Desde la irrupción de Xóchitl Gálvez en el tablero político, el gobierno de Andrés López trató de colocarla en el imaginario colectivo como una mujer ordinaria, vulgar, impedida de hablar bien el español por su origen indígena; incluso fue llamada ladina por el ladino Andrés, término con el que se puede estar parcialmente de acuerdo, ya que ladina significa audaz, sagaz, características de Xóchitl, pero nunca taimada (como sí ha demostrado muchas veces ser el propio presidente), y recientemente bautizada como “esperpento” por el productor de series del narco y uno de los principales propagandistas del actual régimen.
Pero todos estos epítetos de mala fe, sólo hicieron que la candidata ciudadana adquiriera más fuerza; su enorme capacidad para revirar con efecto bumerang, ha pegado varias veces en el nivel de flotación del poder autárquico de López, haciendo más real que nunca aquel dicho de que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo.
Esta presencia sencilla de Xóchitl Gálvez, que ha conquistado a la población, aunada a su capacidad creativa y al conocimiento que tiene de los problemas del país, no sólo ha proporcionado frescura a la competencia electoral, sino que ha desafiado con astucia y perspicacia a la candidata oficialista Claudia Sheinbaum. Con una mente aguda y una trayectoria destacada, Gálvez ha revitalizado el debate público con propuestas innovadoras y soluciones concretas.
Mientras la candidata oficialista Claudia Sheinbaum actúa conservadoramente, respetando el deseo del presidente actual de mantener a Pemex como un pilar fundamental de la economía, aunque la paraestatal ya no funciona como tal, haciendo evidente que la razón de fondo es la carga ideológica de la izquierda anquilosada que ve en el organismo el símbolo de la soberanía nacional, Xóchitl actúa con visión de futuro, abogando por políticas que son ahora relevantes en el mundo, por el desastre ecológico en que se ha sumido al planeta.
Su propuesta de transformar a Pemex en una empresa llamada Emex, representa un cambio innovador que busca modernizar y hacer más eficiente a la industria energética en México; esta propuesta consiste básicamente en promover la inversión en energías renovables, reducir la dependencia de los combustibles fósiles, y fomentar la sustentabilidad ambiental. El plan busca también generar nuevas oportunidades económicas y empleo en este importante sector.
Si bien Sheinbaum reconoce la importancia de las energías renovables, su enfoque principal sigue siendo la explotación de los recursos petroleros tradicionales; mantener Dos Bocas, Deer Park, y Cadereyta son buenos ejemplos de ello.
En cambio, Xóchitl, como excelente ingeniera que es, seguramente ya tiene diseñado el plan de reingeniería financiera y operativa para darle a México los elementos de desarrollo, que hoy se han visto no sólo afectados, sino en franco retroceso, por la carga ideológica de quienes hoy sustentan el poder sin importarles el futuro de las nuevas generaciones.
El contraste entre las posiciones de ambas candidatas, ha puesto de manifiesto las divergencias ideológicas y estratégicas en cuanto al futuro energético de México. Mientras que Xóchitl Gálvez apuesta por una visión progresista y sostenible, Claudia Sheinbaum defiende un enfoque conservador, arraigado en el statu quo. Esta polarización ha generado un intenso debate público y ha obligado a los ciudadanos a reflexionar sobre el rumbo que desean para el país en materia energética y ambiental.
Y es en este punto en donde, como lo comentamos en aportación anterior, es ineludible pensar en el comportamiento de lo que Gabriel González Molina ha denominado el segmento de la orfandad o switcher 2. Es aquí en donde el grupo numeroso de jóvenes que votarán por primera vez y aquellas personas que no se identifican aún con una u otra candidata, definirá la elección.
Esas personas conformadas por millennials, generación z o de cristal, y personas de otras edades que nunca se han interesado por una elección, es posible que hoy se vean motivadas, porque sí son personas interesadas en su supervivencia y, por tanto, exigentes con las políticas ambientales y de energías limpias.
