El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador concluirá en unos días. A estas alturas de fin del sexenio conviene preguntar: ¿qué conceptos e ideas progresistas el obradorismo propuso durante este periodo 2018-2024 en materia educativa? ¿Dónde se expresan los avances y las contradicciones principales del discurso oficial en este ámbito desde una perspectiva democrática y antineoliberal?
En su momento, incluso en tiempos de campaña política, previo al 6 de julio de 2018, López Obrador se pronunció por una reforma educativa radical o verdadera, lo cual constituiría no sólo un avance programático en un sentido progresista, sino que significaba una actitud congruente con la agenda del movimiento morenista; es decir, un programa político opuesto a las políticas públicas educativas neoliberales del pasado reciente. Pero el hecho de frenar las políticas educativas anteriores, no significó la puesta en marcha de un proyecto educativo nacional alternativo o de ruptura.
Después de la toma de posesión, del 1 de diciembre de 2018, vinieron las contradicciones. Entre otros hechos que dan cuenta de estos desajustes o incongruencias, sobresale el nombramiento de Esteban Moctezuma Barragán, como primer titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en el sexenio, quien había trabajado como presidente de la Fundación Azteca, brazo cultural y educativo del grupo empresarial de Ricardo Salinas Pliego.
No hubo intención por parte de los responsables de la SEP (2018-2024), encabezados por Moctezuma, para provocar una ruptura del paradigma educativo dominante centrado, entre otras cosas, en “alcanzar la calidad de la educación”. La consulta pública a la que convocó durante su gestión llevaba, por ejemplo, el siguiente título: “Consulta Nacional por una Educación de Calidad con Equidad”.
Con ese antecedente que marcó el inicio del sexenio, en el orden del discurso obradorista sobre educación se observó tanto la adopción como la apropiación de términos bivalentes, progresistas y gerencialistas, en los conceptos centrales de las políticas públicas educativas y en la orientación de la gestión educativa y, más específicamente, en la gestión escolar y de los aprendizajes.
De un lado, por ejemplo, aparecen ideas en la Constitución política reformada en 2019 (artículo 3), que dan cuenta de caminos encontrados u opuestos: “transformación social”, “equidad”, “solidaridad”, “inclusión”, “comunidad”, términos empáticos con el progresismo, contra “excelencia”, “máximo logro de aprendizaje”, “calidad” o “mejora continua”, conceptos, estos últimos, derivados del lenguaje y la racionalidad tecnocráticos.
Aunque los rasgos nucleares del discurso educativo del obradorismo sobre la educación pública se pueden ubicar y registrar desde el tiempo de campaña y después de la toma de posesión de AMLO, el 1 de diciembre de 2018, lo más importante es seguir la pista a las ideas contenidas en los documentos legislativos (Constitución y leyes secundarias), y en la manera que éstas fueron recuperadas en la conversación pública durante el sexenio por parte del presidente y las autoridades educativas federales.
Se ha dicho que el término “Nueva Escuela Mexicana” fue pronunciado por primera vez por Esteban Moctezuma en una conferencia mañanera. Además, no era ni ha sido un preconcepto original. El mismo presidente López Obrador, en otro ejemplo claro de contradicción discursiva, prácticamente no utilizó en sus diálogos circulares matutinos el término “excelencia” cuando se refería a la educación pública, sino que hablaba de “educación con equidad y calidad” o de recuperar la “dignidad” del magisterio. (Ver texto de Carlos Ornelas, “Las etapas de la Nueva escuela mexicana”, Distancia por tiempos, blog de Nexos, noviembre 23, 2022).
Otra pregunta: ¿cuáles son las líneas discursivas registradas sobre el concepto de “competencias” o de desarrollo de competencias en la narrativa oficial de la Secretaría de Educación Pública” (SEP), durante el sexenio que llega a su fin. (Para revisar un análisis detallado sobre ello, sugiero leer el texto: “SEP: El concepto de “competencias” está implícito en el plan de estudio”, SDP Noticias, 6 de septiembre, 2023).
En la superficie, el concepto, enfoque o perspectiva del desarrollo de “competencias educativas” ha sido rechazado o expulsado del contenido explícito del discurso oficial, sin embargo, hay elementos que permiten confirmar que esa noción (de competencias) está implícita en la propuesta actual del plan y los programas de estudio de la educación básica (Acuerdo SEP 14/08/22, publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 19 de agosto de 2022). También, esa línea discursiva sobre el enfoque “competencial” y sus accesorios narrativos están presentes, de manera implícita, en el contenido del texto constitucional (artículo 3) y en la Ley General de Educación, actualizada en 2019, aunque ello se rechaza en el discurso oficial del acuerdo secretarial de la SEP, del 19 de agosto de 2022.
