Durante los últimos cinco años, en diferentes medios, redes y foros académicos se ha escrito y dicho sobre el contenido y la evolución del concepto de Nueva Escuela Mexicana (NEM). En algunas expresiones públicas, sobre todo entre círculos gubernamentales (desde la SEP como cabeza de sector), se ha dado por hecho que esa retórica de la NEM es indiscutible.

Eso se debe, en parte, a la imposición de un discurso emanado desde el poder político y, por otro lado, también debido a que ese concepto se convirtió rápidamente en letra de la ley.

De algún modo, en el discurso oficial de la “4T” se ha dado a entender que la nomenclatura de la NEM no es un problema, sino que, en todo caso, lo es su puesta en práctica. Cuando el plan no funciona, se debe a una falla de la realidad, dirían los ideólogos del “sistema” o los planificadores de la tecnocracia que, por cierto, todavía coexisten dentro del aparato educativo gubernamental.

Pienso lo contrario: La retórica de la NEM es discutible, requiere réplica, necesita el ejercicio de la reflexión informada y argumentada. Debe abrirse, no cerrarse como concepto. Porque sí hay argumentos para descartar la infalibilidad de la NEM, en su esencia, como elemento del aparato discursivo de las actuales políticas públicas.

“Lo nuevo”. La NEM, como idea de política pública, como pieza de retórica gubernamental, constituye un discurso y un contenido sin fundamento teórico, además de que recurre a una representación simple y supuestamente neutral: “Lo nuevo”.

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¿Qué es ser “nuevo”? ¿Cuál es la lógica y el valor político de lo “innovador”? ¿Cuáles son los elementos axiológicos de la innovación? ¿Acaso los fundamentos de lo llamado “nuevo” tienen sustento y dichas bases no están sujetas a la crítica? ¿Cuál es el valor implícito, filosófico e historiográfico, al contrastar lo “nuevo” con lo “viejo” en los paradigmas educativos y en las políticas públicas del sector?

“La escuela”. En los espacios y tiempos para la conducción del sistema educativo, es decir, en los procesos donde se ejerce la rectoría de las instituciones educativas, a cargo de la SEP, existe el bosque y el árbol, dicho esto como analogía, y ese árbol se podría representar a través de la unidad operativa-administrativa que es la escuela.

Desde ahí, las figuras educativas, durante los últimos cinco años, han asumido que el discurso de la Nueva Escuela Mexicana está dado, es decir, no está para ser discutido porque hoy es palabra en la ley general de educación.

El conjunto de la escuela pública básica (inicial, preescolar, primaria y secundaria) es la columna vertebral que proporciona los cimientos del sistema educativo nacional; es ahí donde se asienta el proyecto educativo del Estado mexicano, sin embargo, la idea de la Nueva Escuela Mexicana no ha arraigado en ella a nivel de las prácticas docentes ni directivas debido a su carácter eminentemente retórico, cuasi demagógico.

Si hoy se retoma el discurso de la NEM en las escuelas, es en forma de membrete, de logo, de imagen. Se usa, sin reflexionar, como la idea principal, como la noción fuerte, protagónica e impuesta del entramado conceptual del gobierno de la “4T” en materia educativa.

De lo conceptual a lo normativo. En el caso de la NEM, la prueba de su enlatado o de su puesta en vitrina oficial, al ser un concepto inmovilizado por las y legisladores reformistas de 2019, está dada por la conversión de la noción a la palabra hecha ley.

La idea de transformación (cambiar las formas) aquí tiene sus límites. La NEM es un concepto de las políticas públicas educativas actuales, que en poco tiempo se transformó en norma (qué triste historia). Aunque su antecedente, en este sexenio, fue el llamado Acuerdo Educativo Nacional, la noción de NEM fue impuesta como idea madre de la reforma educativa vigente. Esa es la lamentable historia de la NEM como aparato retórico del poder, no del saber.

No imagino a los conceptos del “constructivismo educativo” o de la “tecnología educativa”, que fueron usados en el pasado en México y en el mundo, convertidos en norma o elevados a rangos de ley.

Fácil: Si quieres congelar a un concepto, súbelo a la categoría del texto de ley o a nivel constitucional.

