Las cosas no pintan nada bien para México, el panorama económico es desolador. La afectación que ha dejado tras de sí la pandemia y las consecuencias económicas por la invasión de Rusia a Ucrania parecen haber dañado más a nuestro país que a cualquier otro, sobre todo entre las llamadas economías emergentes.

No se trata de hacer leña del árbol caído o de “politiquería” en contra de AMLO, simplemente ahí está el hecho de que los principales indicadores económicos no reaccionan a los incentivos del gobierno de la República.

Hacia dónde vamos

Mientras la mayoría de los países emergentes destinan sus esfuerzos a la modernización de los factores económicos, la innovación tecnológica y a cambiar los esquemas tradicionales hacia las economías verdes, México va en sentido contrario hacia una economía sesentera, una economía de Estado donde el gran empresario es el gobierno.

La inversión pública es un fracaso total que, lejos de impulsar la inversión privada, de inyectar confianza a la economía y de generar empleos productivos y de largo plazo, se ha convertido en un factor de desconfianza y corrupción.

Un ejemplo de ello, el AIFA, un elefante blanco que no causa expectación alguna ni a las aerolíneas, ni a las cadenas productivas o a la atracción de capitales y competitividad que debería representar un aeropuerto para la CDMX que, hasta antes de la llegada de Claudia Sheinbaum y su jefe AMLO, fue la ciudad más importante de Latinoamérica.

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Lo mismo el Tren Maya que ni es un atractivo turístico ni un detonador económico para la región del sureste, en cambio sí protagoniza un conflicto medioambiental, donde ni el presidente encuentra explicaciones acerca de las barbaridades que están haciendo.

Dos Bocas, un capricho fuera de toda racionalidad energética, con un rezago de más de un año de lo anunciado y un costo de al menos 4 mil millones de dólares más del que se había propuesto. Supuestamente refinará el petróleo de la mezcla mexicana. Al tiempo va a transformar un petróleo caro en gasolinas caras, mientras el mundo está cambiando la movilidad y las formas de transporte.

Cuando habla la CFE y de lo buena que fue la decisión de la Corte de hacer constitucional la LIE en el tema de sociedades de autoabasto y de que los despachos de la electricidad quedarán en manos de la CFE privilegiando la generación de energía con combustibles fósiles, pone en entredicho a la industria de la transformación y violenta los tratados internacionales de comercio que México tiene firmados, no sólo el T-MEC con Norteamérica, sino con Europa y Asia.

El rezago

Como ya lo había mencionado en este mismo espacio, México fue la única economía de los países emergentes de América, Colombia, Perú y Brasil, además de las potencias de Estados Unidos y Canadá, que no recuperó el nivel de crecimiento prepandemia, aunque AMLO prometió que alcanzaríamos esos niveles en el rebote y creceríamos en “V”, esto no sucedió.

Lo peor es que las obsesiones del presidente han generado mayor desconfianza a la inversión y no se vislumbra crecimiento e incluso, todos los organismos económicos están ajustando el pronóstico de crecimiento de México a la baja.

El FMI disminuyó esta semana el crecimiento estimado del PIB nacional para la economía mexicana, del 2.8 a 2% en 2022, mientras que, para 2023, crecerá 2.5%. BBVA México revisó a la baja su estimación, al pasarla de 2.2 a 1.2%. La Secretaría de Hacienda también recortó su estimación de crecimiento, de 4.1 a 3.4%, algo que habría hecho antes el Banco de México, la gobernadora de esta institución, impuesta por AMLO, Victoria Rodríguez Ceja señaló: “Para 2022 se prevé un crecimiento del PIB de entre 1.6% y 3.2%, con una estimación puntual de 2.4%”. El INEGI, más cuidadoso, muestra expectativas a la baja e indica que en el primer trimestre de 2022 México tuvo un crecimiento del 1.7% lo que hace que se acerque mucho más a la expectativa del FMI del 2% que a la más optimista de Hacienda del 3.4%.

Estas malas noticias sobre el crecimiento, no solo lo indican las calificadoras ni los organismos internacionales que tanto detesta AMLO, las confirman hasta miembros de su Gabinete como el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O y la Gobernadora del Banco de México.

Tan mal están las cosas que, de acuerdo con datos publicados por el FMI, entre 50 países, México ocupa la posición 49 en crecimiento acumulado entre 2018 y el estimado para 2022, con -2.0%. El último lugar de esta tabla es Rusia.

De hecho, se estima que el país alcance el nivel de prepandemia hasta 2024, sin olvidar que en 2019 México tuvo decrecimiento que no se había visto en décadas.

Afortunadamente, hasta hoy no se ha presentado un desastre en las finanzas públicas en déficit presupuestario, control de las reservas monetarias y tipo de cambio, esto principalmente, gracias a las medidas y ajustes macroeconómicos que realizó en su momento el presidente Ernesto Zedillo, que han logrado evitar las crisis de fin de sexenio por más de 18 años.

Pero si AMLO se mantiene en su necedad de nacionalizar todo, de ir a contracorriente en temas de energías renovables y aspectos medioambientales, evitar el desarrollo tecnológico en telecomunicaciones y romper con los candados que nos han brindado estabilidad macroeconómica, el país no sólo no crecerá, sino que probablemente regresaremos a las crisis recurrentes que nos heredaron Echeverría, López Portillo y Carlos Salinas.