En lo que debe ser el conflicto más previsible de la historia, el oligarca Elon Musk y el multimillonario presidente de los Estados Unidos se quitaron las máscaras y se están confrontando abiertamente ante la aprobación de un nuevo presupuesto y recortes a impuestos en Estados Unidos, lo cual significarán más de 3 billones (“trillions”, en EE. UU.) de dólares en los próximos años.
En un país al borde de un quiebre económico y el estallido social, esta decisión de Trump significa echar más leña al fuego. Ojo, esto no quiere decir que Musk haga las críticas porque ha visto la luz sobre la grave crisis que se avecina en su país adoptivo y en donde ha hecho su fortuna.
La realidad es que Musk sigue necesitando de la estructura del gobierno estadounidense para sostener, vía subsidios, a empresas cómo Tesla y SpaceX, esta última, que depende directamente de subsidios del gobierno estadounidense. Otras, cómo “The Boring Company”, también dependen en buena parte del estado norteamericano. En fin.
Ahora, el propio Trump amenaza con incluso llegar a deportar a Musk, quién desde hace un largo tiempo es ciudadano naturalizado de los Estados Unidos. Esa es la nueva realidad de un país que se instala de forma acelerada en el autoritarismo. Y si un oligarca recibe este tipo de amenazas, imaginen lo que les espera a millones de ciudadanos naturalizados y por nacimiento de origen mexicano que habitan y contribuyen con su trabajo y su consumo a la riqueza de EU.