No, no voy a recordar aquella popular leyenda sobre una mujer que se lamenta después de haber ahogado a sus hijos, y que forma parte de la cultura hispanoamericana; el Día de Muertos ya pasó, y las notas las acaparan por el contrario, aquellos que se quieren pasar de vivos.
En política estamos llenos de personajes así, que navegan con su bandera ideológica que ondean frente a las masas, cuando en realidad, su vida privada la rigen con otros principios o prácticas totalmente alejadas a lo que públicamente dicen representar. Esta clase de personajes que solo son vividores de un sistema podrido al que le urge cambiar y renovarse, existen en todos los partidos, desde Lilly Téllez, Javier Lozano o Alejandro Moreno por nombrar a algunos de la oposición, hasta Layda Sansores o el mismo Gerardo Fernández Noroña de la izquierda que actualmente nos gobierna.
Es precisamente este último personaje, Fernández Noroña, al que le encanta recurrir al cuento de la llorona para evadir el debate cada que exhibe por sí mismo, la doble moral con la que vive diariamente. Así sea a bordo de su lujosa camioneta sueca marca Volvo, yéndose de vacaciones a la meca del capitalismo en el mundo como lo es Nueva York, degustando de los mejores platillos de algún restaurante fifí, o comprando en alguna tienda de conveniencia con productos gourmet que han llegado a nuestro país gracias al libre mercado que su ideología política dice combatir.
Cada que es confrontado, exhibido y cuestionado, el diputado, como aquella vieja leyenda hispana, sale a llorar pero en sus redes sociales, para acusar y tratar de voltear la narrativa a su favor. Cuando en sí, quienes sufren y tienen motivos para llorar día con día, son irónicamente, los seguidores de este político que vende una idea falsa e inviable, que ni el mismo, fuera de su personaje público, pone práctica realmente.
Fernández Noroña es una representación real, de todo lo que está mal en nuestra política, no es el único, pero no porque haya muchos como él, vamos a dejar de señalar cada que en su mismo estilo de siempre, trate de engañar y manipular las cosas para aprovecharse de la gente, en sus intentos por seguir viviendo una vida de lujos y muy distinta y alejada de los principios que lo han hecho popular entre un sector de la población.
Y si, Noroña tiene todo el derecho a comprar en City Market, a viajar a Nueva York, a comer en Polanco o manejar una Volvo, entre muchas otras cosas que con su salario puede adquirir; lo que no se vale, es que juegue con el sentir de la población más lastimada y olvidada de nuestro país, para que a costillas de ellos mismos, pueda darse una vida de rey, mientras los anima a estar conformes con su austeridad y/o pobreza “franciscana”; esa doble moral, ni con su mismo cuento de la llorona, la puede llegar a ocultar.