Carencia de fundamentos teóricos y metodológicos. ¿Cómo nació la noción de NEM? ¿Antes, en otro sexenio, ya se había utilizado el discurso de la NEM? Si esto es así, entonces no hay muchos elementos “novedosos” en el aparato conceptual y operativo de la NEM. (Ver, por ejemplo, “Las etapas de la Nueva escuela mexicana”, de Carlos Ornelas, Distancia por tiempo, Nexos, noviembre 23, 2022).

Así mismo, la noción de “mejora continua” no es nada novedosa: La primera aparición de este concepto data de 1955, en el marco del modelo conceptual administrativo de la “Calidad Total” (E. Deming).

La noción de “excelencia” (que se asocia con la idea más precisa de “calidad”), que fue elevada a rango constitucional, y la idea de “máximo logro de aprendizaje” (que está dentro de su definición), forman parte de la misma retórica y son componentes centrales de las líneas discursivas de la tecno burocracia educativa, que ejerció el poder público durante el periodo neoliberal 2000-2018.

Así, la inexistencia de una literatura pedagógica crítica que le dé sustento al discurso “novedoso” a la escuela mexicana y sus accesorios retóricos, da cuenta de ese vacío conceptual.

En septiembre del año pasado, sostuve lo siguiente, para apuntalar este mismo argumento del vacío teórico: La noción de Nueva Escuela Mexicana (NEM) creada durante el presente sexenio (2018-2024), hace referencia esencialmente a ciertos rasgos de la tradición educativa de la escuela pública mexicana, pero ¿hay de verdad una “nueva” Escuela Mexicana?

La NEM es sólo una idea que no se sostiene como aportación o impulso del cambio por dos razones: a) No existen atributos novedosos, o rupturistas, si se le compara con los elementos o atributos de la escuela pública ensayados en otros periodos de gobiernos anteriores, donde las políticas públicas educativas se nutrieron de discursos nacionalistas-revolucionarios similares; y b) Porque la noción de NEM no ha aterrizado como intención de cambio educativo en la base del sistema, es decir, en la escuela pública concreta durante los últimos cinco años de gobierno de la “4T”, y no ha sido incorporada al lenguaje de los protagonistas de los procesos educativos en los centros escolares que son su estructura y razón de ser: Docentes, directivos escolares, asesores técnicos y personal de apoyo.

El discurso de la nueva escuela mexicana, hoy, como el lenguaje del reformismo educativo, no opera en la vida cotidiana de las escuelas a ras de piso por más que se diga que fue construido desde abajo. Además, es un concepto dogmático, congelado en el texto legislativo, que no se mueve ni se renueva y menos cuando se contradice con la realidad.

Términos o expresiones como “máximo logro de los aprendizajes escolares” están inspirados en la lógica de la evaluación cuantitativa, la consagración de los corporativismos “estandarizantes” y el reconocimiento de la tecnocracia como parte indispensable de la institucionalidad educativa gubernamental.

Aquí la aspiración del rigor que traen la ciencia y la técnica moderna, supuestamente desideologizadas, se ha hecho presente como camisa de fuerza, en la dinámica improvisada y desorganizada de la educación pública.

La NEM que repasa y memoriza la retórica de los valores sin valorar las relaciones de poder que hay detrás; que se vuelve un discurso circular, primero, a favor de los derechos de las/los trabajadores de la educación y, después, con el desconocimiento y la violación, en los hechos, de los derechos de las/los trabajadores de la educación.

La NEM carga sobre sus hombros los vicios de la vieja escuela mexicana: Excesos burocráticos para llevar a cabo diagnósticos; lentitud de procesos para activar interinatos; inconsistencias en el otorgamiento de horas a profesoras y profesores de secundaria; falta de pago a docentes; un sindicato nacional que no defiende derechos de agremiados en lo local, en fin, y una estructura burocrática que sobre carga a docentes, directivos y equipos técnicos de trámites que no permiten avanzar en lo esencial: Lo educativo. (Retomo el texto: La “nueva” Escuela Pública Mexicana, SDPnoticias, 15 de septiembre, 2022).

¿Esta historia de la NEM, desde arriba y sin aterrizar en la escuela ni ser sujeto de reflexión en las comunidades educativas, continuará durante seis años más? Espero que no.

Juan Carlos Miranda Arroyo: @jcma23