A la matanza de más de 130 personas, incluyendo 4 niños, en la sala de conciertos “Crocus”, ubicada en Moscú, le siguieron dos reacciones, bastante encontradas.
Una, en los países de “occidente” y otra, en el llamado “sur” global. En “occidente” (Estados Unidos, la OTAN y satélites como Australia) un silencio sepulcral o, si acaso, deslindes de la responsabilidad.
En los países de la “mayoría global”, o “sur global”, incluyendo México, las muestras de apoyo y afecto a los civiles rusos masacrados en este atentado terrorista no se hicieron esperar.
¿Por qué la diferencia? En primer lugar, fuera de “occidente”, la propaganda anticomunista y rusofóbica no ha calado tanto como en territorios y provincias imperiales. Ni la Federación Rusa, ni su antecesor, la Unión Soviética, tienen los antecedentes de Estados Unidos y los países colonialistas de Europa en África, Asia, América y Oceanía.
En territorios del “billón (sic) dorado” (golden billion), la cosa fue diferente. Desde lamentables comentarios en donde se acusaba a Rusia de haber hecho un “autoatentado” hasta la falta de solidaridad de personajillos cómo Pedro Sánchez, presidente de España, que en lugar de enviar sus condolencias al menos vía redes sociales, anunció que había tenido una llamada con Zelenskyy, el todavía presidente de Ucrania. Demencial.
Vemos, entonces, el doble estándar de “occidente” ante las tragedias. Así como gran parte del mundo se solidarizó ante ataques como el 11 de septiembre, los atentados en Madrid, o el ataque terrorista cómo el que ocurrieron en las oficinas de Charlie Hebdo, así ignoran deliberadamente la tragedia en Moscú. Una miseria, una lástima.