El senador Gerardo Fernández Noroña ha sabido cómo transitar de ser opositor a ser parte del gobierno, la baja en su estridencia opositora siendo hoy parte del oficialismo es lo correcto, y se le ve dialogando de manera civilizada con sus adversarios políticos; así es la vida democrática: no tomar por enemigos a quien piensa distinto, al tiempo de ser sus pares, así sea en las antípodas de su ideología.
Pero si bien este tránsito lo ha sabido manejar, incluida su ira, en espacios oficiales y con sus similares de otras fuerzas políticas, en la calle, llámese mítines, platicas banqueteras o conferencias, el señor no sabe cómo manejar si ira, no puede, y a la menor “provocación”, es decir, en cualquier momento en que una persona, ciudadano de a pie, lo contradice, este comienza una transformación que da miedo, arranca alzando la voz, poniéndose se pie, con peroratas qué no admiten interrupciones para escuchar al interlocutor, los cuales se ven intimidados, acto seguido se le pone rojo el rostro, comienza a temblar al grado de llegar a aventar el micrófono y continuar a todo pulmón sus diatribas.
Aquí lo que llama la atención es que su ira si la puede manejar enfrente de los poderosos, pero no ante la gente del pueblo que osa en cuestionar a el o al actual gobierno; ¿elitista?, sería muy triste viniendo de él y su discurso y trayectoria ya de décadas, sin mácula (a saber) hay que reconocerle eso, que en México no es poca cosa. Es pues la ira, la que en una de esas puede dejarlo fuera de cualquier esperanza por la presidencia, y no solo eso, sino que en una de esas pierde de más el control y termina por darle al traste a su mismísima carrera política. El peor enemigo del senador Gerardo Fernández es pues el mismo y sus desplantes de furia, no así tonterías cómo qué si viajó en X ó Y asiento de un avión comercial, eso son los argumentos de una hoy oposición derrotada y desesperada, pero un eventual escándalo por llegar algún día a las manos con algún ciudadano que en algo le cuestione, supondría un triste final para uno de los líderes políticos que tiene hasta hoy, el reconocimiento, la popularidad e incluso el cariño de millones de mexicanos.