La lógica del comercio internacional en tiempos de desconfianza, inteligencia artificial y capital opaco: la nueva realidad ya nos alcanza.

Por años, el comercio internacional había girado en torno al certificado de origen que identifica a un Estado nación y lo hace fuerte económicamente, una especie de pasaporte que determinaba el trato al producto.

Un acta de nacimiento, que identifica dónde se elaboran, cómo se transforman y de dónde provienen los componentes de las mercancías, y que sirve como base para calcular impuestos, otorgar o hacerse susceptible de preferencias arancelarias y determinar los beneficios comerciales que puede recibir un bien al cruzar fronteras.

Una vorágine

Sin embargo, las tensiones geoeconómicas y políticas, la reorganización de regímenes políticos y las guerras comerciales han llevado a la fragmentación de los mercados dando paso a un nuevo paradigma, un reacomodo global donde no solo importa dónde se fabrica un producto, sino quién lo financia.

Así como las reglas de origen sirvieron para identificar el “lugar de nacimiento” de los bienes, no está lejos que se exija un certificado de financiamiento. Un documento que acredite no el origen físico del producto, sino el origen del dinero que permitió su fabricación.

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¿Suena descabellado? No tanto

Imaginemos, un producto manufacturado en México con capital chino, aunque los recursos hayan transitado por bancos suizos o estructuras financieras diseñadas para disimular su verdadero origen. Con esta lógica, lo que hoy pasa como un bien mexicano, en un futuro podría enfrentar aranceles, restricciones o sanciones simplemente por haber sido financiado por un capital considerado “sensible” o “estratégico”.

Con la marca “Hecho en México”, nuestro país busca precisamente que los capitales que aterricen en el país y que financien proyectos de productos de transformación, vengan por parte de capitales asociados a México y a la región de Norteamérica, potenciando capital intelectual y mano de obra especializada y preparada que permitirá tener un certificado de financiamiento y el producto final, la marca “Hecho en México”.

Podrán llegar fondos de inversión, empresas de alto calibre con gran potencial financiero a desarrollar las cadenas productivas en nuestra nación con una clara intención: evitar triangulaciones, prácticas desleales, subsidios ocultos y otras formas de distorsión que afectan la competencia.

En un mundo donde las inversiones ya no son neutras, los gobiernos buscarán blindar no solo su industria, sino también su soberanía frente al dinero que lleva consigo intereses políticos, terroristas, de la delincuencia o geoestratégicos.

A esta transformación hay que sumar otro cambio silencioso pero contundente: el avance de la robótica y la inteligencia artificial. El costo de producir en países con mano de obra barata está dejando de ser una ventaja. Las máquinas reemplazan personas a velocidades inimaginables, además, la automatización permite fabricar más cerca del consumidor, reduciendo riesgos y costos logísticos y geopolíticos.

Se acelera un proceso que parecía contracorriente: la regionalización del comercio, donde la eficiencia ya no se mide nada más en precios, sino en resiliencia, trazabilidad y seguridad del suministro.

Si bien, un esquema que certifique el financiamiento será visto como una amenaza al libre comercio, no olvidemos que el regreso de los aranceles parecía impensable hace algunos años y hoy son parte de la normalidad.

Lo que antes se juzgaba como una locura, comienza a cobrar sentido en un entorno de creciente desconfianza, tensiones globales y relocalización productiva. Incluso, no nos sorprendamos que en este proceso puedan revivir ideas como las monedas regionales.

Podría volver al debate la idea del Américo, una moneda común para Norteamérica, en el intento por blindar economías frente a las turbulencias del sistema financiero global.

El dinero manda y también delata

En México, el certificado de financiamiento sería en dos vías, capital chino y el del crimen organizado. No es casual que después del golpe del Departamento del Tesoro a tres instituciones bancarias y financieras de México y las pruebas que entregó Ovidio, venga el anuncio de Trump de imponer aranceles del 30% a México con el argumento de no haber frenado el flujo de fentanilo y por “tener un déficit comercial insostenible”.

La acción pondrá a temblar la Bolsa y, seguramente, obligará a una llamada diplomática urgente y a la exigencia de una captura de capos antes de fin de mes para cortar los flujos de inversión a la economía mexicana del narco y de los chinos.

También adelanta algo más profundo: la revisión del T-MEC en octubre no será técnica, será política y monetaria.

Los productos ya no serán evaluados solo por su origen geográfico, sino por el origen de su capital… Y la red que los pone en movimiento.

El comercio, ya no solo es mover productos… Sino mover el poder.

Estamos ante un cambio de paradigma, tendremos que acostumbrarnos a no ver el capital como el diablo; la regionalización, como alternativa y una integración regional que fortalezca política, económica y socialmente a la nación.

¿Seguiremos jugando con naciones adversarias a la región y a usar sus capitales, o apostaremos a nuestros verdaderos socios?

Ahí nuestro futuro.

X: @diaz_manuel