La ambición de algunos dirigentes ha llevado a la debacle al Partido Acción Nacional, su ineficiencia y falta de oficio político pusieron a la institución al servicio del líder máximo de la “transformación”.
Marko Cortés y un pequeño grupo de panistas, quieren imponer como nuevo dirigente del PAN a Jorge Romero, pieza clave en la traición por acción u omisión, a Xóchitl Gálvez y a la ciudadanía organizada que dio su voto de confianza. La alianza opositora, la famosa y vibrante Marea Rosa logro imponerse a los liderazgos del PRI, PAN y PRD, la fuerza de la sociedad civil, no sin errores, se notó.
Sin embargo y luego de los resultados electorales catastróficos, también surge una oportunidad para que las militancias despierten y sacudan a sus partidos, a fin de ser una oposición fuerte y efectiva, que enfrente a los duros lopezobradoristas, pero para ello, requieren acercarse a la sociedad.
Desde que Ricardo Anaya tomo las riendas del partido hace aproximadamente 12 años, el PAN perdió sus principios, su ideología y su compromiso social y hay que reconocerlo, perdió su carácter de democracia interna.
El perseguido por la justicia y disque “joven maravilla” se impuso como candidato presidencial en 2018, a sus cortos 39 años, llegó a esa posición en un ascenso vertiginoso pero caracterizado por la traición. Anaya como presidente del PAN prácticamente lo desmanteló, dividió a su partido, la fuerza más antigua de la oposición mexicana. Para entonces había ya traicionado a Gustavo Madero, que lo apoyó y lo guio, no sin antes cerrarle el pasó a Margarita Zavala, su contrincante interna.
Antes, cuando apenas tenía 24 años, el entonces gobernador de Querétaro, Francisco Garrido lo hizo su secretario particular, íntimo colaborador y le otorgó un poder excesivo. Anaya lo traicionó y buscó nuevas alianzas, encontrando a Roberto Gil Zuarth para incrustarse en la esfera del calderonismo que ganaba la presidencia de la república. Fue nombrado subsecretario de turismo del gobierno de Calderón en 2011 y un año después fue diputado plurinominal del PAN.
Cómo diputado federal forjó importantes ligas con personajes del viejo PRI, como Manlio Fabio Beltrones quien era entonces coordinador de la bancada del PRI, sustituyendo en las negociaciones a Gustavo Madero, su reciente mentor.
Finalmente, Anaya consolidaba formar la alianza partidista “Por México al Frente” junto a Movimiento Ciudadano y el PRD rumbo al 2018; misma que en mayo del 2017 anunció junto a Alejandra Barrales la entonces lideresa perredista, hoy también en MC.
Privatizar partidos
Cuando Anaya se impuso como candidato presidencial en 2018, heredó a la vieja usanza priista a Marko Cortes, se adueñaron del partido y lo hicieron como un patrimonio propio. Cuando vinieron las elecciones para renovar la presidencia del PAN, Marko se reeligió con el uso de los recursos económicos, materiales y humanos del partido y los acuerdos con los dueños también del PAN en los estados -bajo la aprobación presidencial- para imponerse a una luchadora social y comprometida con su partido y la sociedad, como Adriana Dávila.
Las elecciones de este 2024 están marcando un hito en la historia política y partidista de este país, se presentaron dos vertientes y gano la de regresar a las épocas del Maximato, con la visión hegemónica de Plutarco Elías Calles, tal cual la ve el día de hoy AMLO. Calles supo capitalizar el descontento social de la revolución para aglutinar a todos en su seno. Creó el PNR para defender “la Revolución”, igual que hoy lo hace AMLO con Morena para “defender la transformación”.
Calles expresó la necesidad de “reales partidos nacionales orgánicos”. Obtuvo el apoyo de las fuerzas armadas y de caciques como los diputados Melchor Ortega, Gonzalo N. Santos y Marte R. Gómez recordados por su violencia y corrupción. Ellos, se encargaron de quitarle el control del Congreso de la Unión a los obregonistas, es decir le dieron todo el poder del Congreso a Calles. Algo muy parecido a lo que se registró en las pasadas elecciones.
Así México vivió casi diez años, hasta en 1939 surgiera el PAN como una alternativa cristiana y opositora al poder posrevolucionario en México (específicamente, al entonces conocido como PRM). Desde su fundación se consolidó como el principal partido opositor en México.
Lamentablemente hoy claudican frente al neocaudillismo de AMLO, se suman a consolidar un régimen presidencialista y pretenden lograrlo con la imposición de su nuevo dirigente, Jorge Romero emanado del acuerdo entre unos cuantos y contrario a la tradición democrática que caracterizaba al principal partido opositor. De concretarse, Jorge será quizás el dirigente que entierre a la oposición en México.
X: @diaz_manuel