En 2019 se publicó el libro “Hacia una economía moral”, escrito por nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador (Editorial Planeta), apenas un año después de su llegada a la titularidad del poder ejecutivo de nuestro país. A partir de entonces, casi es una referencia obligada el término “economía moral” por los servidores públicos del gobierno de la Cuarta Transformación en todos sus escritos, informes y reportes. No se diga por las famosas “corcholatas”, que andan por todo el país en sus respectivas giras con vistas a la encuesta que designará precisamente a quien suceda en el cargo al presidente.
Hasta el Instituto de Formación Política de Morena da pláticas y conferencias sobre el tema, como parte del proceso de la “Revolución de las Conciencias”. El presidente AMLO señala en la introducción de su libro que ahora se trata de explicar los “cómos”, es decir, las diversas maneras de instrumentar su proyecto alternativo de nación, principalmente en el ámbito económico.
Muchos de los hoy opositores decían coincidir con el diagnóstico que tenía AMLO y Morena en ese entonces, pero que hoy atacan ferozmente lo que el primer gobierno de la Cuarta Transformación está realizando, tanto respecto a las formas, como a los resultados. Ese será tema de otro análisis, mismo que estoy preparando. Lo que me interesa analizar en esta ocasión se resume en dos cuestionamientos: ¿Resulta acertado llamar “economía moral” al actual proyecto económico? ¿Ese término es una definición económica o sociológica precisa?
Remontémonos a la propuesta original del movimiento obradorista para hacer un cambio económico y social en México. En el libro “Un Proyecto Alternativo de Nación”, firmado por AMLO (Grijalbo 2004) y en el libro colectivo “Nuevo Proyecto de Nación” (Grijalbo 2011), ya están planteados los grandes objetivos. En el primero, ya se advierte que hay que aprovechar la globalización y no solamente padecerla, “(…) dentro de ese contexto, hay márgenes para emprender un modelo de desarrollo propio”; aunque precisa: “También conviene dejar en claro que no sería sensato alterar el orden macroeconómico: debe haber disciplina en el manejo de la inflación, el déficit público y las deudas interna y externa, así como mantener estabilidad en otras variables”.
Más adelante, Andrés Manuel especifica un poco más su diagnóstico y su propuesta: “(…) más allá de los defectos estructurales del modelo neoliberal, el escaso crecimiento de la economía del país debe localizarse en el mal manejo de la política económica y en la corrupción gubernamental” ; por lo tanto, para definir una nueva estrategia económica, hay que considerar, “antes que cualquier cosa, el manejo técnico, no ideológico, de la política económica (…) .
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1 Un Proyecto Alternativo de Nación, pág. 30.
2 Op. Cit., pág. 45.
En el segundo libro, ya aparece el punto medular de lo que hoy se conoce como la “economía moral”. En el capítulo llamado “Crear una nueva economía”, se lee: “El propósito central es mejorar los niveles de vida reales de la gente, a través del crecimiento, el empleo y mejores salarios. Sólo así se logrará una mejoría permanente en el bienestar de los mexicanos”. En 15 objetivos, este capítulo resume lo que sería la política económica del gobierno de AMLO (estamos hablando, no lo olvidemos, de la campaña del 2012).
Estudiando ambos libros no se encuentra por ningún lado enunciado el término “economía moral”, aunque sí su significado, en el segundo libro. Tampoco encontramos en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 alguna mención a la “economía moral”. Quiere decir que nuestro presidente, con sus experiencias vividas durante el primer año de su gobierno, llegó a la conclusión de que no era suficiente hablar de una economía en defensa de la economía popular o de “por el bien de todos, primero los pobres”. Había que darle un sentido ético y moral a la nueva economía.
Para encontrar algo parecido al concepto de “economía moral”, tendría uno que acudir a Adam Smith (“Teoría de los Sentimientos Morales”) y teóricos anteriores. Por una parte, entiendo a nuestro presidente: desde hace mucho tiempo, para los economistas, la ética se volvió carente de interés; un tema irrelevante para el análisis económico, puesto que para los economistas neoliberales la mano invisible del mercado transformaría automáticamente los vicios privados (como el egoísmo) en bienestar general (tal como el crecimiento con eficiencia, al decir de los economistas neoliberales). Debemos tener presente que Adam Smith, Thomas Malthus, John Stuart Mill y John Locke fueron, antes que economistas, filósofos morales. Doscientos cincuenta años después de ellos, como parte del desarrollo del capitalismo industrial, la ciencia de la economía se volvió una ciencia de la asignación óptima de recursos vía matemáticas complejas, llena de gráficas, ecuaciones y tablas, sin lugar para la ética.
Pero, por otra parte, desgraciadamente nuestro presidente hace caso omiso (porque no la desconoce, ya que la estudió en la UNAM), de la teoría científica de análisis social, el materialismo dialéctico. Decir que la corrupción es el principal problema de México está bien como proclama política, pero el principal problema no es ese, es el capitalismo salvaje que sigue existiendo en nuestro país. Este capitalismo es el que genera la corrupción, ésta no se genera por sí sola. Se confunden los síntomas con las causas. Otro objetivo de nuestro movimiento es la separación del poder político del poder económico. Esto se ha cumplido a medias, porque la “minoría rapaz” que menciona frecuentemente nuestro presidente, sigue existiendo, aunque ya no tenga que ver con asuntos del gobierno. No ha sido tocada ni con el pétalo de una rosa.
Las ganancias y utilidades de los grandes corporativos han crecido exponencialmente durante el gobierno de AMLO; para nada han sido obstaculizados o limitados. Pero ya es hora de que sean sometidos a una reforma fiscal progresiva que grave sus enormes utilidades, en un 70% cuando menos. La buena gobernanza que ha mantenido el gobierno de AMLO no se vería afectada, porque se trata en unos casos de hacer cumplir la ley -simplemente- y en otros, aplicarles nuevas leyes acordes a la nueva situación y correlación de fuerzas. En conclusión, el término “economía moral” me parece bastante desafortunado. Es una categoría pre-marxista, sin ninguna base material, teórica o histórica. Ojalá que el próximo gobierno de la Cuarta Transformación precise mejor sus objetivos, prioridades y sus definiciones políticas.
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3 Op. Cit., pág. 47. Nota al margen: es curioso que se excluya aquí a la ideología del manejo de la política económica, ya que la escuela neoliberal tiene sus fundamentos ideológicos muy bien definidos, así como los debiera tener una escuela económica antineoliberal, o postneoliberal, llámese como se quiera llamar: keynesiana, neokeynesiana, marxista, etc.
4 Nuevo Proyecto de Nación, pág. 151.
5 El tema es revisado por Amartya Sen, ganador del Premio Nobel de Economía, y señala que la economía hasta hace poco era considerada parte de las “ciencias morales” en la Universidad de Cambridge. Amartya Kumar Sen, “Sobre ética y economía”, Alianza, Madrid, 1989, p.20.