Seré sincera con ustedes queridos lectores, si no hubiera participado activamente en un sindicato democrático, lo más seguro es que yo también formaría parte de ese sector de la población que hoy desconfía del sindicalismo.
Hecha esta confesión, entró de lleno en la materia. Según la encuesta levantada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más del 60% de los pobladores de este país sienten desconfianza por los sindicatos.
A pesar de que la 4T impulsó la reforma legal en materia laboral en 2019, esta nos sigue quedando a deber a los trabajadores. Y es que el proceso llamado “legitimación de contrato”, solamente sirvió para que los anquilosados sindicatos hicieran una faramalla, pero sin perder ninguna de sus canonjías ni de sus prebendas.
Pero ese no es el tema de esta columna, solamente es contexto (y catarsis). ¿Por qué la gente desconfía de los sindicatos?, en muchos casos es derivado de sus sempiternas dirigencias, como el caso del Sindicato de Telefonistas a cargo de Francisco Hernández Juárez quien está buscando una vez más su reelección; ¿cuál?, espero que estén sentados, ¡la doceava reelección!, una locura.
Lo puedo decir con todas sus letras, Francisco Hernández Juárez tiene mi edad como secretario general, y no son pocos, este mes cumpliré 48 años, los mismos que tiene al frente de su sindicato, pues desde mayo de 1976 ganó por primera vez un “referéndum” para ser el máximo dirigente del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM).
Este personaje estaría a punto de desbancar a otro prócer del sindicalismo sempiterno, nada más que al mismísimo Fidel Velázquez y esas, son palabras mayores. Justamente eso es lo que en la memoria colectiva prevalece, dirigencias donde los mismos simulan elecciones “libres”, pero por extrañas alquimias siempre ganan los mismos; eso genera desconfianza, pues en los hechos distan mucho de ser ejercicios verdaderamente democráticos.
Para la gente, simplemente los sindicatos democráticos no existen, pues los ejemplos que acabo de mencionar, son los que prevalecen en la memoria colectiva. Por eso la connotación negativa en torno al sindicalismo.
Pero este fenómeno no es un caso aislado ni casual, sino que se trata de algo perfectamente planeado por la oligarquía para desincentivar la negociación colectiva, y reducirla a lo individual. No es causa del azar que el modelo a seguir sea el norteamericano, donde la tasa de sindicalización es una de las más bajas, gracias a las políticas implementadas en la época de Ronald Reagan.
Expresidente gringo que, dato revelador, en un momento fue sindicalista, pues perteneció al sindicato de actores de dicho país. Gracias a él los movimientos de huelga se vieron como “algo peligroso”.
¿Cómo logró Reagan disminuir al sindicalismo? Curiosamente está relacionado con la aviación. En 1981 había estallado una huelga de controladores aéreos, que entre otras demandas, pedían mejoras salariales. La forma que utilizó este presidente y que fue el modelo a seguir para muchos otros, fue el de despedir a más 11 mil controladores aeronáuticos.
Esto ocasionó una imagen negativa pero en los huelguistas y a Reagan se le vio como el héroe que no se dejó amedrentar por unos “revoltosos”. Fue el comienzo del nefasto neoliberalismo que hasta la fecha sigue causando estragos.
En nuestro país fue más sencillo acabar con el movimiento sindical, el partido que estuvo en el poder más de 70 años, el PRI, solamente tuvo que “maicear” a los líderes sindicales, embarrándoles manteca en la panza y en los bigotes (es eufemismo) para que dejasen de ser esas asociaciones dedicadas a la defensa de los derechos laborales de los trabajadores, y se convirtiesen en centros de control para los gobiernos en turno.
Y no nos tenemos que ir muy lejos, el gobierno de Peña Nieto era experto en cooptar sindicatos, por eso el entonces secretario del trabajo y previsión social Alfonso Navarrete Prida podía jactarse de que durante el sexenio del buen Quique, México tuvo “cero” huelgas.
Pero a pesar de todos estos datos negativos, soy una ferviente creyente del sindicalismo, y por supuesto que este se puede democratizar, porque aunque no se ven, sí existen sindicatos democráticos que son el ejemplo a seguir.
Y uno de ellos está relacionado con la aviación, la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México (ASPA), es uno de esos garbanzos de a libra que aunque no es perfecto, sí tiene muchísimas cosas positivas a su favor.
De entrada, para los pilotos resulta imposible anquilosarse en la dirigencia sindical, pues cada año (sin falta) un tercio de su comité ejecutivo y comisiones salen a elección, y no existe la reelección, por lo que cada 3 años se tiene a un nuevo secretario general. En agosto de este año el capitán José Humberto Gual Ángeles se despedirá de su cargo en ASPA y entrará el candidato que ganó la elección.
Además de que no existen las planillas, los agremiados votan por el candidato o candidata de su preferencia con base en sus aptitudes, currículo e incluso desempeño.
Es necesario cambiarle la idea a la población que los sindicatos “son malos”, pues eso es precisamente lo que nos ha llevado a la precarización de los empleos y salarios; esa es la idea que a los empresarios les conviene que siga permeando, para que en lugar de luchar en colectivo lo hagan en lo individual.
Ejemplo de esta (maldita) idea de la “meritocrácia”, del “echaleganismo”. Hoy las nuevas generaciones, que ya están en un sindicato, y no entienden cuál es su función; muchas de estas agrupaciones de trabajadores se han convertido en asistencia paternalista y no son los entes de verdadera lucha que deben dar.
Ejemplos tengo muchos, pero aprovechemos la coyuntura electoral: ¿qué propuestas se tienen para el fortalecimiento de los sindicatos?, ¿qué mecanismos tienen en mente para ahora sí, democratizar a los sindicatos charros?, ¿cómo piensan acabar con las dirigencias sempiternas?, ¿qué elementos tendrán los trabajadores para poder denunciar malas prácticas con sus dirigentes sindicales?, ¿cómo le piensan hacer para cambiar la connotación negativa de la que hoy se goza el sindicalismo?
Una de las metas de quien gobierne a nuestro país, tendría que ser cambiar la percepción negativa que se tiene de los sindicatos y reivindicarlos como esas organizaciones que están para la defensa de los derechos laborales y de los trabajadores.
Necesitamos pensarlos con todas las herramientas necesarias, para dejar atrás la simulación y ahora sí, tener verdaderos sindicatos democráticos que velen por el bienestar de sus agremiados.
En la aviación tenemos un gran ejemplo de que sí se puede, y que no han dudado ni un momento en coadyuvar en políticas, como el caso del transporte de leche materna a través de los aeropuertos, o en el tema del cabotaje, y otros cambios significativos en las leyes de aviación civil, por mencionar los ejemplos más recientes.