Un sector de los mexicanos vemos con mucha preocupación que mientras desde la poderosa maquinaria mediática de Palacio Nacional se trabaja todos los días, con paciencia franciscana, en la consolidación y fabricación de nuevas percepciones en la opinión pública, la oposición simplemente no le encuentra la cuadratura al círculo.
Lo peor no es que a estas alturas Xóchitl Gálvez camine como alma en pena por el país, sin el respaldo público ni el acompañamiento de los partidos que la van a hacer su candidata presidencial. Por ejemplo: Va a Tabasco, la abuchean, el gobernador Carlos Manuel Merino dice socarronamente que la protesta organizada por Morena “es puro cariño local” y ni Alejandro Moreno ni Marko Cortés ni Jesús Zambrano hacen acuse de recibo de la advertencia.
Mal. Pero lo realmente grave es que ella decidió que esa era la estrategia: distanciarse de la (mala) imagen del PAN, del PRI y del PRD al menos de aquí a noviembre, cuando rinda su informe como senadora de la República, a la espera de sacarle un poco más de rédito a su innegable origen ciudadano.
No se alcanza a entender por qué la coordinadora nacional del Frente Amplio por México (FAM) decidió que había que optar entre las opciones de lo que es a todas luces un falso dilema: hacer campaña con los partidos o “con los ciudadanos”. Me parece que la decisión tiene que ver con la ausencia de estrategia y lo confirma el perfil de quienes la acompañan en la travesía, el llamado “grupo compacto” de colaboradores y asesores de la senadora.
Es una tragedia. La depositaria de la “nueva esperanza” está rodeada de mercadólogos y creativos más parecidos a mercachifles. Alonso Cedeño, que dice haber participado en 50 campañas políticas, la hizo de jefe de logística en la gira por Villahermosa con muy malos resultados porque no sólo no previó la protesta morenista en Comalcalco sino que dejó pasar la oportunidad de que Xóchitl saludara a simpatizantes que “tomaron” el restaurant del hotel donde el PRD organizó una conferencia de prensa, con el argumento de que asomarse a un balcón, sonreír, levantar la mano y escuchar porras “no está en el programa”.
Víctor Covarrubias, el mercadólogo de cabecera de Gálvez Ruiz es el que la sube y la baja de la bicicleta según “siente” el “humor” de las redes. Monitoreo e intuición, cero estrategia, mientras que Carlos Mandujano es conocido como un verdadero profesional… pero de la derrota, entre consultores políticos, y Arne Aus Den Ruthen Hagg es el City Manager que revolucionó las redes sociales en la alcaldía Miguel Hidalgo y es el que sugiere que la candidata se mantenga “meme por siempre” para “estar en medios”. Aunque no esté en la campaña.
Alguien debería explicarle a la senadora las diferencias entre tener un equipo de mercadólogos y creativos y tener un equipo de estrategia. Los primeros son aquellos expertos capaces de encender una mecha, que a veces resulta demasiado larga o mojada y no “prende”. Son como el burro, que a veces encuentra y hace sonar la flauta. El estratega es el pirómano que planifica paso a paso el incendio.
Que este equipo haya recomendado alejarse de los partidos para “no contaminar” a Xóchitl no me sorprende. Visto como se aprecia, “ciudadanizar” la campaña, en las condiciones como lo asume la coordinadora nacional del Frente Amplio por México (FAM), es una ruta cuesta arriba y empedrada. Además, egoísta, porque le cierra el acceso a candidaturas estatales a otros perfiles como ella.
Y es que a las dirigencias partidistas les ha caído como anillo al dedo la decisión de Gálvez Ruiz de “no requerirlos” durante un largo período. No se desgastan respondiendo los ataques que se lanzan contra la virtual candidata desde Palacio Nacional y tampoco tienen que intervenir si un gobernador troglodita como el de Tabasco promete que habrá más “muestras de cariño local” cada vez que Xóchitl pise suelo tabasqueño.
Lo mejor: PRI, PAN y PRD están de lleno en lo suyo, repartiéndose las candidaturas a gobernador en los estados donde habrá elecciones concurrentes, para postular no a ciudadanos, o a hombres o mujeres con presencia social, sino a políticos tradicionales. En Tabasco, por ejemplo, el senador Juan Manuel Fócil (que jamás en la vida ha alzado la voz en la más alta tribuna del país para denunciar la corrupción o la creciente inseguridad que afecta a las familias del estado) le dice a quien quiera oir que la candidatura a gobernador es para él porque el PRD es la segunda fuerza política en esa entidad (con apenas 13% de los votos).
Seguramente entre quienes tarjetean a Xóchitl Gálvez le van a decir que hasta el Frente Cívico Nacional de Guadalupe Acosta Naranjo tiene ahora mayor presencia entre los tabasqueños que Fócil, sobre todo porque quien lo coordina allá es la ex diputada federal Lorena Beaurregard, mujer de una larga trayectoria como militante crítica del PRI, con una gran ascendencia entre grupos políticos y ciudadanos, a los que les presta su voz. Recientemente alertó del incremento de la violencia en el estado y el gobernador Merino la hizo blanco de sus ataques llamándole “una señora oportunista”.
Como a Xóchitl, a Lorena por su activismo social en el FCN le auguran “muestras de cariño local”. Creo que frente a estos embates ninguna de las dos se arredran.