El arribo de Margarita González Sarabia como la primera gobernadora de Morelos en su historia representa, en teoría, un hito significativo en la política de esta entidad. No sólo por el hecho de que una mujer ocupase por primera vez la dirección del Palacio de Gobierno, sino también porque se espera que su mandato marque un nuevo capítulo para Morena en la región. Sin embargo, estos primeros meses han demostrado que la transición no ha sido sencilla, y en lugar de fomentar la unidad, su administración -iniciada hace veinte días- ha profundizado las divisiones al interior del partido.
Desde el principio, la candidatura de González Sarabia fue controvertida. No fue un proceso fácil ni orgánico. Su designación como candidata del partido guinda se percibió, en muchos sectores, como una imposición desde las cúpulas morenistas, lo que generó fricciones dentro de las bases y entre los grupos de poder local. La falta de legitimidad percibida no sólo ha sido un obstáculo para su consolidación como líder indiscutible en el estado, sino que ha alimentado una narrativa de confrontación y deslegitimación hacia la administración saliente.
En lugar de adoptar un enfoque conciliador, orientado a cerrar las heridas y unir a los distintos sectores políticos de Morelos bajo una misma bandera, González Sarabia ha optado por distanciarse de su antecesor, el ex gobernador Cuauhtémoc Blanco, culpándolo de los problemas que enfrenta su gobierno. En cada discurso, la retórica parece estar más centrada en resaltar los errores del pasado que en proyectar una visión clara y coherente para el futuro. Esta estrategia, si bien puede servir para reforzar su posición en el corto plazo, es un arma de doble filo, pues corre el riesgo de erosionar la confianza dentro de su propio partido.
La situación se ha agravado con la intervención de su ex esposo, Carmelo, quien representa a uno de los sectores más radicales de la izquierda en Morena. Desde su llegada al poder, Carmelo ha buscado ejercer una influencia considerable, tratando de imponer a sus candidatos, Denisse y Tadeo Nava, en posiciones clave, como la presidencia del partido estatal. Este intento de control ha generado tensiones internas, especialmente entre los consejeros que se sienten desplazados o ignorados por el nuevo grupo en el poder.
Los rumores sobre ofrecimientos de puestos y favores a cambio de apoyo político han intensificado las divisiones. El control del partido parece ser la principal prioridad para Carmelo y su círculo cercano, lo que ha dejado poco espacio para la reconciliación o la construcción de un proyecto común. Los consejeros y cuadros partidistas que apoyaron a Cuauhtémoc Blanco sienten que sus contribuciones son subestimadas o incluso despreciadas por la nueva administración, lo que ha creado un ambiente de desconfianza y competencia interna.
El reto para Margarita González Sarabia es mayúsculo. Si no logra consolidar un liderazgo capaz de unir a las distintas facciones de Morena en Morelos, su gobierno corre el riesgo de naufragar en medio de luchas intestinas. Morelos, un estado con enormes desafíos en materia de seguridad, economía y gobernabilidad, no puede permitirse un gobierno dividido ni un partido fracturado. La reconciliación interna es, quizá, el mayor desafío al que se enfrenta la gobernadora, y de su éxito o fracaso dependerá en buena medida la estabilidad futura de Morena en la entidad.
Marcelo Pérez
El asesinato del ministro de culto Marcelo Pérez este fin de semana en Chiapas ha cimbrado las estructuras más íntimas de las personas defensoras de los derechos humanos. Marcelo Pérez era una voz indiscutible del pueblo chiapaneco, no sólo por enaltecer la cultura indígena de esta zona del sureste del país, sino ante la defensa al derecho de las personas desplazadas y migrantes. Su presencia fue siempre para ofrecer cobijo, seguridad y aliento ante el desequilibrio social que obliga a las personas a migrar hacía los Estados Unidos. Te extrañamos querido amigo, pero el mejor legado que nos dejas, es continuar con tu misión: defender al pueblo.
X: @JoseVictor_Rdz | Premio Nacional de Derechos Humanos 2017