¿Ha oído hablar del efecto Pigmalión?
Se trata de un fenómeno social, académico e incluso familiar en el cual nuestro comportamiento está influenciado por las creencias que otras personas tienen de nosotros y nosotras.
Es decir, si alguien cree que un niño o adolescente es vago e incapaz y esta creencia la transmite a un grupo de personas, es muy probable que el niño, aún sin quererlo, termine siendo flojo o incapaz.
Pero no nos confundamos. Una alumna me decía no hace mucho que el efecto Pigmalión es primo hermano de la muy chafa y nada real técnica de “manifestación”, tan de moda en la actualidad.
El efecto Pigmalión, cuyo nombre proviene de la mitología griega y conocido también como “profecía autocumplida” debe modificar nuestra conducta para cumplir las expectativas del otro, ya sea en forma positiva o negativa. Nada tiene que ver con la magia o el deseo sobrenatural.
Si alguien cree que una persona es lo máximo y contagia de esa creencia a un grupo de personas, seguro se lo creen y el personaje en cuestión termina siendo una maravilla.
Lo anterior va ligado al autoconcepto que cada individuo tiene de su persona y créame, se lleva uno sorpresas muy gratas… o muy malas.
En nuestro país hemos vivido ese efecto con resultados desastrosos, especialmente en la política.
Hemos tenido presidentes de caricatura, nefastos, narcisistas como Vicente Fox, a quien la multitud aplaudió a rabiar su propuesta de sacar al PRI de los Pinos tras el hartazgo de varias décadas del partido en el poder.
Otro caso fue Enrique Peña Nieto, vitoreado por las mujeres debido a su aspecto físico. Cómo olvidar aquellas porras de “Enrique, bombón, te quiero en mi colchón”.
A estos dos personajes les puedo sumar otros más.
Y es que la mercadotecnia y la euforia de las redes sociales nos llevan a creer cosas muy distintas de la realidad.
Algún sociólogo o psicólogo social me podrá debatir que el efecto Pigmalión no es lo mismo que la creencia (equivocada) de las masas, pues en realidad son estas las que quieren creer que el político de sus simpatías es un fregón pero el político no se lo cree y por ende resulta un fiasco.
Y puede que tengan razón, pero puede que no.
Yo estoy segura que Fox sí se la creyó pero su escasa materia gris y su egocentrismo lo cegaron dando como resultado un fracaso brutal.
Y es que “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”. Fox se sintió y lo peor, se sigue sintiendo, “el chico chicho de la película gacha”, cuando en realidad es un ser que derrocha prepotencia, y por ello se siente con derecho a difundir comentarios soeces y racistas en sus redes sociales.
En la actualidad sucede algo similar.
El bodrio llamado Frente Amplio por México fabricó un personaje, en este caso una mujer, con la intención de hacernos creer que es la solución para acabar con “el desastre” que representa el actual gobierno que encabeza el presidente López Obrador.
Usaron una mujer con fines sentimentaloides porque representa a las clases desprotegidas (doblemente, por ser mujer y por su origen indígena) y por ello, en su delirio, pensaron que sería un boom y le apostaron a la empatía que pudiera tener con las mujeres y con las indígenas. Pero el cuento les ha salido mal.
Xóchitl se cree una mujer ‘chingona’, echada para delante y que con esfuerzos ha logrado grandes cosas. Ella se lo cree, pero la sociedad no.
Un buen número de los posibles votantes le reprocha sus malas palabras, su altanería, su vulgaridad y sus mentiras.
Con la señora X el mito del rey de Chipre, tímido y torpe en las artes amatorias que solicitó a un escultor llamado Pigmalión hiciera una estatua de una mujer hermosa que lo llenara de amor, fracasó, pues la figura jamás tuvo vida y solo se quedó en el intento.
Y que conste, no estoy hablando de belleza física en sentido literal. A la gente pensante no nos importa si están hermosas o nada agraciadas quienes nos puedan gobernar. Queremos soluciones y propuestas que lleven a buen rumbo el país.
Y en este sentido también Gálvez fracasó.
Xóchitl va perdiendo en las encuestas pero la culpa no es solo suya. El FAM nació sin pies ni cabeza. Su único objetivo es impedir que continúe la Cuarta Transformación en México por la antipatía que le tienen ciertos grupúsculos de la sociedad al presidente Andrés Manuel López Obrador, y desde ahí todo mal. Ningún proyecto que surja desde el hígado para llevar la contraria y por “sus calzones” querer imponer su voluntad puede triunfar.
Hoy la realidad termina tirando a mazazos la figura del escultor (¿Fue el señor X? ¿Fueron los partidos de oposición ?) que quiso elaborar una candidata de bronce, cuando simplemente era de papel.
Los números no mienten y aunque la batalla está por comenzar, Xóchitl va perdiendo frente a una mujer de carne y hueso, con suficiente corazón y capacidad: Claudia Sheinbaum.
A diferencia de la senadora blanquiazul, la doctora Sheinbaum Pardo no es un invento de nadie, ni vende falsas ideas. A Claudia los buenos resultados en su gestión al frente de la capital la recomiendan, además de tener el apoyo de millones que simpatizan con el gobierno de la cuarta transformación.
No solo eso, el ‘feeling’, el sentimiento, la emoción que se transmite en cada discurso están respaldados por hechos. Claudia es, sin dudarlo, quien puede continuar con los logros obtenidos durante la gestión del presidente López Obrador.
Al Pigmalión que quiso darle vida a Xóchitl Gálvez habrá que proponerle que a su próxima escultura la moldee mejor pues los mexicanos dejamos de creer en mitos hace mucho y hoy queremos que quien nos gobierne tenga sangre en las venas, capacidad intelectual, energía, amor al prójimo, lealtad y sobre todo, un corazón que lata a la izquierda.
Posdata. ¿Xóchitl se va?
Por aquí y por allá se dice que Xóchitl Gálvez puede ser reemplazada en fechas próximas por alguien más, pues la panista nomás no da una.
Esto sería un tremendo caos y una tomadura de pelo a quienes creyeron en ella y el proyecto que encabeza. Y eso la gente no lo perdona.
Si el rumor se convierte en realidad no solo sería la tumba política de Xóchitl, la oposición no tendría ninguna remota posibilidad de éxito ni en esta campaña… Ni en varias más.
Qué caro están pagando su error. Ni hablar.