de programas e instituciones que al menos cubrían algunas de las necesidades. No va a suceder, porque simplemente cada proyecto surge de la ocurrencia de un solo hombre que día a día se dedica a imponer la agenda cada mañana.

Es muy preocupante que la simulación y la falta de acción se vuelvan una estrategia. Donde sí hay justicia, pero con un sesgo selectivo. La aplicación de la ley se limita solamente a quienes no acatan la voluntad de una persona. La justicia se usa para a doblegar a todo aquel que intente hacer verdadera política, donde las instituciones se utilizan en beneficio de unos cuantos.

Fracaso absoluto

Al cuarto año de gobierno de AMLO somos testigos del fracaso de una administración cuyo sello de la casa son las excusas y los distractores y, ante la falta de resultados, culpar a quienes señalen su incompetencia.

Algunas cifras

AMLO no ha cumplido ninguna de las principales promesas que asumió en campaña, no ha erradicado la corrupción, México ocupa el lugar 124 entre 180 países en índice de corrupción y el sitio 14 de 16 en América Latina, con un alarmante índice de impunidad en delitos del 98 por ciento.

El Ejército no regresó a los cuarteles, por el contrario, invade todos los ámbitos de la vida civil y no acabó con la violencia, a pesar de que el presidente dijo que lo lograría en seis meses. Al cuarto año de gobierno el número de muertes violentas creció y a junio de 2022 ya suman 124 mil 326 decesos, tres mil 127 feminicidios y 55 periodistas asesinados. El número de desparecidos ya supera los 100 mil y un 35 por ciento del territorio nacional se encuentra bajo control del narco.

El sector salud continúa en crisis, acrecentada por medidas como la cancelación del Seguro Popular que dejó sin cobertura a 37.5 millones de personas y la falta de medicamentos y tratamientos que no se ha remediado. A esto podemos agregar que la fallida estrategia para manejar la epidemia del Covid-19 ha dejado más de 700 mil muertes por la enfermedad y sus consecuencias asociadas.

La economía se encuentra estancada, la deuda pública se ha incrementado en un 23 por ciento y de acuerdo con el Coneval la cifra de pobres ha aumentado en 8.7 millones de mexicanos. La economía informal crece, mientras que el índice de desempleo no ha tenido mejora y el 76.8 por ciento de la población ocupada gana apenas entre tres y cinco salarios mínimos.

Estas cifras son un reflejo de la desigualdad social, que se incrementa y que tiene al país polarizado y con las instituciones democráticas en peligro.

Pero yo me sigo preguntando a dónde fue a parar el cuestionamiento crítico de todos aquellos que alguna vez levantaron sus voces, porque quienes arribaron al poder por conveniencia se entiende que ahora guarden silencio cómplice, pero los que están por convicción, los que aún conservan en alguna parte principios e ideales por un México mejor, qué harán ante los contundentes datos que documentan el fracaso.