Llegar al mundo de los jóvenes no es una tarea fácil; ellos no confían en nosotros los adultos; no quieren saber nada de un mundo que no entienden, en donde papá y mamá prácticamente viven en soledad compartida, cada uno inmerso en sus propias preocupaciones. Los jóvenes de hoy viven una especie de aislamiento generacional; sólo confían en sus celulares y en la pequeña comunidad que forman entre ellos mismos, así que penetrar sus pensamientos y sobre todo convencerlos de que la vida futura de México va a descansar en sus hombros, es una tarea de titanes.
En este panorama, las elecciones de 2024 en México se perfilan como un punto de inflexión crucial para el futuro del país. En medio de un panorama político marcado por la polarización y la desconfianza, la figura de Xóchitl Gálvez se ha ido consolidando como un factor que podría ser determinante para cambiar el rumbo de la contienda electoral.
Si Xóchitl logra irrumpir y penetrar con fuerza entre los segmentos de población en donde se encuentran, entre otros, jóvenes estudiantes y ambientalistas, emprendedores y tecnólogos, personas desencantadas con las políticas impuestas por este régimen destructor de leyes e instituciones, y comunidades marginadas, ésas que se han perdido entre la palabra “pueblo” pero que han sido abandonadas en lo más básico de sus necesidades, Xóchitl ganará la elección.
Si tratáramos de hacer una breve descripción de la política de gobierno que perfila en este punto de importancia relevante para el desarrollo futuro de México, podríamos señalarla así:
- Transformación de la empresa petrolera fósil del Estado, en una empresa moderna y eficaz orientada hacia las energías limpias.
- Impulso a las energías renovables a través de un ambicioso plan que incluye incentivos fiscales para la inversión en proyectos de energía solar, eólica y geotérmica, así como la promoción de la investigación y el desarrollo en este ámbito.
- Desarrollo comunitario y empoderamiento económico. En este aspecto importante para el desarrollo futuro, se compromete a trabajar en proyectos de desarrollo comunitario y empoderamiento económico de las zonas más marginadas del país. Esto incluye programas de vivienda, educación y salud, así como el impulso a pequeños negocios y cooperativas.
En resumen, la sagacidad e inteligencia de Xóchitl Gálvez han desafiado el statu quo y revitalizado el panorama político con propuestas audaces. Su visión innovadora ha puesto a bailar al régimen y colocado en una situación difícil a la candidata oficialista, cuya defensa del modelo tradicional de energía contrasta con la búsqueda de el futuro más sustentable y próspero para México que propone Xóchitl, ya que el enfoque desarrollado por la candidata ciudadana, no se limita a las propuestas sobre papel, sino que destaca su capacidad innata para conectar con la gente a nivel personal y explicar con estilo directo y accesible lo que la candidata “científica” jamás podría explicar.
Con esta forma de actuar Xóchitl ha generado confianza en amplios sectores de la población. Su habilidad para acercarse a la gente se evidencia en su trabajo de base y su compromiso con las comunidades más vulnerables. Gálvez no sólo habla de transformación social, sino que la lleva a la práctica a través de acciones concretas que impactan positivamente en las vidas de las personas. Su enfoque centrado en las necesidades reales de la gente ha resonado con fuerza entre la ciudadanía.
En un contexto político marcado por la desconfianza y la desilusión, la capacidad de Xóchitl Gálvez para proponer ideas modernas y conectar con la gente de manera genuina representa un soplo de aire fresco. Su liderazgo visionario y su compromiso con el cambio positivo la han convertido en una figura destacada en el panorama político mexicano, desafiando el statu quo y ofreciendo una alternativa viable para un futuro más prometedor y equitativo.
Xóchitl es una líder innata, produce emociones y motiva a acciones; ha traído esperanza a miles y miles de ciudadanos que se sentían impotentes y ahora están dispuestos a defender la democracia y recuperar los espacios perdidos.
Sí, Xóchitl los puso a bailar.
San Andrés Cholula, Puebla.