El título no quiere significar que los compositores por comentar y escuchar aquí hayan sido necesariamente porfiristas, se refiere más bien al período histórico del Porfiriato. Pero suena demasiado formal decir “Un vals / o valses del Porfiriato antes de la Revolución”; porque, además, tendría implicaciones mayores al alcance de este texto.
Con vista a un aniversario más del inicio de la Revolución Mexicana, era conveniente compartir la música surgida a raíz de ese movimiento social que tuvo una extraordinaria expresión artística en distintos ámbitos; la pintura, la literatura, la música, la danza… Mas hube de suspender el escrito (para la próxima semana tal vez; “La música sinfónica postrevolucionaria y sus compositores”) porque al revisar los antecedentes musicales y la transición entre el Porfiriato y la Revolución, se registra al vals como una expresión muy presente, como una progresión de esta forma musical de origen europeo que arraigó de manera muy fructífera en México desde su llegada a principios del siglo XIX. Y al ser popularmente preferida esta influencia musical alemana-vienesa antes que la española o la francesa, fue en cierta manera una línea de protesta frente a colonizadores e invasores en el siglo XIX. El vals ha servido en México para bailar, como en su sitio original, pero también para cantar amores y penas; así que son de valor nacional tanto como otra música posterior a ellos.
Se hicieron tan buenos valses en México que, por ejemplo, antes del famosísimo “Sobre las olas”, de Juventino Rosas, ya se había compuesto el vals “Capricho”, de Ricardo Castro; y aún estaba por aparecer el “Vals Poético”, de Felipe Villanueva; o “Club Verde”, de Rodolfo Campodónico. Y por supuesto, antes y después, los valses de Macedonio Alcalá (“Dios nunca muere”) o Aniceto Ortega (ingenió, para mexicanizar el género, el vals-jarabe); de Ángel J. Garrido (“Cuando escuches este vals”), de Enrique Mora Andrade (“Alejandra”); sólo por mencionar algunos de los más celebrados. Y hasta Julián Carrillo, “El Sonido Trece”, tiene su propio Vals Lento, “En el bosque”.
Entonces, bien vale la pena comentar y escuchar algunos de los valses y el proceso de transición de sus compositores; en orden cronológico:
1. Vals Capricho, Op. 2 (1884) para piano y orquesta, de Ricardo Castro (1864-1907). Interpretado por Vlada Vassilieva con la Filarmónica de Zacatecas dirigida por Anatoly Zatin:
2. “Sobre las olas” (1885), de Juventino Rosas (1868-1894). No, no es la versión de Pedro Infante dirigiendo en la película de 1950, se trata de Enrique Diemecke conduciento a la Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional:
2′. Pues qué creen, acabo de recibir un mensaje fílmico-musical que solicita la presencia de Pedro Infante interpretando a Juventino Rosas en la película Sobre las olas (1950), dirigida por Ismael Rodríguez. Esa escena donde Don Porfirio le pide a Juventino no fallar, “No haga quedar mal a México”; pues se han escuchado rumores y burlas de que él no es el autor de tan gustado y afamado vals sino un compositor europeo. Pedro/Juve toma la batuta y encara su destino… Va a colores:
3. “Vals Poético” (1890), de Felipe Villanueva (1862-1893), con arreglo de Gustavo Campa (1863-1934). Grabación de la Sinfónica Nacional con Luis Herrera de la Fuente:
4. “Club Verde” (1901), de Rodolfo Campodónico (1866-1926). Orquesta Juvenil Universitaria “Eduardo Mata”, de la UNAM, dirigida por Gustavo Rivero Weber:
Dos compositores que viven la transición de la dictadura porfirista al proceso revolucionario y sus consecuencias son José Rolón y, sobre todo, Manuel María Ponce. A este se le ve con frecuencia como “padre” del nacionalismo mexicano, pero otras veces, como un conservador e incluso traidor que convalidó a Victoriano Huerta y su infamia contra Francisco Madero. Algo sobre ello escribí hace tiempo en un texto que aparece en mi libro De Caruso a Juan Gabriel. Una mirada de cultura en México:
