Como se los adelanté en varias columnas publicadas en SDPnoticias hace meses, la vicepresidenta Kamala Harris era una pésima candidata y su posible victoria ante Donald Trump era muy difícil.

Las columnas, tituladas “El globo Kama Harris” y “Palestina le puede costar la presidencia a Kamala y Biden”, postularon que a) Kamala era una mala candidata, que fracasó en las primarias del 2020, en donde no pudo quedarse con ni un solo delegado y b) que el genocidio en Palestina y la oposición a este en grupos demográficos clave en Estados Unidos le costaría caro al Partido Demócrata.

Estas circunstancias, aunado a un aumento en el abstencionismo (Kamala recibió aproximadamente 15 millones menos de votos que Biden; Trump 2 millones menos de voto respecto al 2020), cimentaron la marejada republicana: triunfo en el senado, probablemente en el congreso, en votos del colegio electoral y en voto popular.

Los votantes estadounidenses repudiaron el proyecto del senil Biden y sus manipuladores y genocidas, Blinken, Obama y la propia Jill Biden, que de forma totalmente irregular, terminó este cuatrienio asumiendo labores de su esposo.

Y ahora, los países del mundo, incluyendo México, tendrán que lidiar con un Trump más furioso y vengativo que en su anterior periodo gubernamental. Afortunadamente, para nosotros, nuestro país tiene un proyecto de gobierno más fuerte que hace una década y los Estados Unidos están más debilitados y divididos que nunca.

Ahora bien, Trump derrotó a Kamala no por culpa de los electores latinos, afroamericanos o musulmanes, como argumentan los fracasados demócratas, sino por el rechazo rotundo al sionismo, a su masacre en Palestina y al hecho de que Harris siempre fue una candidata pésima que no significaba nada. Lo demás son excusas.