En teoría un alcalde no goza de reconocimiento a nivel nacional. La alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México, si bien incluye sitios destacados de la capital, tales como el Paseo de la Reforma y zonas contiguas, cuenta con alrededor de 600 mil habitantes. Si se considera la población total, misma que oscila alrededor de los 8 millones, esa demarcación es relativamente pequeña.

Sin embargo, la Cuauhtémoc cuenta con un elemento adicional que la hace particular: su alcaldesa Alessandra Rojo de la Vega; una mujer joven, atractiva, mediática y aparentemente competente que ha sido capaz de escalar en términos de su reconocimiento popular.

También se ha destacado, conviene señalar, pues es apenas una del puñado de mujeres de oposición que gobierna en la Ciudad de México. El ascenso de Rojo de la Vega eventualmente conducirá a que la alcaldesa busque un cargo de elección popular de mayor relevancia en el futuro cercano. Su responsabilidad al frente de su alcaldía terminará en 2027, por lo que será habilitada para tal vez pretender alcanzar una diputación federal por la Ciudad de México, y en 2030, la jefatura del gobierno de la capital.

El oficialismo ha estado prestando atención a las actividades de Alessandra. Le han dedicado espacios en las mesas de debate. Arturo Ávila, vocero de Morena, ha insistido constantemente en el estado de las calles de la Cuauhtémoc, pasando por alto, por obvias razones, que de acuerdo con los últimos sondeos esa alcaldía ha tenido una disminución en la percepción de inseguridad, al lado de otras gobernadas por la oposición como la Benito Juárez.

En suma, el oficialismo ha identificado en Alessandra Rojo de la Vega una opositora que ha ganado reflectores y cuyo nombre ha empezado a sonar en el país como referente en contra de Morena en la capital. Se podría asegurar que después de Clara Brugada, Rojo de la Vega es la funcionaria más conocida en la capital. Su presencia en el evento de renovación del PAN tampoco ha pasado desapercibida.

Con miras al futuro inmediato, es imperativo que hombres y mujeres jóvenes de la oposición, tales como Rojo de la Vega, salgan a la luz mediática y que se presenten como rostros que puedan plantar cara frente al partido hegemónico. Resulta obligado que la oposición demuestre al electorado que los viejos cuadros han quedado en el olvido y que una nueva corriente de políticos está abriéndose camino.