A nivel de los documentos del cambio curricular, es decir, en el marco general, así como en el plan y los programas (sintéticos) de estudio para la educación básica (2022-2023), se colocó el término “capacidades” en lugar del concepto de “competencias”. Un problema en este plano es que no se puede cambiar un paradigma con sólo modificar las palabras. Además, el término capacidades ha sido utilizado en círculos académicos y por la misma OCDE como un componente simple del concepto robusto y complejo de “competencias”. (Ver, por ejemplo, Dominique S. Rychen y Laura H. Salganik (2006), Las competencias clave para el bienestar personal, social y económico. Málaga: Aljibe).
Además, en los programas sintéticos (SEP) se incorpora la idea de abordar, como método de diseño, la llamada “integración curricular” a través de modelos surgidos en contextos de políticas públicas neoliberales, como es el caso de la estrategia, modelo o enfoque didáctico llamado Science, Technology, Engineering and Math (STEM).
Por todo lo anterior, sigo convencido de que la crítica al modelo o enfoque “competencial” y la búsqueda o construcción de alternativas al paradigma educativo hegemónico por parte de los diseñadores de la nueva propuesta curricular de la SEP (2022), fueron acciones superficiales e insuficientes.
El artículo 3 de la Constitución política mexicana, reformado en 2019, establece en su fracción II: “El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico… Además: (…) i) Será de excelencia, entendida como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje de los educandos, para el desarrollo de su pensamiento crítico y el fortalecimiento de los lazos entre escuela y comunidad”.
Con ello, se le dio más peso a la vaga noción de “excelencia” que al concepto de “calidad” de la educación, aun cuando este último es un concepto que causa polémica, pero que a pesar de ello cuenta con más revisiones académicas y está más cercano a los consensos internacionales.
Apuntes de una etapa de investigación
Como parte de un análisis cuantitativo del contenido discursivo del plan de estudio para la educación básica (2022), encontré el término “aprendizaje” o aprendizajes 241 veces en el plan de estudio mencionado; el concepto “enseñanza” o enseñanzas 106 veces; y la idea de “capacidades” 49 veces. Así mismo, el término “competencias” se registra 33 veces, la mayoría de esas menciones son de crítica o de rechazo; mientras que el concepto de “excelencia” sólo se registra 5 veces (dos de las cuales están referidas como fuentes del profesor Philippe Perrenoud). Por su parte, la idea de “máximo logro de aprendizaje”, una vez; y “mejora continua”, 3 veces. Esto en un documento de 214 páginas, que contiene 354 notas al pie. (Ver el Acuerdo secretarial de agosto de 2022, SEP, número 140822, o el documento conocido como el plan de “portada blanca”, publicado en 2024 y donde se formaliza el plan de estudio vigente para la educación preescolar, primaria y secundaria).
En una primera lectura cualitativa y crítica del discurso educativo oficial, ello se puede interpretar como un alejamiento o no alineamiento (falta de armonía, dicen los especialistas en arquitectura legislativa) entre el contenido de la Constitución Política (artículo 3), la Ley General de Educación (actualizada en 2019), y el cuerpo discursivo del mencionado acuerdo secretarial de la SEP (2022) donde se da a conocer el plan de estudios actual para la educación básica.
El posicionamiento y decisión de los diseñadores institucionales de la SEP (2022) con respecto al enfoque de “desarrollo de competencias” en el modelo mexicano (”Nueva Escuela Mexicana” y anexos) que se registra en documentos oficiales, está dirigido a rechazarlo o desecharlo, al manifestarse en sentido contrario o de crítica. Sin embargo, al utilizar el término “capacidades” y emplear la noción de “máximo logro de aprendizaje”, entre otros conceptos, sea cae más en continuidad que en una ruptura paradigmática en el ámbito educativo.
En México, la renovación curricular vigente para la educación básica (2022) tiene su raíz en los “nuevos consensos” políticos establecidos o alcanzados en 2019, en la coyuntura de la reforma educativa de la actual administración (de matriz obradorista o de la “cuarta transformación”). A partir de esos consensos o concertaciones parlamentarias surgió la idea, desde la SEP encabezada por Moctezuma, del ‘Acuerdo Educativo Nacional’, que luego se convirtió en la noción de Nueva Escuela Mexicana.
Reitero que, debido a esas condiciones discursivo-legales, el cambio curricular está acotado por los términos utilizados en el pasado y de los cuales no se ha podido desmarcar.
Hasta aquí se ha presentado una síntesis sobre el orden del discurso educativo impulsado por el obradorismo durante el sexenio 2018-2024. ¿Qué aparato discursivo y conceptual propondrá el gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum en este ámbito durante los próximos años? ¿Habrá continuidad con cambio o ruptura paradigmática y programática?
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