“Esa mexicanidad vestida de colores galos parecía representar el imaginario nacionalista del pueblo en medio de sus contradicciones”
Recuerdo que cuando Carlos Monsiváis escribió sobre Juan Gabriel se refirió a él no tanto a su talento artístico, como compositor y cantante, sino a su público. Pienso que en el tema del futbol profesional sucede algo semejante: aparte de ser un gran negocio de ciertos grupos de poder económico, es una actividad que tiene diversos ángulos de análisis en lo social, lo político y lo histórico.
Algunas de esas caras del prisma analítico, respecto al balompié, están representadas por los simbolismos, los imaginarios y las emociones colectivas.
El domingo por la noche, 21 de mayo, la mesa estaba puesta a favor del equipo de los dueños del futbol. El grupo Televisa ya tenía el circo preparado para concretar la fiesta en el Estadio Azteca. Sólo era cuestión de minutos para asegurar el boleto a la gran final del futbol mexicano, con su mediocridad a cuestas.
El archirrival sería parte del banquete y la escenografía. Las botellas de vino tinto seguramente ya estaban preparadas para el festejo que comenzaría a las 10:00 de la noche. Un aficionado escribió en redes sociales digitales que el americanismo cenaría barbacoa... Pero –como sabiamente dice el refrán-, a veces del plato a la boca se cae la sopa.
Hay diferentes simbolismos que encierran a la victoria de las Chivas, que dieron el campanazo el fin de semana pasado contra el América: El hecho de que la tradición del club de futbol Guadalajara sea participar solo con jugadores mexicanos. Ese hecho, sin embargo, es un tanto contradictorio con los colores franceses que se pintan en su uniforme rayado.
También, es un factor de simbolismo e identidad la afición que se reivindica como “chiva” por ser un equipo que viene “desde abajo”. De pronto pienso en el Atlante, el equipo que más se ha identificado con el pueblo, con el barrio... un conjunto integrado por trabajadores, estudiantes y gente de las colonias populares. Lo mismo pasó alguna vez con el Necaxa, antes de que se fuera a jugar a Aguascalientes. Esa era idea arraigada en Chivas, de que sus futbolistas no serían “juniors”.
Ese es, en parte, el perfil de la afición de Chivas, que quizá sea el equipo de futbol profesional más popular de México. La gente que lo ha seguido por décadas -y que hoy lo sigue- es trabajadora o está integrada por empleados, comerciantes, estudiantes, amas de casa, profesionistas, vendedores ambulantes, taxistas, actores y actrices, cantantes, escritores y periodistas; maestras y maestros de todo el país, entre otras y otros.
Las imágenes a todo color de jugadores de antaño como Chava Reyes, Héctor Hernández, Nacho Calderón o el “Centavo” Muciño se podrían mirar en los muros de talleres mecánicos, en recauderías, en tiendas de abarrotes o en loncherías de la Ciudad de México y otras ciudades del país durante los años 60´s y 70´s. Los ídolos del futbol tapatío eran recordados así, con devoción y con emoción por la afición en los espacios de colonias, pueblos y barrios.
Esa mexicanidad vestida de colores galos parecía representar el imaginario nacionalista del pueblo en medio de sus contradicciones. No importaba que los técnicos o algunos dirigentes fueran extranjeros. Lo más valioso de la tradición chiva era y es que el equipo en cancha esté integrado por mexicanos.
La festividad colectiva chiva puede desbordarse con emociones de alegría y gozo, en torno al monumento de la Minerva en la perla tapatía o alrededor de la columna de la independencia en la CDMX. Ahí se congrega la afición rayada que sale espontáneamente de las calles de las grandes urbes. Por ahí se cuela la esperanza de que el rebaño sagrado se brinde ante sus rivales, y si lo es frente al acérrimo rival, con mayor razón.
Durante la conferencia de prensa del domingo por la noche, y ante la pregunta de un periodista, el técnico de Chivas, Veljko Paunovic, afirmó que en la serie semifinal, frente a los de Coapa, se pusieron en ambos encuentros (sobre todo en el celebrado en el coloso de Santa Úrsula): Cerebro, corazón y “huevos”... y mucho amor.
Técnica, emoción, intensidad y compromiso con el equipo es lo que se percibió esa noche, pero también amor por la afición incondicional, por la camiseta y por la tradición nacionalista. Una pequeña dosis de esos ingredientes son los que se necesitan para elevar el nivel del futbol mexicano tanto en ligas como en selecciones nacionales, femeniles y varoniles.
Con todo lo que implican las mafias del futbol profesional en México, con equipos y aficiones emotivas como los de las Chivas rayadas del Guadalajara se mantiene viva la esperanza de rescatar el deporte por encima de las utilidades; de echar hacia adelante las emociones por arriba de las racionalidades técnicas; de asegurar el compromiso con la gente y con los sueños colectivos en vez de pensar en la satisfacción de los dueños del balón.
Chivas no es campeón, aún. Se enfrentará esta semana a los Tigres de la UANL en la final por el campeonato de liga. Otras historias se contarán, sin duda, pero la afición de Chivas hoy tiene sobrados motivos para festejar y estar contenta.
Juan Carlos Miranda Arroyo en Twitter: @jcma23
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