El soccer está lejos de ser el deporte más importante de Estados Unidos. La tabla de posiciones es la siguiente: (i) el más visto y, por lo tanto, con mayor impacto económico es el futbol americano, la famosa NFL. (ii) Sigue el beisbol, con su MLB. Después aparece (iii) la NBA de basquetbol.
En el mejor de los casos, el futbol de nosotros en México —el que se practica en Europa, en toda América Latina y en el resto del mundo— está en la cuarta posición empatado con la NHL de hockey sobre hielo, el tenis y el automovilismo…
Lamentablemente el mejor deporte del mundo, el ciclismo, interesa a muy poca gente fuera de Europa, pero esta es otra historia. Lo bueno es que el mexicano Isaac del Toro sigue brillando aunque la TV mexicana lo ignore.
Ha terminado un evento muy importante de soccer en Estados Unidos, el Mundial de Clubes, donde realizó un gran papel el equipo de los Rayados del Monterrey. No llegó a las finales —perdió ante el alemán Borussia Dortmund—, pero jugó muy bien, o es lo que me dicen ya que desgraciadamente no pude ver en la televisión tal enfrentamiento.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asistió a la final, en la que el Chelsea, de Londres, derrotó al Paris Saint-Germain en el Estadio MetLife en Nueva Jersey.
Trump se llevó algunos, muy pocos abucheos y una estentórea ovación de gran parte del público. El presidente de Estados Unidos logró que otros y otras gobernante no han conseguido en juegos importantes de futbol.
En el Mundial de 2014, en Brasil, la entonces presidenta del país anfitrión, Dilma Rousseff recibió un gigantesco abucheo, solo comparable al que sufrió Miguel de la Madrid en el Mundial de 1986 en México. En España no son raras las silbatinas al rey en los partidos de futbol. Hace seis años, cuando iniciaba el sexenio de AMLO, este recibió duros chiflidos y gritos de desaprobación en un estadio de beisbol.
Más allá de las encuestas, es un hecho que Trump ha sabido hablarle a la gente que lo sigue, entre la que hay personas migrantes.
Debe subrayarse un hecho: necesariamente había una mayoría de personas de Europa o de origen europeo en la final estadounidense entre dos de los equipos más importantes del Viejo Continente.
Fue una final, la del Mundial de Clubes, que debe haber tenido un aceptable rating en Estados Unidos, sobre todo entre la población migrante, aficionada al futbol desde sus lugares de origen. Si Trump quería que tales personas le vieran en plenitud de forma, lo logró.
Pero el presidente Trump consiguió algo todavía más importante: enviar un mensaje de apoyo popular a las sociedades europeas. La final entre el Chelsea y el Paris Saint-Germain seguramente tuvo grandes audiencias en Europa, especialmente en dos de sus ciudades más admiradas a nivel global, Londres y París.
Donald Trump acudió al estadio de New Jersey, con su esposa Melania —nacida en Europa—, a demostrar que sus políticas, por irracionales que parezcan lejos de su círculo cercano, no han afectado su popularidad en Estados Unidos, ni siquiera en un estadio con mayoría de migrantes o de descendientes de migrantes.
Lo anterior confirma que tanto la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum como quienes dirigen la Unión Europea hacen lo correcto al no pelear con Trump como represalia por los aranceles de 30% que el presidente de Estados Unidos ha decretado.
Claudia sabe que con serenidad y paciencia conseguirá que Trump rectifique. Ha ocurrido antes y volverá a ocurrir. A eso se refiere la presidenta de México cuando afirma que ya tiene experiencia en la negociación arancelaria. Europa, por su parte, aplazará represalias comerciales para buscar un acuerdo.
Es la manera de negociar con un presidente como Trump, todavía muy fuerte. Cualquier otra cosa sería suicida.