Uno de los conceptos más usados en el gobierno para enderezar críticas, descalificar a oponentes o a quienes se les considera afines a una ideología indefendible, es el de neoliberal; como se sabe, tal concepto se refiere a una corriente originaria en el liberalismo, que impulsó gran parte de los cambios políticos y económicos en el mundo, a partir del siglo XVIII y que se expresaron en la revolución francesa, la guerra de independencia norteamericana, en el impulso a las libertades de pensamiento, comercio, imprenta, expresión, tránsito, profesión, empleo, y un Estado tipo policía dedicado a garantizar el régimen de derecho, pero con mínima intervención en el mercado y en el ordenamiento de la vida social.

El neo liberalismo vino como un reimplante de tales ideas después de la etapa intervencionista del Estado para promover el desarrollo, financiar las grandes inversiones en infraestructura y las políticas sociales, que trajeron condiciones de bienestar y el auge de la economía de post guerra; se trató de poner grilletes al despliegue del Estado y limitar su regulación al mercado; el llamado consenso de Washington entre Reagan y Margaret Thatcher, trajo de nueva cuenta las bases de esa doctrina y, a través de los organismos financieros internacionales, del derrumbe del Muro de Berlín y de la globalización, se expandió como ideología dominante en el mundo.

Las promesas del neoliberalismo no han sido cumplidas, pues se auguró que con él se expandiría la economía mundial, se generaría crecimiento, empleo y mejores condiciones de vida; pero no ha sido así, por el contrario, se ha concentrado la riqueza, se han ahondado las desigualdades e incrementado la pobreza extrema en el planeta, generándose grandes flujos migratorios de poblaciones enteras en busca de oportunidades, un gran deterioro ambiental, así como crisis económicas que han impactado a todo el orbe.

Sin embargo, no es posible abandonar plenamente la lógica del mercado y su racionalidad en la economía; aún el gobierno mexicano que ataca al neoliberalismo se preocupa por mantener una sana disciplina fiscal y se comporta apegado al más estricto liberalismo decimonónico, cuando frente a la pandemia del Covid, se opone a prodigar apoyos de tipo fiscal, financieros o de impulso al mercado, para promover la reactivación económica.

Pero desde el gobierno se descalifica al neoliberalismo y se tacha como tal a todo aquél con quien tiene diferencias; se trata así de una doctrina devenida en ideología y parte de una retórica que se destina a adjetivar caprichosamente a distintos actores e instituciones a las que se pretende desacreditar.

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En la contraparte, no se presenta otra propuesta económica, aunque sí se intenta recuperar cierto protagonismo estatal; la alternativa que se formula tiene una connotación más por el lado emotivo y de carácter declarativo. La fórmula es desacreditar, exaltar sentimientos, desatar condenas éticas, intentar mostrar otra opción, aunque hacerlo implique generar nuevas crisis, como la de la dotación de medicamentos en los hospitales públicos, el cierre de guarderías que suprimió una prestación a madres o padres trabajadores, o la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, mediante una encuesta sui géneris para mostrar autoridad presidencial “el presidente no es florero”.

Frente al neoliberalismo se presenta la alternativa del paroxismo, en tanto exacerbación o exaltación extrema de afectos y pasiones; de esa forma se descalifica y se caricaturiza a quienes se ubican en la oposición o en el desacuerdo a las acciones del gobierno; los que están como afines tienen la razón, los otros deben ser descalificados, casi son delincuentes y, como mínimo, carecen de razón.

Ahora le tocó la descalificación a la UNAM, por ser neoliberal, por no haber detonado la crítica que se requería. Desde el paroxismo se fustiga, se tacha a quienes se tienen desavenencias de la peor forma posible y se busca encumbrar la razón propia; se polariza de forma genérica o categórica; se está de un lado o del otro; y en uno y otro lado se vive un maniqueísmo, pues no hay excepciones ni diferencias; estar en un grupo tiene todos los méritos, no estar ahí significa los mayores deméritos, no hay puntos intermedios y en cada bando la calificación es a la manera del rebaño… son de un solo tipo, casi como batallón militar en donde se porta una bandera y habrá confrontación con quienes ostentan otro emblema.

Descalificar al otro, buscar eliminar la otredad es de suyo peligroso, puede conducir a lo que decía Lenin cuando comentaba que mientras se escucha música de Beethoven, entran ganas de acariciar la cabeza de los hombres, de todos los hombres; pero que los tiempos no están para eso y que es necesario cortar algunas cabezas: por fortuna no se están cortando cabezas en sentido literal, pero sí se vulneran instituciones, se les descalifica y parece preparárseles para el patíbulo.