“¿Es Manuel María Ponce el fundador de una genuina música mexicana? La respuesta se perfila de acuerdo a la perspectiva ideológica con que se aborde la cuestión. Para quienes el surgimiento de “lo mexicano” en las expresiones artísticas se inicia posteriormente a la Revolución Mexicana y con la adopción del discurso ideológico y político de la misma, en Ponce puede reconocerse incluso a un traidor (aunque participó en las conferencias del Ateneo de la Juventud en 1909, poco después aceptó una beca del gobierno huertista para dedicarse por completo a la composición). Para quienes piensan lo mexicano en el arte como un proceso que anida en el siglo XIX y que en la música empieza a gestarse a finales del Porfiriato, y que ven a Ponce como el incansable investigador, estilista, armonizador y organizador del canto popular llevándolo a la sala de conciertos y a todo el territorio nacional, este compositor es el padre de la música mexicana. Lo cierto es que ambas posturas están parcializadas por el sesgo ideológico y quizá ni una ni otra descubre al verdadero artista. En realidad, más que típicamente encarnar una época o corriente, el compositor se construyó, autocrítico, como artista: se creó a sí mismo tratando de desdeñar, en lo posible, las circunstancias políticas, que no las estéticas.” (“Manuel María Ponce: Su arte y su tiempo”; en la obra citada, p. 79).
Rolón y Ponce son compositores que representan el antecedente, la transición y aún la incorporación en algunos sentidos (su interés por el modernismo musical, incluso el impresionismo francés), al nuevo movimiento musical encabezado por Silvestre Revueltas y Carlos Chávez que irrumpen con vigor en la tercera década del siglo XX.
5. “Capricho” (¿1919?), arreglo e improvisación para piano a “Sobre las olas”, de Rosas, de José Rolón (1876-1945). Según se lee, Rolón dedicó esta pieza al célebre pianista Arthur Rubinstein, cuando este visitó Jalisco en 1919 (ese mismo año estuvo Enrico Caruso en México, como ya he escrito en este espacio con anterioridad). Pieza de dificultad técnica, sin duda. En este arreglo a la versión original de Rosas de 1885, se aprecia (más allá de la melodía) la complejidad musical de 35 años después; los tiempos, la música, cambian. Aquí interpretada por la pianista Claudia Corona:
Por último, un Ponce todavía anclado en la apacibilidad porfirista ya perdida, el famoso Intermezzo No. 1., y su concierto para violín y orquesta, una de sus últimas composiciones en que ya la distancia con sus primeras obras es más que evidente.
6. Intermezzo No. 1 (1912). Dentro de un grupo de cuatro piezas para guitarra, Ponce escribió un “Vals”, pero en realidad no lo es; por ello aquí va esta linda pieza que es interpretada por pianistas internacionales; aunque sea por mero show. Su compositor es uno de los precursores de los autores mexicanos “nacionalistas” que se han internacionalizado, por esta pieza, por “Estrellita”, sus conciertos para violín y guitarra, entre otras obras. Aquí con el pianista chino Lang Lang, en el Royal Albert Hall, de Londres:
Y sin olvidar la raigambre de Ponce en la música popular mexicana, podría terminarse el recorrido previo a la música que vendrá tras la Revolución Mexicana con esa apacible pieza de 1912. Pero será bueno incluir una obra de Ponce de ese período posterior, para observar tanto sus avances musicales y su inmersión ya por completo a la música del siglo XX. Así como dedicó a Andrés Segovia su Concierto del Sur para Guitarra (1941), hizo lo propio con Henryk Szeryng, a quien dedicó su concierto para violín que en el segundo movimiento recrea la canción “Estrellita”; asimismo cantada y tocada por innumerables artistas internacionales.
7. Concierto para Violín y Orquesta (1943). El concierto lo estrenó Szeryng con la Sinfónica Nacional de México dirigida por Carlos Chávez. Aquí va una grabación en vivo del violinista, en 1958, con la Orquesta Sinfónica Nacional de la Radio Polaca, dirigida por Jan Krenz:
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo