Derrotados prácticamente en todos los frentes, los fachos ahora se aferran a una de las últimas cartas desprestigiadas que les quedan: la “resurrección” de Ernesto Zedillo, ahora en plena gira mediática en México.

A escasas dos semanas del término del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, quién se va con altos niveles de popularidad y con prácticamente todos sus compromisos de campaña cumplidos, el resentimiento y la ira de la derecha es tal que tienen que traer a tan desprestigiado y nocivo personaje a hablar pestes de la reforma judicial.

No es necesario más que hacer un poco de memoria o hacer una breve búsqueda en redes para recordar que Zedillo fue el responsable, entre otras cosas, de las masacres de Acteal y Aguas Blancas, en donde murieron decenas de indígenas, incluyendo mujeres y niños; del “error de diciembre” que acabó con los ahorros y el futuro de millones de familias mexicanas y orilló a una migración masiva hacia los Estados Unidos y también de la privatización de las pocas empresas paraestatales que quedaban, incluyendo los ferrocarriles.

Por supuesto, no hay que olvidar el atraco del Fobaproa, en donde se socializaron las pérdidas de los ricos y oligarcas mexicanos, deuda que no se pagará todavía en varias décadas.

Pero también el mustio, autoritario e hipócrita Zedillo fulminó, en su momento, con toda la Suprema Corte, reduciéndola en número a menos de la mitad y llenándola de ministros a modo, en una época en que el control de los medios de comunicación por parte del PRI-gobierno era prácticamente total. Por supuesto, en aquellas épocas, los paleros pseudointelectuales del régimen no hablaban de “derivas autoritarias” e idioteces por el estilo.

En fin. Ese señor desprestigiado regresará a su sarcófago y a la irrelevancia. Pero la desesperación de la derecha mexicana es tal que no tardan en revivir a su último ídolo desprestigiado: el nefasto Carlos Salinas.